27-N: los artistas ponen en jaque al régimen cubano
La protesta espontánea de la semana pasada, reclamando derechos y libertades, ha removido los cimientos de la dictadura
El 27 de noviembre pasó algo histórico en Cuba, aunque el régimen reniegue de ello: varios centenares de jóvenes se concentraron de manera espontánea ante el Ministerio de Cultura para denunciar el acoso contra el Movimiento San Isidro (MSI) , una plataforma de artistas, intelectuales y periodistas independientes; para reclamar la liberación del rapero Denis Solís , condenado a ocho meses de cárcel por un falso delito de desacato; y para pedir libertad de expresión y de creación. Tras horas de vigilia, una treintena de artistas fue recibida por el viceministro de Cultura, Fernando Rojas , para exponer sus demandas y comenzar una negociación, algo inédito (el régimen se reúne solo con artistas afines). Rojas consensuó aquella noche varios compromisos. Parecía que el Gobierno cubano escuchaba las demandas de los artistas, pero no fue así. Los compromisos adquiridos por Rojas fueron violados 24 horas después.
Según fuentes consultadas por ABC, la reunión habría sido una estrategia más del régimen para ganar tiempo y desinflar la movilización. Pero lo que no podía impedir ya es uno de sus frutos: el nacimiento del 27-N, un grupo de trabajo, integrado por los treinta artistas que se reunieron con Rojas, que reclama el derecho a disentir y «el derecho a la libertad política». Así lo declaraba este viernes, a través de un comunicado tras la ruptura de negociaciones en la que pedían reunirse con el ministro de Cultura, Alpidio Alonso , pero también con el presidente Miguel Díaz Canel . «El Ministerio de Cultura está supeditado al Ministerio del Interior», explicaba a ABC la artista Tania Bruguera, miembro del 27-N. En esta misma línea se manifestó días antes Amaury Pacheco , del MSI, que denunció en rueda de prensa que «quien lleva el país es la Seguridad del Estado y no los políticos».
El Ministerio de Cultura justificaba la ruptura del diálogo acusando a los artistas de ser «mercenarios» financiados por EE.UU., haciendo uso una vez más de la estrategia de la difamación.
Pero la mecha de la esperanza ya había prendido. ¿Ha despertado Cuba?, preguntamos a Bruguera: «Sí, ha despertado, pero sobre todo, la gente está empezando a pensar que quizá puedan tener derecho a soñar de nuevo. Y cuando tienes esa convicción ya nada te puede parar», afirma, tras admitir sentirse «muy decepcionada» por la ruptura de las negociaciones. «El Gobierno ha cometido un error», sentencia. Horas después de estas declaraciones, la artista internacional era detenida, por tercera vez en pocos días, interrogada y liberada. Pero no ha sido la única. Decenas de artistas han sido retenidos y hostigados por agentes de la Seguridad del Estado y por brigadas de respuesta rápida (grupos de civiles) dirigidos por ella. Esto ha hecho aflorar el miedo a otra «Primavera Negra», que provocó en 2003 la detención de 75 disidentes. La maquinara del terror se ha reactivado ahora ante el propio temor del régimen a perder el control de la situación, generada por un sector cuyo poder ha subestimado.
La fuerza de esta movilización reside en tres factores: ha contado con el apoyo de figuras conocidas dentro y fuera de la isla, como el actor Jorge Perugorría, el cineasta Fernando Pérez y la artista plástica Tania Bruguera; a esto se suma que el sector de los artistas e intelectuales funciona como un gremio –no son individualidades–; y lo más peligroso de todo, su principal campo de actuación es el del pensamiento.
El régimen tenía que buscar una estrategia para acabar con la insurrección pacífica, la mayor desde 1994 cuando tuvo lugar el conocido como «El Maleconazo» , según, que fue sofocado con la salida a escena de Fidel Castro. Entonces, como ahora, patrullaron las calles la fuerzas especiales, conocidos como «boinas negras», de las que hace uso el régimen en contadas ocasiones.
Dolarización y pandemia
La insurrección actual se produce además en un momento en el que el país está inmerso en una fuerte crisis económica, agravada por la pandemia, la caída del turismo y la dolarización. Todo ello rodeado por los rumores sobre la salud del secretario general del Partido Comunista, Raúl Castro.
Para recuperar la estabilidad –la del régimen, claro está–, había que urdir un plan: dar largas en las negociaciones, y mientras tanto mostrar los instrumentos del Gobierno para aplacar la protesta, como hacer uso del Artículo 4 de la Constitución anunciado por Díaz Canel, que respalda «la lucha armada, cuando no fuera posible otro recurso, contra cualquiera que intente derribar el orden político, social y económico establecido en esta Constitución.» El régimen agitaba el fantasma de una guerra civil.
Mientras tanto, ponía trampas a los artistas para dividirlos o radicalizarlos, a través de la criminalización en los medios estatales. Buscaba excusas para dinamitar el diálogo. El viernes lo hizo, pero la lucha no ha terminado. «Hoy no nos detiene el temor», anunciaba el 27-N, que seguirá con sus demandas.
Mientras tanto, este sábado el Ministerio de Cultura se apresuraba a anunciar que retomaba las negociaciones con un grupo alternativo de artistas, presumimos que más afines con el régimen.
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