Cien años del Tratado de Versalles, el acuerdo que quiso sellar la paz, pero desató una guerra aún peor
El tratado que puso fin a la Gran Guerra supuso el caldo de cultivo perfecto para el ascenso del Partido Nazi y el eventual estallido de la Segunda Guerra Mundial

Fue el acuerdo con el que nadie estuvo conforme, pero que todos acabaron firmando. Habían pasado siete meses del fin de la guerra más mortífera que el mundo había conocido y los países vencedores se daban cita en París para discutir, a puerta cerrada y sin la incómoda presencia de los vencidos, los términos que tratarían de cimentar la paz y la reconfiguración del nuevo mund o . Finalmente, tras varias semanas de conferencias y deliberaciones, las delegaciones de 32 países, encabezados por el «Comité de los Cuatro» (Woodrow Wilson por EE.UU., Georges Clemenceau por Francia, David Lloyd George en representación del Reino Unido y Vittorio Orlando por Italia) ratificaron, tal día como hoy pero hace un siglo, el controvertido Tratado de Versalles.
El acuerdo alcanzado en la capital francesa permanece, a día de hoy, como uno de los documentos más denostados de la Historia moderna por sus desastrosas consecuencias. Congregados en la suntuosa Sala de los Espejos del Palacio de Versalles, los países firmantes convinieron en acordar la práctica anulación de Alemania , reconvertida en la República de Weimar tras la caída del «káiser» Guillermo II, ya no solo como potencia, sino también como Estado.
Sin apenas miramientos, los aliados la despojaron del trece por ciento de su territorio (donde vivía casi una décima parte de su población), redujeron sustancialmente su Ejército –al que además se le prohibió reclutar– y le fueron impuestas reparaciones de guerra por importes multimillonarios, entre otras medidas que mermaban el país a la mínima expresión. Arrasada por el conflicto y sin estar en posición para hacer objeción alguna, Alemania se vio obligada a aceptar las implacables condiciones a pies juntillas. Unas exigencias que, a la postre, serían vituperadas como una humillación nacional sin precedentes y se convertirían en la catapulta del Partido Nazi al poder.
«Los vencidos han aceptado "a fortiori" –y era cosa prevista– las condiciones de Versalles, aún diputándolas inadmisibles. Ningún pensamiento sereno negará este postrero acierto del patriotismo alemán», contaba ABC en su crónica de la edición del 29 de junio de 1919, que describía la jornada vivida en el Palacio como « si la luz recobrase su imperio ante las tinieblas ».
Por su parte, los franceses no dejaron un solo detalle en el aire. Además de contar con la incuestionable ventaja de erigirse como la anfitriona, el Gobierno de Clemenceau escogió, de las 700 estancias que conformaban el Palacio de Versalles, a las afueras de la París, la Galería de los Espejos como lugar para la firma. La decisión no era casual. 48 años antes, Francia había dado su espaldarazo al Imperio Alemán, el cual, irónicamente, acabaría siendo señalado en Versalles como el responsable último de la Gran Guerra .
Pese a la dureza de las condiciones, nadie, excepto la propia Francia, estuvo plenamente conforme con los aspectos del Tratado. Los líderes europeos no estuvieron nunca del todo satisfechos con la reconfiguración de las nuevas fronteras, y algunos llegaron a considerar que Alemania no había sido tratada con la suficiente firmeza .
El resto es Historia: la devastadora crisis en la que se vio sumida Alemania, arruinada y condenada a destinar el grosor de sus escasos ahorros a las reparaciones impuestas hasta el fin de sus días, fue el caldo de cultivo perfecto para el meteórico ascenso del Partido Nazi al poder . Al llegar al gobierno, en 1933, Hitler disolvió Weimar para instaurar en su lugar el Tercer Reich, régimen bajo el que, años después, se embarcaría en una nueva guerra de escala mundial que dejaría la friolera de 60 millones de muertos, según los cálculos más fiables. Ironías de la vida, el Tratado que había querido sellar la paz y evitar que los horrores del peor conflicto jamás habido volvieran a ocurrir no solo fracasaba, sino que precipitaba una guerra aún mayor. La Historia se repetía.
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