Bernard Cazeneuve, el nuevo hombre fuerte y posible primer ministro de Hollande

Tras ese «look» de burgués algo más que muy acomodado, el ministro de Interior es un socialista clásico, de familia socialista y tendencias jacobinas

Bernard Cazeneuve, ministro de Interior de Francia AFP

JUAN PEDRO QUIÑONERO

El ministro del Interior Bernard Cazeneuve (53 años) será el nuevo hombre fuerte y posible primer ministro del gobierno de François Hollande tras la dimisión de Manuel Valls .

Cazeneuve quizá sea el político francés más elegante a la manera más tradicional : zapatos de fabricación inglesa, corbatas intachables, luciendo llamativos pañuelos en las chaquetas de corte más clásico, abrigos Chester que pueden lucir con brillo muy propio en las fiestas y hoteles más «encopetados».

Tras ese «look» de burgués algo más que muy acomodado, Cazeneuve es un socialista clásico, de familia socialista, tendencias jacobinas, partidario de un socialismo « bien entendido », sensible al lirismo tradicionalista, alejadísimo de la «chusma» de movimientos rupturistas radicales.

Durante un largo año de crisis y atentados terroristas, él ha aplicado con rigor marcial, como ministro del Interior, la política de Hollade que se resume con esta frase: «La calle es mía» .

En tiempos de crisis y purgatorio, político y personal, camino del Gólgota del fin más patético de una carrera política francesa, desde hace décadas, Cazeneuve ofrece a Hollande unas «garantías» excepcionales: controla los servicios de seguridad e «inteligencia» (tan esenciales para un presidente con varias vidas paralelas, no solo políticas); controla el impresionante despliegue de las fuerzas del seguridad del Estado, durante un estado de excepción, que debe prolongarse, cuando menos, hasta la próxima elección presidencial; y, muy importante, controla la organización estatal de las próximas elecciones, durante un periódico político previsiblemente tormentoso.

Bernard Cazeneuve es un hombre capaz de destilar horrores en los más selectos salones , no solo diplomáticos, con la sonrisa del señor elegante que siempre ha lucido en los salones socialistas de la más intachable izquierda caviar. A su lado, Hollande parece un señor de pueblo vestido con traje de dominguero. Pero nadie duda de su fidelidad escrupulosa hacia un jefe del Estado bien necesitado de una guardia pretoriana devota y sin ilusiones, con lustre propio.

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