Churchill: el líder que orquestó la derrota nazi

Primer ministro de Reino Unido (1940-1945 / 1951-1955)

Churchill pronunciando un discurso electoral ABC

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Se sometía a jornadas maratonianas de trabajo que le dejaban cuatro horas de descanso por la noche. Por ello, el ex primer ministro británico Winston Churchill tenía una cama en el Parlamento para dormir la siesta durante 90 minutos; una cita ineludible para el tenaz estadista, que se tomaba un whisky con soda antes de precipitarse a los brazos de Morfeo.

En mayo de 1940 Churchill sucedía a Neville Chamberlain como Primer Ministro británico. Su imagen con una de sus hijas en un puesto de la Defensa Contra Aviones, usada para derribar aeronaves en combate desde tierra o agua, ocupó la portada de ABC el 22 de julio de 1944..

Aficionado a los partidos de polo –jugó con un brazo roto y vendado la final de la copa que enfrentaba a los regimientos ingleses en la India–, hizo carrera en el Ejército y se empapó del arte de la guerra: a título de observador, se dejó ver entre las tropas españolas durante la Guerra de Cuba ; luchó en la India y en Sudán; y trabajó como corresponsal para el diario « The Morning Post » en la guerra sudafricana de los bóers, donde fue atrapado y conducido hasta un campo de prisioneros en Pretoria. Allí, planeó una huida que se tornó épica: recorrió 500 kilómetros durante varios días sin apenas alimentarse. La sangre fría que demostró en su tortuoso periplo le valió, a su llegada a Londres, un escaño en la Cámara de los Comunes. Tenía 26 años y daba el salto definitivo a la política, una amante caprichosa a la que dedicó el resto de su vida.

Su fuerte temperamento le granjeó no pocos enemigos y le forzó a cambiar de partido en más de una ocasión. Su tenacidad le permitió ocupar puestos cada vez más ambiciosos: lideró el ministerio de Comercio primero y el del Interior después. Amante de los puros y de la buena mesa, gracias a su peculiar olfato, vaticinó que Europa se encaminaba hacia la Primera Guerra Mundial tres años antes de que el conflicto estallase. Sin embargo, su naturaleza visionaria no le libró de caer en desgracia: guerra y posguerra hicieron que su carrera política se tambalease y que en 1929 se retirase de forma voluntaria. Durante diez años se dedicó a cultivar otras de sus grandes pasiones: la escritura y la pintura. «Si este hombre fuese pintor de oficio, podría ganarse muy bien la vida» , dijo Picasso.

Su retiro terminó cuando, una vez más, vio venir el desastre: Europa se rendía ante el poderío de un Hitler que, a pesar de sus advertencias, nadie frenó a tiempo. En 1940, en los albores de la Segunda Guerra Mundial , sustituyó al primer ministro Neville Chamberlain. Logró hacer de Estados Unidos y de la Unión Soviética sus dispares aliados; juntos, –con «sangre, sudor y lágrimas»– salieron victoriosos. Algo que no le garantizó ser reelegido por sus compatriotas en 1945. Quedó relegado a líder de la oposición hasta que, seis años después, volvió ser primer ministro. Ya con un polémico Premio Nobel de Literatura en sus manos, su mandato quedó truncado por su avanzada edad y por el «perro negro» de la depresión.

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