Biden opta por una solución militarizada a la crisis de los sin papeles en la frontera
La Casa Blanca revela que México, Honduras y Guatemala aceptan desplegar soldados
A pesar de haber prometido un cambio radical en materia migratoria cuando asumió el cargo en enero, el nuevo presidente de Estados Unidos ha mantenido el grueso de las políticas de su predecesor, e incluso a intensificado algunas, tal y como queda patente tras el último y sorpresivo anuncio de la Casa Blanca. No sólo es que Joe Biden expulse a todos los adultos que cruzan la frontera irregularmente o que sea ya el presidente estadounidense que menos refugiados está aceptando de la historia. Ahora, su gobierno prosigue la militarización de la respuesta a la crisis migratoria , ante las cifras históricas de sin papeles, sobre todo menores de edad que son abandonados por sus padres para que crucen la frontera a EE.UU. desde México y pidan asilo.
Como ya hizo la Administración de Donald Trump , la de Biden ha negociado y cerrado con varias naciones centroamericanas y México un refuerzo militar en sus propias fronteras para tratar de cortar de cuajo el problema del flujo de emigrantes sin papeles que acaban pidiendo asilo en EE.UU. y que están saturando los centros de acogida en los estados fronterizos de California, Arizona, Nuevo México y Texas. Por sorpresa, Jen Psaki , la portavoz de la Casa Blanca, anunció el lunes que esos países desplegarán como mínimo 18.500 soldados, y las negociaciones para ampliar ese refuerzo siguen.
Este mismo mes de marzo rompió récords la llegada de sin papeles a la frontera de EE.UU. con México, algo que pone a prueba la política migratoria de Biden en su crisis más grave hasta la fecha. En solo ese mes los agentes de policía fronteriza se encontraron a 171.700 inmigrantes que trataban de entrar o habían entrado en el país de forma ilegal para solicitar asilo, una cifra sólo comparable a la de 2006. De ellos, 18.800 fueron menores de edad llegados solos, abandonados por sus padres. A los menores se los deja en EE.UU. Al resto, la Administración Biden los devuelve. O lo intenta, porque recientemente México ha amenazado con no aceptar más devoluciones, por la masificación en la frontera. Esto es un grave problema para Washington, que ahora se ve obligado a aceptar y dejar dentro de EE.UU. a familias completas.
La crisis no tiene precedentes. A finales del mes pasado, las autoridades revelaron que unos contrabandistas mexicanos dejaron caer a dos niñas ecuatorianas, de 3 y 5 años , desde lo alto del muro, que tiene cuatro metros de altura. Ambas salieron ilesas. Dos traficantes de personas se dieron a la fuga, tal y como muestra un vídeo difundido entonces. Hace una semana, la policía fronteriza dijo que rescató en California a dos niños, un niño de 6 años y una niña de 5, que fueron arrojados del muro sobre un área rocosa. Los dos, encontrados cerca de la localidad de Jacumba, tenían consigo una nota escrita a mano con el nombre y el número de teléfono de su madre.
Controles en la ruta
Psaki, la portavoz de Biden, anunció el lunes que la Casa Blanca ha logrado el compromiso de México, Honduras y Guatemala de «aumentar la seguridad fronteriza»: 10.000 soldados mexicanos, 7.000 hondureños y 1.500 guatemaltecos. Habrá además 12 controles en la ruta migratoria dentro de Guatemala, según dijo Psaki, que no dio más detalles sobre este operativo militar. «El objetivo es hacer más difícil el viaje y hacer que cruzar la frontera sea más difícil», declaró Psaki. Los 10.000 soldados mexicanos patrullaran el sur de su país para cortar el flujo de sin papeles hacia el norte.
Ya en 2019, Trump dijo que había logrado del presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador , el compromiso de desplegar 27.000 soldados de la Guardia Nacional a la frontera entre México y EE.UU. para evitar el cruce de migrantes. «Tenemos 27.000 soldados mexicanos cuidando esta frontera durante los últimos dos años. Nadie pensó que era posible», dijo Trump en una comparecencia desde Texas. México nunca confirmó -ni desmintió- los números. A Trump se le acusó en no pocas ocasiones de militarizar la solución a la crisis migratoria, por desplegar soldados de EE.UU. a un lado y lograr el despliegue de la Guardia Nacional mexicana en el otro.
De momento, la Casa Blanca ha entablado negociaciones directas con Guatemala y México para tratar de reducir el flujo migratorio de raíz, sin éxito. El mes pasado, cuando llegó a México una delegación estadounidense, el presidente de ese país, López Obrador, recordó en una de sus ruedas de prensa que su país «no es colonia» de EE.UU. y que no debe explicaciones a nadie. Este obstruccionismo es un cambio radical de actitud con respecto a Trump, con quien el presidente mexicano tenía una excelente sintonía.
México anunció ya el mes pasado que desplegaba a soldados de su Guardia Nacional y agentes de inmigración en su frontera sur. Previamente, López Obrador había reforzado esa zona después de que Trump amenazara con aplicar aranceles en uno de sus exabruptos en que mezclaba la diplomacia y la cooperación en materia de seguridad con el comercio.
El lunes, tras el anuncio de la Casa Blanca, la cancillería de México dijo en un comunicado: «México mantendrá el despliegue existente de fuerzas federales en su zona fronteriza, con el objetivo de hacer cumplir su propia legislación migratoria, atender a los migrantes, principalmente menores no acompañados, y combatir la trata de personas».
La vicepresidenta de EE.UU., Kamala Harris , ha sido elegida por el presidente Biden para supervisar la respuesta a la crisis migratoria, y él mismo ha dicho recientemente que piensa visitar las instalaciones donde se interna a los menores sin papeles para supervisarlas personalmente, aunque no hay fecha de ese viaje. La semana pasada dimitió la enviada especial para la crisis fronteriza, Roberta Jacobson, tras menos de 100 días en el cargo.
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