ELECCIONES EN NICARAGUA
Carlos Fernando Chamorro: «Las elecciones no son creíbles, ni libres, ni trasparentes»
El periodista y exdirector de «Barricada» considera que no es ninguna sorpresa la deriva autoritaria de Daniel Ortega
Fue el principal comunicador del Frente Sandinista durante la década revolucionaria de 1980, pero Carlos Fernando Chamorro quedó desplazado luego de la dirección de «Barricada», el órgano del FSLN, por disidente. Aunque entonces ayudó a crear el Movimiento Renovador Sandinista , pronto dejó de lado la política para concentrarse en el periodismo. Desde hace veinte años dirige «Confidencial», un portal informativo en internet, especialmente crítico con el Gobierno de Daniel Ortega. Es hijo de Violeta Barrios de Chamarro, que alcanzó la presidencia en 1990 , y de Pedro Joaquín Chamorro, editor de «La Prensa», asesinado por el régimen de Somoza.
Las elecciones libres fueron resultado de la guerra civil de los años 80, entre el FSLN y la Contra. ¿Por qué se ha deteriorado el sistema?
El sistema electoral nicaragüense se empezó a deteriorar a partir del año 2000 cuando se produce un pacto político entre el entonces presidente Arnoldo Alemán y el líder de la oposición Daniel Ortega, que supuso la reforma de la Constitución y de la ley electoral. Hubo una partidización el sistema, repartido entre dos fuerzas; después quedó controlado por una sola, el FSLN, cuando en 2006 Ortega regresó al poder. Se demostró fraude en las municipales de 2008. Las presidenciales y legislativas de 2011, observadas por la UE y por la OEA, fueron muy cuestionadas.
¿Cómo juzga las nuevas elecciones?
Llegamos a 2016 con elecciones que no son creíbles, ni libres, ni trasparentes. La diferencia es que ahora tampoco son competitivas, porque en junio la segunda fuerza política representada (PLI) que había ganado el 30% de la votación en 2011 fue excluida por un golpe de fuerza utilizando la Corte Suprema y el Consejo Supremo Electoral. Lo que hay hoy no son elecciones sino «votaciones»: un ritual de un régimen de partido hegemónico. No digo de partido único, porque hay otros partidos colaboracionistas que participan en este proceso, pero no está en juego el poder, no hay competencia.
Ortega habla de segunda etapa de la revolución.
Lo dice, pero aquí no hay ninguna revolución, ni segunda etapa. En el aspecto económico este Gobierno le ha dado continuidad a las políticas macroeconómicas de los tres gobiernos anteriores, a los que calificaba de pesadilla neoliberal. Este es un régimen con un sistema político particular, porque si lo comparamos con sus pares del Alba, aquí hay una gran alianza con el capital y inversionistas extranjeros que no existe países como Venezuela o Bolivia. Aquí hay autoritarismo por un lado y por el otro lado economía de mercado con inversión y crecimiento, junto con políticas asistenciales eficaces en obtener réditos políticos.
¿Hacia dónde va Ortega?
No es una persona que haya elaborado mucho sobre qué tipo de sistema quiere para Nicaragua. En la época en que aún contestaba preguntas, hace unos diez años, le entrevisté y me dijo abiertamente que él trabajaba dentro del sistema porque era lo que había, pero que solo creía en la democracia directa. Es algo así como Gadafi: el caudillo, el dictador por encima de todo invocando al pueblo.
¿El crecimiento económico resta posible oposición a Ortega?
En términos generales hay una aceptación de que ha habido estabilidad, normalidad y tendencia al crecimiento. Pero cuando se pregunta cuál es el principal problema del país, la gente sigue respondiendo lo mismo que hace diez y veinte años: el desempleo. Es cierto que hay una inversión sostenida en infraestructuras y una lenta reducción de la pobreza. Pero la gente se va, vota con los pies, emigra a Costa Rica y a Estados Unidos. La emigración es la válvula de escape de este sistema.
Usted ha denunciado al Gobierno por dificultar la labor de los medios.
En 2006, antes de que Ortega regresara al poder, el sistema de medios en Nicaragua era muy plural, con unos quince medios que competían por fiscalizar el poder. Ortega no cerró ninguno directamente, pero los compró y creó su propio aparato de medios, utilizando en ambos casos la plata que llegaba de la Venezuela chavista. A los independientes nos trata como enemigos, atacándonos a través de diferentes mecanismos: intimidación, presiones económicas, espionaje... El Gobierno aplica una la política de bloqueo sistemático y generalizado: bloqueo obviamente de publicidad estatal, pero también del acceso a información pública.
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