Cadena perpetua para el asesino del alcalde alemán favorable a los refugiados
Stephan Ernst llevaba años militando en grupos de extrema derecha y había atacado con cuchillo a al menos un refugiado
La sentencia cierra un episodio traumático para la democracia alemana, el asesinato en junio de 2019 del alcalde Walter Lübcke , favorable a la acogida de refugiados, a manos del radical Stephan Ernst , que ha sido condenado a cadena perpetua. El Tribunal Regional Superior de Frankfurt ha dictado la máxima pena que recoge el Código Penal alemán y ha subrayado la «gravedad particular de la culpa». El proceso ha puesto de manifiesto hasta dónde puede llegar la radicalización a través de las redes sociales y ha servido de cierta catarsis gracias a que el acusado ha escenificado un proceso de arrepentimiento y ha pedido perdón a los familiares. Si muestra buen comportamiento, podrá conmutar la pena por un régimen de libertad vigilada cuando haya cumplido los primeros 15 años de prisión.
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El co-demandante, que representa a la viuda y a los dos hijos de Lübcke en el juicio, exigió que Markus H. también fuera condenado por asesinato como cómplice , ya que fue este amigo del asesino el que le proporcionó el arma y enseñó a disparar con la misma pistola con la que mataría de un tiro en la cabeza a al político de Hesse. El cómplice ha sido finalmente sentenciado a año y medio de libertad vigilada por violación de la Ley de Armas. «Que esta persona siga en la calle, sabiendo que prácticamente teledirigió el asesinato, es muy duro de aceptar», ha dicho a la salida de los juzgados un portavoz de la familia.
Tres versiones diferentes
Cuando se inició el juicio, Ernst decidió guardar silencio, pero a medida que pasaban los meses y comenzaron a desfilar los testigos, cambió de abogado defensor y decidió declarar, llegando a dar hasta tres versiones diferentes de los hechos y convirtiendo el juicio en un culebrón de primera plana en los tabloides alemanes. Finalmente reconoció los hechos y relató el proceso por el que había llegado a un estado de odio que le condujo a la violencia. Ernst pidió perdón a la familia de la víctima por su crimen, que describió como un acto «cruel y cobarde».
Lübcke solía dedicar la última parte de la tarde a trabajar en el jardín de su casa, que apenas estaba protegido por una cerca de madera, mientras su mujer acostaba a su nieto, en el piso de arriba. Fue allí donde Ernst asaltó al político y le disparó sin que este tuviese apenas tiempo de entender lo que estaba sucediendo. En un acto público, Lübke había dicho que quien no respaldara el derecho al asilo y la ayuda humanitaria a los refugiados haría bien en abandonar el país. A esas palabras siguieron meses de amenazas de muerte y acoso por distintos canales. Ernst, que llevaba años militando en grupos de extrema derecha y había atacado con cuchillo, posiblemente, a al menos un refugiado, lo convirtió entonces en su objetivo. Este asesinato supuso un punto de inflexión en la crisis de los refugiados y volvió a la opinión pública alemana hacia la necesidad de paz social, rebajando la tensión del debate público sobre la inmigración.