Carmen de Carlos - EN EJE
Venezuela déjà vu
Nicolás Maduro sacudió al embajador de España a quien acusa de ser cómplice de Leopoldo López
Todo lo que tiene que ver con Venezuela parece tener un cierto déjà vu. La Unión Europea enriqueció su lista negra con otros once chavistas y ya suman 36 los proscritos para viajar por su territorio. Lo de viajar, o volar, es lo de menos en estos tiempos pero lo de no poder tocar un céntimo de sus abultadas cuentas corrientes y tener inmovilizado su patrimonio, es otro tema para los últimos boliburgueses.
Nicolás Maduro, de nuevo, bramó por la ofensa y ordenó la expulsión de Isabel Brilhante Pedrosa, la embajadora de la UE en Venezuela. En su perorata a lo Chávez, de paso, sacudió a Jesús Silva, embajador de España que, un par de años atrás, ya tuvo que hacer dos veces las maletas, una para venir y otra para volver a Caracas, donde está mejor visto de lo que dice Maduro, rabioso porque da cobijo a Leopoldo López (le acusa de ser su «cómplice»).
En este penúltimo capítulo, de la serie entre la UE y Venezuela, José Borrell, alto representante de Política Exterior, alzó la voz en su muro de Twitter y amenazó con subir a un avión, de regreso a casa, a Claudia Salerno, enviada del régimen en Bruselas. «Tomaremos las medidas necesarias habituales de reciprocidad», advirtió. Resulta llamativo, por ser diplomática, que el Parlamento europeo reconociera oficialmente a Juan Guaidó, como presidente interino (inolvidable la declaración entonces de Antonio Tajani), pero conserve en su puesto a la embajadora de Maduro. La situación es bastante surrealista pero se reproduce en muchos países, incluido España, aunque le pese a Pablo Iglesias y hasta al propio Pedro Sánchez que estuvo lento de reflejos para negarse.
En Madrid el titular e inquilino de la embajada, Mario Isea Bohórquez, viajero frecuente a Turquía despacha con el Gobierno y pasa la gorra –hasta por dar los buenos días– a los venezolanos que necesitan hacer trámites. Mientras, Antonio Ecarri, el designado por Guaidó, se ha convertido en el hombre invisible para Moncloa.
Si la UE insistiera en expulsar, repatriar o deportar, según se mire, a Salerno, tendría que hacerlo por unanimidad de los 27, incluida España y Bélgica, ya que la señora tiene su residencia en Bruselas. Como diría Luis Herrero, «pincho de tortilla y caña» a que se queda.