Cerco masivo de 16 horas a la Policía de Hong Kong
Miles de jóvenes cortan calles y rodean la comisaría central por la ley de extradición a China

Las protestas de Hong Kong contra la suspendida ley de extradición a China resurgieron ayer con el corte de calles y un cerco masivo a la comisaría central de Policía que duró desde las once de la mañana hasta las tres de la madrugada (hora local). Dirigidos por el popular líder estudiantil Joshua Wong, que salió el lunes de la cárcel tras una leve condena por desacato, miles de jóvenes rodearon varios edificios gubernamentales y el cuartel general de la Policía, en el distrito de Wan Chai.
Cantando proclamas contra la jefa ejecutiva del Gobierno, Carrie Lam, e insultando a los policías, bloquearon todos sus accesos con barricadas montadas a base de vallas y paraguas, símbolo de las protestas y escudo contra el espray de pimienta que disparan los antidisturbios. Pertrechados con máscaras, gafas de plástico y cascos amarillos, atraparon en el interior de la comisaría a los policías, que no hicieron absolutamente nada mientras los responsables del Gobierno tampoco daban la cara.
Aunque la tensión estuvo a punto de estallar en muchos momentos, cuando parecía que los manifestantes iban a asaltar la comisaría o la Policía a salir lanzando gases lacrimógenos, el cerco se levantó de madrugada, después de 16 horas. Los jóvenes regresaron a sus casas, pero prometen volver hoy para exigir la anulación total de la ley de extradición a China y el sobreseimiento de cargos contra los acusados por disturbios.
Los estudiantes habían llamado a la movilización al no cumplir el Gobierno las demandas que exigían: anulación del polémico proyecto de ley, retirada de la definición de «disturbios» por las protestas del día 12 y de la acusación de «alborotadores» para los detenidos e investigación de la actuación policial, que consideran excesiva. Al igual que la semana pasada, el objetivo era rodear las sedes del Gobierno y del Parlamento, en la zona de Admiralty. Para evitar incidentes, el Gobierno había cerrado sus oficinas y dado vacaciones a los funcionarios.
El cerco al Gobierno empezó con unos cuantos grupos desperdigados que desplegaron a sus puertas paraguas, el símbolo del movimiento pro-democrático desde 2014. Pero, de repente, y después de que un joven increpara a gritos a la Policía por haber entrado en el edificio, la agitación estalló. Con máscaras y camisetas negras, uniforme de los manifestantes, varios grupos empezaron a arrastrar vallas para cortar la calle de acceso a la sede gubernamental y luego la contigua avenida de cinco carriles en cada sentido, escenario habitual de las protestas.
Sin ninguna presencia policial, los conductores quedaron atrapados por las barricadas, pero los manifestantes habilitaron un carril en cada sentido para despejar el embotellamiento. Y entonces apareció el popular líder estudiantil Joshua Wong. Micrófono en mano, arengó a la multitud a encaminarse hacia la cercana comisaría de Policía en Wan Chai, que los jóvenes rodearon con vallas y barricadas.
«¡Fong yan!» («Liberad a la gente»), gritaban varios miles de personas alrededor del edificio, acordonado por vallas custodiadas por algunos agentes con uniforme de calle, no antidisturbios para no exaltar aún más los ánimos. Aunque la Policía pidió a los manifestantes que se retiraran en orden y prometió enviar un negociador, Joshua Wong y otros líderes pro-democráticos exigieron la presencia del comisario jefe, Stephen Lo. Cuando los portavoces policiales salieron un par de veces a la calle para hablar con la masa, no pudieron ni decir una palabra por los abucheos.
«Sabíamos que se estaba cociendo algo y, aunque el día ha empezado tranquilo, los jóvenes se han echado de nuevo a las calles», explicaba a ABC Alvin Yeung, diputado del Partido Cívico en el Consejo Legislativo (Legco). Junto a otros diputados y líderes políticos, había acudido a la concentración «para garantizar la seguridad de los ciudadanos». A pesar de la tensión vivida en los primeros momentos, cuando grupos descontrolados y sin un cabecilla aparente empezaron a montar las barricadas y cortar las calles, señaló que «los jóvenes se han comportado de forma muy madura durante todas las manifestaciones, en las que no se ha roto ni una ventana ni se ha rayado un coche».
Desde la comisaría de Wan Chai, parte de los manifestantes se movieron hasta otras dos sedes gubernamentales, las oficinas de impuestos e inmigración, que también bloquearon. De igual modo, el Consejo Legislativo cerró y suspendió la sesión prevista para la tarde, que volvió a ser movida en Hong Kong.
«Es nuestro deber como ciudadanos levantar la voz por la libertad de Hong Kong, que puede perderla por estas leyes que China quiere imponernos», justificaba su presencia Kenny, un universitario de 22 años, cuando regresaba a casa con sus amigos. Promete volver hoy.