Claves de Latinoamérica
El coronavirus augura una «segunda década perdida» para América Latina
Retroceso del PIB per cápita entre 2015 y 2025, como ocurrió en el decenio de 1980
La crisis provocada por la pandemia de coronavirus augura para Latinoamérica una «segunda década perdida» en el terreno económico (con sus consecuencias sociales). Desde 2015, el PIB per cápita regional ha dejado de subir, debido a un crecimiento económico del PIB general más bien escaso (menor que el aumento de población), en una dinámica en parte provocada por la caída del precio de las materias primas (el «boom» de los precios significó una «década de oro» entre 2004 y 2014). Ahora la recesión va a provocar un descenso en el poder adquisitivo de la población, que puede no recuperarse hasta 2025.
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De nueva década perdida (2015-2025) habla ya el Fondo Monetario Internacional (FMI), que la semana pasada proyectó para América Latina y el Caribe una caída del PIB de 5,2% en 2020. La literatura económica latinoamericana consagró la expresión «década perdida» para la década de 1980, cuando la mayoría de los países tuvieron que aplicar duros programas de ajuste con el fin de resolver la grave acumulación de deuda que se había estado gestando en los decenios previos por seguir una política económica desfasada (la llamada industrialización por sustitución de importaciones). La expresión tuvo éxito y se volvió a utilizar, aunque menos universalmente y esta vez como «media década perdida», a la crisis que entre 1997 y 2002 sufrió la región, a consecuencia de la crisis financiera asiática de entonces). Latinoamérica, sin embargo, resistió suficientemente bien la Gran Recesión de 2008.
«Un shock detrás de otro»
El presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Luis Alberto Moreno, considera prematuro que se hable ya de una segunda década perdida, pues aún es pronto para vislumbrar cómo evolucionará la economía durante los próximos años. Ciertamente el FMI, junto a proyectar una caída del PIB en Latinoamérica del 5,2% en 2020 , prevé una recuperación en 2021 que puede suponer un incremento del PIB del 3,4%. Pero, como ha indicado el responsable del FMI para el Hemisferio Occidental, Alejandro Werner, esa subida y la que pueda haber los siguientes años no compensará la presente debacle, ni habrá una pronta recuperación del PIB per cápita. Además, al hablar de década, el FMI tiene en cuenta que desde 2015 el PIB per cápita no ha subido.
Werner lo explica con una gráfica en la que aparece la evolución del PIB per cápita, en términos de Paridad de Poder Adquisitivo con dólares internacionales de 2011. Ahí se ven claramente los dos valles que cortan el continuo crecimiento, uno el de la década perdida de los 80 y otro el del momento presente.
Aunque después de 2021 «las economías de Latinoamérica continuarán creciendo en 2022, 2023 y 2024, o eso esperamos, en términos de ingresos per cápita se tratará de una década perdida». Por un lado, por los años previos, debido a la caída del precio de las materias primas desde 2015, que constituyó un primer shock en diversos países. Y ahora sigue otro shock, más generalizado y pronunciado , con la pandemia de Covid-19. «El alza no será suficiente para compensar no solo este shock, sino para compensar también los efectos del shock previo. Es una acumulación de shocks negativos lo que la región habrá atravesado en la década de 2015 a 2025. Se trata de una valoración de media, pero es muy probable que en ese tiempo no haya crecimiento», estima Werner.
El agravante de la informalidad
Los países latinoamericanos han comenzado a tomar medidas para hacer frente a esta situación. Como en Europa o en Estados Unidos, se han decretado ayudas destinadas a las pequeñas empresas o sectores sociales especialmente vulnerables , en la forma de transferencias directas, flexibilización del acceso al seguro de desempleo, desgravaciones fiscales, prórrogas tributarias y garantías de crédito. Los países que han elaborado paquetes con mayor dotación son Brasil, Chile y Perú.
No obstante, la región se enfrenta a la necesidad de un mayor salto en el gasto sanitario (sus condiciones en el campo de la salud se encuentran muy por debajo de los países avanzados), contribuyendo –junto con las medidas antes citadas– a un gran endeudamiento . También debe encarar el reto de la realidad de un amplio sector económico informal: alrededor del 40% de los empleos se mueven en la informalidad, frente al 10% en los países avanzados; se trata de un volumen que dificulta, por un lado, la ejecución de un estricto confinamiento social en el presente momento, y por otro, la gestión de la ayuda oficial.