Pedro Rodríguez - DE LEJOS
El arte de la negociación
Pese al acuerdo con México y Canadá, el fetichismo negociador de Trump no suele funcionar
Una de las principales obsesiones de Donald Trump es el trato, la jugada, el negocio plasmado en un contrato ventajoso. El presidente, en su hipérbole delirante, se considera sobre todo un genio y virtuoso de las negociaciones a pesar de haber sido un business man con muy poco respeto hacia el dinero ajeno y más apalancado que Arquímedes. No es casualidad que su libro más escudriñado como oráculo para desentrañar sus políticas sea «The Art of the Deal» (publicado en 1987 y traducido como «El arte de la negociación»).
De hecho, el candidato Trump -al saltar a la política desde los pelotazos inmobiliarios en Manhattan pasando por el plató de su propio reality-show- convirtió en prioridad la renegociación de los «peores acuerdos nunca vistos» alcanzados por anteriores gobiernos (sobre todo Obama) en detrimento a su juicio del interés nacional. Con el compromiso de apretar las clavijas tanto a rivales como aliados siguiendo su leitmotiv nacional-populista: America First.
El nuevo acuerdo alcanzado con México y Canadá, sobre las cenizas del NAFTA, es el único logro que Trump ha conseguido bajo la inspiración de su fetichismo negociador. Algo concreto que le vendrá fenomenal para intentar revertir los malos pronósticos de los republicanos ante las legislativas de noviembre. Además de abrir una batalla campal en Washington para convertir en ley un pacto comercial a tres bandas que facilita intercambios valorados en 1,2 billones de dólares.
El análisis de especialistas coincide en que por mucho que se jacte de lo contrario, Trump es un negociador muy poco efectivo. No le interesan los detalles fundamentales, es inconsistente en sus objetivos y su narcisismo le hace susceptible a la adulación. Aunque todo eso no sería lo peor. Su visión de las relaciones internacionales es un juego de suma cero, en el que la ganancia o pérdida de cada participante equivale exactamente a la pérdida o ganancia del resto de participantes. Y en su obsesión por considerar los déficits comerciales como un robo, se cree que son fáciles de renegociar sin importar el riesgo de una nueva recesión.