Bienvenido a la India...si usted no es musulmán
Las protestas contra la nueva ley de ciudadanía, que protege a los inmigrantes no mahometanos, despierta viejos fantasmas
Ser o no ser un país de refugio para minorías religiosas perseguidas en Asia. O, desde otra óptica, verse condenado a ser una población discriminada en el segundo país más grande del planeta. La polémica reforma de la Ley de Ciudadanía de la India sigue levantando protestas y pasiones más de una semana después de su aprobación en el Parlamento de Nueva Delhi.
El número de víctimas es por ahora modesto -hasta ayer 13 muertos- teniendo en cuenta el carácter dramático y letal que han tenido siempre los conflictos entre hindúes y musulmanes en el subcontinente. La nueva ley establece que los inmigrantes de tres países vecinos - Afganistán, Bangladés y Pakistán - tendrán derecho a la ciudadanía india si pertenecen a minorías religiosas perseguidas en esas naciones; en otras palabras, si no son musulmanes. La airada reacción de la inmensa comunidad musulmana de la India -calculada en 201 millones, superior incluso a la de Pakistán- era previsible y no se hizo esperar. Sus representantes políticos y religiosos consideran que el objetivo de la ley del Gobierno nacionalista de Modi -apoyado por los hindúes- es relegar a los indios musulmanes a la categoría de «ciudadanos de segunda categoría».
El conflicto, presente en las calles de varias ciudades, en la prensa y en las instituciones educativas, se ha visto amplificado por otras circunstancias. La protesta contra la ley ha tenido apoyo en varios campus universitarios, donde la Policía ha reprimido con una contundencia inédita en ese tipo de sedes. Además, la bronca contra el gobierno está siendo vinculada por algunos líderes a la falta de oportunidades laborales, en un país en el que la mitad de la población tiene menos de 25 años.
Los grupos y partidos que representan a los musulmanes de la India -casi una sexta parte de la población del país- interpretan la reforma de la ley de la ciudadanía como una vuelta de tuerca del nacionalista Modi, en un país «que sigue soñando en el fondo con tener un rey hindú y súbditos». Creen que el propósito del gobierno es acabar asfixiando a los musulmanes y obligarles a huir del país -como los birmanos con los rohingya o los chinos con los uigures -, aunque en Delhi se insiste en que los musulmanes indios son tan ciudadanos como los del resto de religiones del país. Y ven como muy mal presagio el uso de una vieja ley colonial, que permite al gobierno la prohibición de manifestaciones y hasta el corte de internet en las regiones más conflictivas.
La hostilidad de Modi hacia los partidos musulmanes, que utilizan la religión para fidelizar sus electorados, es un hecho objetivo. También que la situación conflictiva en Cachemira , y la tensión entre Nueva Delhi e Islamabad, animan al gabinete nacionalista a mantener a raya a los islamistas indios. Pero las extrapolaciones de estos días sobre la presunta apertura de la veda contra los doscientos millones de musulmanes de la India son abiertamente exageradas. Las peores discriminaciones étnicas y religiosas las padecen los cristianos y los miembros de otras religiones en países de mayoría musulmana, por ejemplo Pakistán, Bangladés y Afganistán, por lo que no es reprobable que la India quiera darles protección (y de paso reducir el porcentaje de población musulmana interna).
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