Trump enfurece a China firmando el Acta por la Democracia de Hong Kong
Mientras Pekín critica que EE.UU. se inmiscuya en asuntos internos, la Policía entra tras once días de cerco en la Universidad Politécnica, plagada de cócteles molotov, barricadas y basura
Desafiando las repetidas advertencias de China, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado este miércoles (madrugada del jueves, hora peninsular española) la controvertida Acta por los Derechos Humanos y la Democracia de Hong Kong, aprobada la semana pasada por el Senado. Dicho proyecto de ley ha enfurecido al régimen de Pekín porque condiciona el trato comercial preferente que Washington le otorga a la excolonia británica a que no pierda sus libertades y autonomía, mayores que en el resto de China.
Aunque Pekín insiste en que ambas están garantizadas por el principio de «un país, dos sistemas», Hong Kong lleva casi seis meses revolucionado contra su creciente autoritarismo. Las protestas, que empezaron de forma pacífica en junio contra la ya retirada ley de extradición a China, han derivado en una violenta revuelta que se ha cobrado ya dos vidas y más de 5.300 detenidos. Tras la histórica victoria de la oposición demócrata en las elecciones municipales, que refrendó con abrumadora mayoría las protestas, la firma del Acta por parte de Trump supone un espaldarazo al movimiento democrático y un desaire a Pekín.
«El Acta por los Derechos Humanos y la Democracia de Hong Kong reafirma y enmienda el Acta Política de EE.UU. y Hong Kong de 1992, especifica la política (hacia la ciudad) y dirige las evaluaciones de sus acontecimientos políticos», anunció la Casa Blanca en un comunicado, informa el periódico «South China Morning Post». A través de revisiones anuales que se efectuarán al menos hasta 2026, tanto el presidente como el Congreso pueden anular el estatus comercial preferente que EE.UU. concede a Hong Kong si considera que Pekín le quita libertades. Un trato privilegiado, distinto al que tiene con Pekín, que permite a esta ciudad seguir siendo la capital financiera de Asia y recibir el 70 por ciento de las inversiones extranjeras que luego entran en China continental. Además, Washington se reserva el derecho a imponer sanciones a individuos o entidades que crea hayan violado los derechos garantizadas por la Ley Básica, que hace de «mini-Constitución» de Hong Kong.
Junto a esta polémica medida, Trump suscribió también el Acta de Protección , que prohíbe a las empresas estadounidenses venderle gas lacrimógenos y pelotas de goma a las autoridades de la ciudad, que llevan seis meses batallando con la revuelta más grave desde su devolución a China en 1997. «He firmado estos proyectos de ley con todo el respeto al presidente Xi (Jinping), a China y a la gente de Hong Kong. Han sido promulgadas con la esperanza de que los líderes y representantes de China y Hong Kong puedan poner fin a sus diferencias amigablemente para disfrutar de una paz duradera y prosperidad para todos», aseguró Trump.
Pero su decisión ha sentado como un jarro de agua fría en Pekín, que le había advertido de que no firmara el acta porque los problemas de Hong Kong son asuntos internos. En un comunicado, el Ministerio de Exteriores amenazó a EE.UU. con «contramedidas» si «sigue por el camino equivocado», informa EFE. La semana pasada, su titular, Wang Yi, ya alertó de que las relaciones bilaterales estaban en un «punto crítico» porque «algunos políticos de EE.UU. están calumniando a China a unos niveles cercanos a la locura». Como se esperaba, la firma del Acta amenaza con desatar otra grave crisis diplomática cuando parecía que ambos países ultimaban un primer acuerdo para ir cerrando la guerra comercial que les enfrenta desde el año pasado.
Mientras tanto, la Policía de Hong Kong ha entrado finalmente en la Universidad Politécnica después de once días de cerco. En su interior, adonde había accedido el corresponsal de ABC, los agentes se han encontrado un abundante arsenal de cócteles molotov y líquidos explosivos, que han empezado a retirar. Tras una primera incursión de los bomberos, les ha seguido un equipo de artificieros que ha comprobado las bombas incendiarias montadas por los manifestantes en la batalla campal del día 17. Planta por planta, sus especialistas han registrado también los laboratorios de la Politécnica, donde los radicales robaron líquidos inflamables y sustancias químicas para fabricar los cócteles molotov, muchos de ellos con latas de gas adheridas para que las explosiones fueran mayores. En medio de barricadas y basura por todas partes, y bajo un hedor insoportable alrededor de la cantina donde su pudre la comida, el laberíntico campus parece el escenario de un apocalipsis zombi en el que todavía se ocultan algunos manifestantes. Uno de ellos, con capucha, chanclas y pantalón corto, se escondía en uno de sus edificios antes de que llegara la Policía. Esquivo, contaba que iba a reunirse con otros amigos y que «nos quedaremos aquí porque es lo que tenemos que hacer». Lo que no se sabe es dónde.
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