¿Por qué culpan los líderes musulmanes a las cruzadas cuando algo les va mal?

Erdogan insiste en afirmar que existe una «conspiración de la Europa cristiana» contra el pueblo turco

Ilustración del siglo XIV de una batalla de la Segunda Cruzada ABC

FRANCISCO DE ANDRÉS

Era inevitable. En lo que va de año, el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan , ha acusado al menos en tres ocasiones a Europa de estar llevando a cabo una «cruzada» contra su pueblo: cuando Alemania y Holanda prohibieron a los ministros de Ankara hacer campaña electoral, cuando los dirigentes de la Unión Europea realizaron, en fechas recientes, una visita de cortesía al Papa Francisco, y cuando Bruselas criticó el último referéndum turco por sus evidentes irregularidades.

Curiosamente, como señala el historiador británico John McHugo, el término «cruzada» solo afloró en el léxico árabe en el siglo XIX, cuando los musulmanes de Oriente Próximo tuvieron pleno acceso a la literatura europea que hablaba de aquellos episodios históricos del Medievo. Hasta ese momento, para los musulmanes los cruzados eran simplemente los «ifranj», los «francos» . El nuevo término tuvo éxito y desde entonces los dirigentes árabes y otomanos se han convertido en fanáticos consumidores del concepto de «cruzada», especialmente cuando las cosas les van mal.

Algunos islamólogos piadosos comparan las cruzadas con la noción islámica de «jihad», la guerra santa . No obstante, cuando los políticos o predicadores musulmanes esgrimen el argumento de la cruzada cristiana están pensando en un fenómeno conspiratorio de Occidente radicalmente distinto al de la yihad. Además de que, en rigor, son dos realidades completamente diferentes.

La idea de las cruzadas surgió como respuesta de la cristiandad a las tropelías cometidas por los califas de Egipto y de Siria contra los cristianos árabes y los lugares santos. Se prolongaron durante casi 200 años, entre 1096 y 1291 , y tuvieron -al menos en su origen- como único propósito restablecer el control cristiano de Tierra Santa. Desde entonces, las intervenciones militares europeas en Oriente Próximo han estado motivadas por todo tipo de intereses crapulosos -políticos, económicos y geoestratégicos-, pero nunca por el factor religioso.

En cambio, la yihad musulmana es un término siempre presente en el imaginario mahometano, de modo especial hoy con el resurgir de los movimientos islamistas armados en todo el mundo. Su invocación está llena de trampas y ambigüedades. Para algunos expertos, la presencia en el islam de ese concepto no es compatible con el mensaje general de la religión de Mahoma, que significa «sumisión» pero también predica «paz y tolerancia». Para otros, la yihad se refiere de modo inequívoco al esfuerzo bélico que constituye un derecho, y a veces un deber, de la comunidad musulmana, según establece el Corán. Dada la inexistencia de una sola autoridad doctrinal que zanje la cuestión, los dos sentidos - el espiritual o yihad mayor, y el bélico, o yihad menor - conviven aparentemente de modo pacífico en el interior del islam.

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