Donald Trump se convierte en el tercer presidente de EE.UU. en sufrir un «impeachment»

Este miércoles el Congreso dio su luz verde al juicio político contra Trump al aprobar los cargos de abuso de poder con 230 votos a favor y 197 en contra y de obstrucción Congreso (229 a 198)

Trump, tercer presidente de EE.UU. en ser sometido a un «impeachment» AFP/ EP

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Una jornada interminable, áspera, preñada de recriminaciones mutuas, torpedeada por obstáculos procesales y para la historia. Así fue la votación que celebró ayer la Cámara de Representantes de EE.UU. para convertir a Donald Trump en el tercer presidente de la historia del país en someterse a un «impeachment» o juicio político para su recusación.

Ocurrió hacia las ocho y media de la tarde de este miércoles -dos y media de la mañana del jueves en España-, en la votación del primero de los dos artículos -los cargos por los que se le juzgará- del «impeachment»: abuso de poder. Fue en el momento en el que los votos de los demócratas, que cuentan con mayoría en la cámara baja y que se posicionaron a favor del procesamiento de Trump casi por unanimidad, se demostraron suficientes para doblegar la oposición republicana.

En ese mismo momento, el presidente de EE.UU. estaba subido a un atril en un mitin político en Michigan. Fue una contraprogramación en todo regla de Trump, que demuestra que el «impeachment» ha sido y será pura batalla política y que él tratará de utilizarlo en su reelección. Michigan es uno de los estados clave que decidirá la reelección del multimillonario neoyorquino -en 2016, allí ganó por la mínima- y eligió ese escenario para reivindicar lo que él considera una «cruzada partidista» y un «golpe de estado» que no evitará su permanencia en la Casa Blanca por las urnas.

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Poco después, el pleno de la cámara baja aprobó también el segundo artículo, el de obstrucción al Congreso. Como consecuencia, Trump se enfrentará a esos dos cargos a partir de enero en el juicio que se celebrará en el Senado, en el siguiente capítulo de una saga interminable pero con final conocido: los republicanos tienen mayoría en la cámara alta y, salvo sorpresa mayúscula, Trump no será recusado.

Trump ha entrado así en un club exclusivo, el de los presidentes que pasan por el «impeachment» y que hasta ahora solo tenía dos miembros: Andrew Johnson , procesado por el Congreso, en 1868, y Bill Clinton , que pasó por el mismo trago en 1998. Pero será el primero en someterse a un «impeachment» el mismo año que tendrá que buscar la reválida de las urnas. Y es innegable que el juicio político y la reelección son vasos comunicantes.

Es una nueva cita con la historia para Trump, que alardea de una elección sin precedentes en 2016 -y lo fue, por la visceralidad de su mensaje y lo sorprendente de su triunfo-, de haber logrado más avances que ningún antecesor en su primer mandato -algo muy discutible- y de haber batido récords en desempeño económico -algo incuestionable-.

Demócratas y republicanos volvieron a mostrar la división profunda que divide a la clase política y se ha extendido también a la opinión pública. Durante el debate de la votación, se vio que la brecha es un corte limpio, donde apenas hay posiciones intermedias ni voces disonantes en los partidos. «No nos dio opción» , justificó en la apertura del debate la líder demócrata, Nancy Pelosi, presidenta de la Cámara de Representantes, en referencia a Trump y la conducta que le ha abocado al «impeachment»: las presiones a Ucrania para perjudicar a Joe Biden, su probable adversario en la reeleción.

La principal voz republicana durante la jornada fue la de Douglas Collins, que repitió las posiciones de su partido: el impeachment «está basado en presunciones», «no es justo», es «partidista».

La división es esencial: los demócratas defienden el juicio a Trump como la forma de respetar la constitución y salvar su democracia; los republicanos dicen lo mismo para justificar su oposición.

En la calle, la brecha es comparable. En la víspera de la votación, cientos de manifestaciones a favor del «impeachment» tomaban ciudades y pueblos de EE.UU. Una de las principales, en Times Squares, uno de los centros neurálgicos de Nueva York y donde dominan los demócratas. «Es fundamental que mantengamos un país donde nadie esté por encima de la ley», aseguraba a este periódico Claire Ullman, agarrada a un cartel con la leyenda «La verdad importa», mientras sonaban de fondo villancicos con letra «anti Trump» cantados por los manifestantes.

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