Carmen de Carlos - EN FOCO
Decisiones
Resultan llamativos los giros adoptados en las últimas semanas por dirigentes latinoamericanos como Macri, Bachelet o López Obrador
La Alta Comisionada de la la ONU para los Derechos Humanos, la expresidenta Michelle Bachelet, por fin considera que Venezuela merece una visita. En Caracas se verá con la oposición y con Nicolás Maduro, el hombre al que jamás censuró en su segundo Gobierno (en el primero tampoco dijo una palabra negativa de Hugo Chávez). El mundo –y hasta Miguel Bosé (el «de la ceja» es historia pero ZP no)– espera que, también por fin, diga algo sobre los muertos, torturados y encarcelados que se agolpan en las mazmorras de un régimen que llegó tan lejos, entre otras razones, porque sus vecinos se lo permitieron.
Mientras se instala la duda sobre las declaraciones que hará Michelle Bachelet en Caracas, se cuela por el atajo de la realidad, la plática de Andrés Manuel López Obrador que, en menos de tres meses, pasa de intentar ajustar cuentas (de sus antepasados) con el Rey a alzar la voz para proclamar su: ¡Viva España! El pragmatismo es la seña de identidad que, hasta ahora, se desconocía en un político que parecía sufrir de incontinencia verbal y descubre tarde que es más beneficioso (para él, los mexicanos y para todos) pensar y medir el alcance de lo que se va a decir antes de despegar los labios.
En esa tendencia de profundizar el análisis, reconocer el terreno, identificar los obstáculos, apuntar al objetivo y entonces disparar, se destapó también Mauricio Macri. El presidente argentino hizo el «más difícil todavía» en un circo preelectoral que parece haber dado la puntilla a la estrella kirchnerista de la pista. La jugada de Cristina Fernández de ir de candidata a vicepresidente, con el sueño oculto o no tanto, de lograr el indulto por sus «presuntos» crímenes (de los pecados se ocupa el Papa) se convirtió en una pirueta de barrio comparado con el espectáculo ofrecido por Macri al anunciar al peronista Miguel Angel Pichetto como compañero de «fórmula». Hasta los «gorilas» (antiperonistas), le aplauden en la tele y están dispuestos a bailar «la marchita» del general. Todo con tal de que «la señora» se quede en el pasado de donde nunca debió intentar salir. Lástima que el «apagón» ensombreciera la fiesta de Macri y de millones de argentinos.