Guerra Ucrania

El diario de guerra de Boris, ucraniano de 27 años: «Hay gente que antes se iba de vacaciones y ahora no sabe ni dónde hacer sus necesidades»

Los bombardeos interrumpen la llamada con este joven 'fíxer' de Járkov. Un relato entrecortado de 60 días de guerra, desde el 24 de febrero a las cuatro de la madrugada, con las primeras explosiones, hasta hoy

Járkov, la ciudad de los muertos sin nombre

Sesenta días en el diario en imágenes de Boris, un joven de Járkov. Una anciana a la que llevó comida y medicamentos, algunos de sus amigos, las cajas de víveres que ha preparado para personas sin casa, o una imagen con los periodistas a los que guía en su ciudad natal ABC
Beatriz L. Echazarreta

Beatriz L. Echazarreta

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Soy Boris. Nací ucraniano hace 27 años, tres después de que mi país se independizara de Rusia. Cuando escuché el ruido de las primeras bombas que cayeron sobre Járkov el 24 de febrero pensé que quizá estaba equivocado . Era bastante tarde, esa noche no había podido dormir y ahora ese insomnio me parece una premonición de lo malo que vino después. Eran las cuatro de la mañana y yo estaba sentado frente a la televisión, jugando al FIFA. El ruido de la segunda y la tercera tanda de explosiones me llevó a coger el teléfono. Llamé a mis padres . Ellos me confirmaron lo que yo me estaba negando a aceptar. «Boris, estamos en guerra» . Cogí una mochila y empecé a llenarla con mis cosas. Ropa, algunos blíster con pastillas… No sé, entonces me parecieron útiles. ¿Qué iba a hacer?

El día 1 de mi nueva vida

Aún no he cumplido ni 30 años y nunca habría pensado que me iba a ganar la vida guiando a periodistas en mitad de una guerra, la que le han declarado a mi país. Estudié sociología y viví cinco años en Estados Unidos. Si las cosas hubieran seguido su curso normal, habría empezado a trabajar como director de proyectos en alguna empresa, pero hablar ahora de mis planes de futuro me parece irreal. Casi naíf. Quizá el momento en el que todo cambió para mí fue cuando un amigo estuvo a punto de morir , sintió en su cuerpo el calor de una bomba. Reaccioné .

Desde entonces llevo comida y medicinas a personas de mi ciudad que lo necesitan. Mi día a día consiste en ayudar a la gente a esconderse, a refugiarse, también a marcharse de este infierno. Járkov es la segunda ciudad más bombardeada de Ucrania y duele pasearse por los sitios en los que lo has vivido todo porque ya no existen. Me siento como en un estado de enfermedad desde aquel día a las cuatro de la mañana.

Boris, juanto a una mujer a la que ha llevado comida y medicinas ABC

Es un malestar físico latente del que solo me saca la rabia. Aunque esta guerra aún no me ha arrebatado a nadie cercano, me pongo furioso cuando pienso, por ejemplo, que mis padres pueden morir . Ellos viven en el Donbass, ocupado por los rusos desde el principio. Y no quieren moverse de allí. Saben que yo me las arreglo.

23 de marzo: la muerte en 15 segundos

Aunque me estoy acostumbrando a no darle demasiada importancia a casi nada. Ni siquiera el día que estuvieron a punto de matarme , el 23 de marzo. Todo pasó en apenas diez o quince segundos y no recuerdo muy bien lo que pensé entonces. Me encontraba a unos pocos metros de un edificio que acababa de ser alcanzado por una bomba expansiva. Sentí que estaba flotando. Pero, como iba en coche, aceleré y dejé atrás los escombros. Me quedé bloqueado unos minutos, pero seguí conduciendo. En los dos meses de guerra que llevamos ya resistiendo, es la única vez que he visto peligrar mi vida .

El coche de Boris tras la explosión ABC

Gracias a Dios, no me pasó nada. No soy muy religioso, como sí lo es mi madre. Pero desde pequeño llevo una cruz en el cuello y me gusta hacerlo. Creo que me protege. A veces siento que rezar puede que nos ayude .

Cada vez estoy más anestesiado. Tampoco me ha alterado saber que he estado en la diana de algunos militares enemigos. Anestesiado . No sé si esa es la palabra. Hay veces en que todo tiembla, tienes los pies fríos y nada es estable . Si no estoy concentrado en mis misiones no puedo seguir adelante. Escribir me ayuda a luchar contra la nebulosa en la que vivo. Quiero recordar los detalles de lo que nos está pasando cuando todo acabe.

13 de marzo: el enfado con los que huyen

El día 13 de marzo me sorprendió ver la estación de trenes tan abarrotada de gente de Járkov. Yo estaba ayudando a algunos jóvenes a marcharse, pero me entristeció ver a mi pueblo huyendo en masa . Puede incluso que me enfadara con ellos. De manera injusta, claro.

El día 27 de marzo fue un buen día. Lo que ahora llamo un buen día. Conseguí hacerme con algunos procesadores que nos están permitiendo tener wi-fi en cualquier lugar . Es la tecnología de Elon Musk, Starlink. La conexión a internet gratuita ha podido salvar la vida de mucha gente y haber podido contribuir a ello me ayuda a que el frío y los escombros no lo inunden todo.

Una imágen de Járkov tomada por Boris. Una barrio residencial en el que solo quedan periodistas y unidades de emergencia ABC

Diarios en una ciudad subterránea

He conocido a buena gente. Eso también hace que a veces pueda salir de la anestesia emocional. Políticos, militares, periodistas de todo el mundo, voluntarios que trabajan sin descanso, gente que arregla ventanas, que hace guisos, vecinos que tienen agua almacenada y la reparten cuando el corte se alarga más de la cuenta...

Tampoco soy idiota. Sé que la gente de tu bando te mostrará siempre su cara más amable . No todo son buenas intenciones. Pero trato de no pensar en eso y mantener la confianza en ellos. A veces toca leer entre líneas, predecir lo que el otro busca de ti… Pero creo que me las estoy arreglando.

Este viernes, cuando empezó el toque de queda –entre las cinco de la tarde y las ocho de la mañana–, cené por primera vez con mis amigos en el refugio. Ha aparecido una ciudad subterránea , un submundo laberíntico. Pero también en la resistencia hay clases . La miseria está en los andenes del metro.

Hay gente herida y enferma que no tiene una casa a la que volver. Hay momentos en los que la situación te lleva al límite y ves a tu pueblo retroceder siglos en el tiempo . Puede llegar el día en que un ciudadano que antes tenía una tele grande y se iba de vacaciones, ahora no sepa dónde hacer sus necesidades . Llega el día en que beber agua se convierte en un problema. Eso te anestesia. Quizá esa sí era la palabra. Entonces no te paras a pensar en el siguiente paso que dará Putin o en si Europa nos da la espalda.

Algunos de los periodistas a los que Boris ha ayudado durante las últimas semanas ABC

Las misiones diarias que me impongo son lo único que cuenta y en lo que pienso. La luz y el agua van y vienen, pero tengo suerte. Tenemos un refugio seguro justo debajo de mi apartamento, en el que ahora vivimos en comunidad. No siempre duermo bajo tierra, hay días que subo a mi piso y puedo descansar en mi cama. Aunque no he vuelto a jugar al FIFA.

Ojalá sigamos protegiendo nuestra ciudad y nuestro país. Nosotros estamos en casa . No somos los que hemos venido de fuera.

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