El 'cambio talibán': las mujeres pueden protestar, pero no estudiar ni trabajar fuera de casa

Decenas de afganas protestan en las calles de Kabul exigiendo volver a tener educación secundaria y empleo

Un momento de la protesta del jueves en Kabul AFP

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Los meses pasan, y la promesa del nuevo régimen fundamentalista afgano de ofrecer una versión distinta sobre el tratamiento de la mujer sigue sin cumplirse. Cinco meses después de su regreso al poder en Kabul , sin disparar un solo tiro, los talibanes siguen negando a las niñas el acceso a la educación secundaria y a las mujeres el trabajo profesional fuera del hogar.

El único cambio visible, más allá de la retórica desplegada en los foros internacionales a los que son invitados, es cierto talante liberal para permitir las protestas. Ayer, según informaron las agencias internacionales presentes en Kabul, decenas de mujeres -ataviadas con el reglamentario velo islámico- se manifestaron en la capital para pedir «comida, carreras y libertad». Según France Presse, en una intersección de calles las manifestantes se encontraron con un grupo de talibanes armados, que finalmente levantaron las armas y permitieron que la marcha continuara su trayecto.

Poco antes de regresar al poder en agosto, los talibanes habían prometido a la comunidad internacional respetar los derechos de las mujeres «dentro de la ley islámica». Su interpretación de esta fue -en sus años en el poder a comienzos de los años 90- prohibir la presencia de la mujer en puestos de trabajo cara al público, y negarles el acceso a la educación a partir de los 10 años . Tampoco podían salir a la calle solas; debían hacerlo acompañadas siempre por su tutor masculino.

La tolerancia que hoy muestra la Policía talibán, que en el pasado golpeaba con varas en la calle a quien no cumpliera con las normas de vestimenta femenina, no ha cambiado un ápice los aspectos más radicales de la desigualdad de sexos presente en la Sharía , la ley islámica. El hombre puede ser polígamo (hasta cuatro esposas según el Corán), siempre que trate a todas las mujeres «por igual». La mujer musulmana no puede casarse con un varón no musulmán; el mahometano en cambio sí puede, porque el marido es el garante de la educación religiosa de los hijos y no la esposa. El hombre puede repudiar a su mujer en presencia de dos testigos varones. El marido puede divorciarse de su esposa sin necesidad de pasar por un tribunal civil. La tutela de los hijos es siempre para el padre. El testimonio de un hombre ante el juez equivale al de dos mujeres. En materia de herencia, la mujer recibe la mitad de bienes que el varón.

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