Cómo tomaron los enviados de Guaidó los edificios que Maduro intentó vender en EE.UU.

Desde que el 23 de enero Guaidó juró el cargo de presidente encargado, su delegación diplomática en Estados Unidos no había podido acceder a ninguno los tres edificios que le quedan al gobierno venezolano en Washington

Vecchio retira el retrato de Maduro de la nueva embajada de Venezuela en EE.UU. REUTERS
David Alandete

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Pasadas las dos de la tarde del lunes, 18 de marzo, el nuevo embajador venezolano abrió la puerta de uno de los dos edificios de la agregaduría militar en el centro de Washington y se dispuso a inspeccionar el estado en que estaba un edificio que hasta el último momento el régimen de Nicolás Maduro , falto de dinero en líquido, intentó vender.

Desde que el 23 de enero Juan Guaidó juró el cargo de presidente encargado, su delegación diplomática en Estados Unidos no había podido acceder a ninguno los tres edificios que le quedan al gobierno venezolano en Washington.

Cuando finalmente lo hizo, se encontró un edificio en completo abandono, arrasado, vacío de muebles, su interior cubierto de una gruesa capa de polvo. En el segundo piso, olvidadas en un despacho, veían pasar el trasiego de diplomáticos y periodistas dos viejas fotos de Hugo Chávez ante la bandera venezolana. En otra habitación alguien había colocado uno junto a otro diez teléfonos con los cables cortados. En una caja fuerte bajo la escalera, informes de inteligencia clasificados de 2006 con menciones a la guerra de Irak.

La inspección de los dos primeros edificios que recuperan los enviados de Guaidó de las manos del régimen se vio alterada por la protesta de cuatro activistas del grupo de izquierda Code Pink que ya siguen a los nuevos diplomáticos allá adonde van, gritando lemas contra la guerra y defendiendo, sin mucho disimulo, a Maduro.

Se han convertido para estos diplomáticos en una incomodidad pero también en un reclamo. «Adelante, protesten. Yo en mi país no podía hacerlo» , les suele decir, con educación, el nuevo embajador venezolano en Estados Unidos, Carlos Vecchio .

Entre los gritos de los cuatro manifestantes y el himno que cantó a pleno pulmón el nuevo cuerpo consular, el embajador Vecchio izó la bandera en uno de los dos edificios venezolanos a las 14.30. Después, con la justa solemnidad —la que permitía un recibidor con cincuenta periodistas en un edificio semiabandonado— Vecchio descolgó una foto de Maduro y la cambió por la de Guaidó. Era una foto impresa de internet, a la que el marco negro le quedaba grande.

«Le informo a todos ustedes de que estamos tomando el control de los activos de la república», dijo Vecchio tras cambiar las fotos. Le acompañaban el embajador venezolano en la Organización de Estados Americanos, Gustavo Tarre, y el enviado especial para coordinar la crisis de los refugiados venezolanos, David Smolansky, todos ellos perseguidos y represaliados por Maduro.

Con ellos, vestido de uniforme, sonreía el coronel José Luis Silva Silva , agregado militar venezolano en EE.UU., que reconoció a Guaidó tres días después de que jurara el cargo y que ha animado al resto de militares venezolanos a que hagan lo mismo. «Ya dijo el presidente Guaidó que quienes hicieran lo correcto seguirían en sus puestos», dijo Vecchio. Así, el coronel Silva mantiene los galones y el puesto. Se niega, eso sí, a hablar con la prensa porque considera que el ejército hablaba demasiado cuando mandaba Chávez.

De momento son dos los edificios del régimen que, con el apoyo de la diplomacia norteamericana, ya han pasado a manos del gobierno de Guaidó, los dos parte de la agregaduría militar en Washington. Desde ellos se harán a partir de ahora los trámites consulares, que han estado completamente paralizados.

En los próximos días, Vecchio espera recuperar el consulado en Nueva York y más adelante,lo que hasta hace tres meses era la embajada en el barrio washingtoniano de Georgetown, que hoy está también vacía.

Todo en este relevo se va improvisando, porque nunca se ha visto un país de la importancia estratégica de Venezuela en una situación semejante.

Quienes defienden los intereses del nuevo gobierno de transición en EE.UU. lo hacen con más empeño que recursos, operando desde edificios abandonados y llegando, como hace el embajador Vecchio, a sus citas en Uber. Hasta ahora los trámites de la embajada se hacían en un ‹think tank› que cedía a estos venezolanos un escritorio por horas. Desde ayer, al menos, ya tienen su embajada de facto.

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