Dandong, última frontera del comunismo

Cruzando el río Yalu en lancha desde China, ABC llega a pocos metros de la orilla en Sinuiju, vigilada por los soldados mientras Corea del Norte celebra su 69º aniversario

Un soldado norcoreano apunta a quien se acerca demasiado a la frontera desde el lado chino P. M. DÍEZ
Pablo M. Díez

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Cuando todo el mundo esperaba que Corea del Norte disparara ayer un nuevo misil intercontinental para celebrar el 69º aniversario de su fundación, Kim Jong-un lanzó una ofensiva bien distinta: un ejército de turistas endomingados con sus mejores galas a bordo de barcos llenos hasta la bandera que surcaron el río Yalu a su paso por Dandong, en la frontera con China en la provincia nororiental de Liaoning. Anunciando su llegada entre la niebla con canciones patrióticas que sonaban en sus altavoces, las embarcaciones se acercaron durante todo el día a pocos metros de la orilla china, mucho más de lo que se les permite a los cruceros chinos al otro lado. Sonrientes y saludando con la mano, los pasajeros norcoreanos miraban a los turistas chinos con la misma curiosidad con que estos les acribillaban a fotos con sus móviles. Aunque son vecinos, les separa la frontera más cerrada del planeta. Una línea fuertemente militarizada que se extiende a lo largo de 1.400 kilómetros y divide no solo dos países, sino dos mundos bien distintos pese a que ambos se definen como comunistas.

A un lado, la prosperidad que ha traído el desarrollismo; al otro, fábricas decrépitas y astilleros herrumbrosos

A un lado, la prosperidad que ha traído el desarrollismo por la apertura de China al capitalismo, reflejada en los espectaculares rascacielos con luminosos de neón que brillan de noche sobre calles atestadas de tráfico. Al otro, fábricas decrépitas y astilleros herrumbrosos entre caminos vacíos invadidos por los matorrales, tras los que se ocultan soldados con cuerpos raquíticos y cara de niño, pero que no dudan en apuntar con sus fusiles a quien se acerca demasiado a la orilla norcoreana.

Así lo hicieron ayer con este corresponsal, que pudo navegar con una lancha a escasos metros del muelle de Sinuiju, al otro lado de la frontera. Al ser día de fiesta, sus residentes acudían en grupo para tomar los barcos que los llevaban por el río o se entretenían paseando por la orilla. Allí, algunos de sus pescadores incluso sonreían y saludaban cuando veían a un occidental haciéndoles fotos.

Rabiosos

Menos amistosos se mostraban los soldados, quienes, señalando con el dedo, increpaban y amenazaban rabiosos, hasta tal punto que uno de ellos incluso llegó a apuntar con su arma. Aunque desarmados, igual de enfadados parecían otros militares sorprendidos mientras se lavaban con agua del río en la cubierta de su patrullera, donde sus compañeros preparaban el almuerzo en calzoncillos y camiseta, siguiendo la tradición coreana de quitarse la ropa para que no se manche mientras comen.

Ciudadanos de Corea del Norte celebran la fundación de su país con travesías por el río Yalu P. M. DÍEZ

Al no haber colegio por ser día de fiesta, los hijos de algunos soldados jugaban con palos en las patrulleras. A uno de ellos, ataviado con una desgastada camiseta azul del Barça con el logotipo de Unicef, se le iluminaba la sonrisa cuando un extranjero pasaba en lancha a su lado.

A pesar de las vacaciones, y también de las sanciones internacionales contra el régimen por sus ensayos nucleares y de misiles, la actividad era incesante en el muelle industrial. Mientras las grúas cargaban arena en los barcos entre el ajetreo de los estibadores, relucientes camiones rojos de más de doce metros esperaban la mercancía… y un soldado le lavaba al jefe el coche, un todoterreno de la marca china Haval. Además de montañas de carbón, en el muelle se apilaban unas enormes sacas blancas con caracteres en chino tradicional que rezaban «sulfato de aluminio sin plomo». Al margen de que ese fuera su contenido real o no, se trata de un nuevo misterio a añadir en Corea del Norte porque dichos caracteres no simplificados, que son los que usan en China continental, indican que las sacas proceden de Taiwán o Hong Kong.

Una muestra más de que en el muelle de Sinuiju se puede encontrar cualquier cosa, lo que sin duda permite la supervivencia de Corea del Norte. Sorteando con habilidad las sanciones impuestas por las Naciones Unidas, el régimen del joven dictador no solo ha logrado sobrevivir, sino incluso mejorar sensiblemente su débil economía. Con la ayuda de China, que copa el 92 por ciento de su comercio internacional, lo ha hecho a través de Sinuiju, puerta de entrada al país más hermético del mundo.

De los 5.000 millones de euros al año en que se estima su comercio bilateral, dos tercios pasan por el Puente de la Amistad, una vetusta pasarela de hierro construida por los japoneses durante la ocupación de Corea. Cruzando el kilómetro de ancho que tiene el cauce del Yalu, este puente de un solo carril y una vía de tren es el cordón umbilical que mantiene con vida a Corea del Norte al unir Sinuiju con Dandong.

Pero las relaciones comerciales entre ambos países, aliados históricos, se han deteriorado por las constantes provocaciones de Kim Jong-un. Apoyando las sanciones de la ONU, China ha dejado de importar carbón de Corea del Norte, que era su mayor fuente de ingresos al rozar los mil millones de euros. Intentando cortarle una cantidad similar para presionar a Pyongyang, Pekín también ha dejado de comprarle hierro, plomo y marisco.

«En Dandong, que antes hacía muchos negocios con Corea del Norte, la economía ha caído por los problemas entre los dos países»

«En Dandong, que antes hacía muchos negocios con Corea del Norte, la economía ha caído por los problemas entre los dos países», se queja un empresario local, que oculta su identidad. Este veto a los minerales y el marisco, que suman más de la mitad de las importaciones norcoreanas, acabará pasándole factura a Pyongyang, que le compra a China más de 3.000 millones de euros en ropa, aparatos electrónicos, materiales sintéticos, minerales fabricados y vehículos. Sin sus principales exportaciones, Corea del Norte tendrá muy difícil seguir importando de China para mejorar su consumo interno, beneficiado por una incipiente economía de mercado pero aún muy tímida.

Medio euro al día

«La situación allí, sobre todo en el campo, es muy precaria, como la que vivíamos nosotros hace 70 años. Los campesinos no tienen más que tres o cuatro yuanes al día (medio euro)», compara Li Zhun, quien vive junto a la frontera cerca del tramo de la Gran Muralla en Hushan. Pagando sobornos a cada lado, los contrabandistas pasan todo tipo de productos por los tramos más estrechos de la frontera, pero la vigilancia también ha aumentado por la tensión creciente entre los dos países.

«Me da pena ver que Corea del Norte es tan pobre mientras su Ejército es tan fuerte», señala Tian Xin

«China es un país seguro. Aunque no creo que estos problemas acaben en una guerra, me da pena ver que Corea del Norte es tan pobre mientras su Ejército es tan fuerte», señala Tian Xin, estudiante de inglés de 23 años. Con la misma candidez, confía en que mejoren las relaciones entre ambos países, lo que no parece muy probable si Kim Jong-un sigue tensando tanto la cuerda con su desafío nuclear.

De todas maneras, y aunque Pekín presione a Kim Jong-un reduciendo sus fuentes de ingresos, no dejará de suministrarle petróleo, como pide EE.UU., ni apoyará una acción militar contra el régimen. En cualquiera de los dos casos, para China sería peor el remedio que la enfermedad, ya que se llenarían sus fronteras de refugiados hambrientos y tendría a los marines del presidente Trump a sus puertas. Aunque ya no lo practique, China mantendrá Dandong como la última frontera del comunismo.

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