246 diputados italianos han cambiado de partido en lo que va de legislatura
El récord de transfuguismo marca la política en una etapa en la que la formación de Berlusconi corre peligro de desaparecer
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«He sido un siervo de Silvio Berlusconi . Siempre colocaba a sus empresas por encima de todo. Cuando yo era ministro de Bienes Culturales, le propuse dedicar un canal público a la cultura, sin publicidad. De inmediato me quitó la idea. Nuestra autonomía política, tanto de los dirigentes como los ministros del partido, era inexistente, igual a cero». Esta sorprendente declaración corresponde al diputado y exministro, Sandro Bondi, quien un tiempo, llevado por su vena de poeta, dedicó enfervorizados versos al excavaliere. Ejerció también de portavoz de Forza Italia en el Parlamento, actuando con mano de hierro para servir a Berlusconi, al tiempo que era el azote de la oposición. El caso de Sandro Bondi sirve para ilustrar de forma clara y rotunda la transformación que se está produciendo en la política italiana y el desastre que vive hoy Forza Italia (FI), con su líder Berlusconi prácticamente desaparecido del mapa político.
Sandro Bondi, que se inició como político en las filas del Partido Comunista Italiano (PCI), es uno de los 246 parlamentarios que han cambiado de chaqueta política en esta legislatura, en poco más de 30 meses, todo un récord en la historia republicana italiana. En realidad, los cambios de chaqueta han sido 325 –un tercio del Parlamento-, entre Cámara y Senado, porque algunos parlamentarios han cambiado varias veces. Cambiar de partido o grupo lo consideran normal, es casi como beber un vaso de agua, porque para ellos el parlamento es una puerta giratoria donde se entra y se sale con gran facilidad. Se lo consiente además la Constitución, que no exige al parlamentario vínculos con el partido que presentó su candidatura electoral.
Se perdió la cultura política
El transformismo que hoy se da en la política italiana comenzó a partir de Tangentopoli (1992), proceso que acabó con las fuerzas políticas corruptas. Pero antes no existía el cambio de chaqueta, porque los partidos eran hijos o tenían como referencia grandes culturas políticas, fundamentalmente cuatro: democristiana, socialista, republicana y liberal. Hoy esa cultura se ha perdido en Italia, país que cuenta ahora con un récord de transformismo en una nueva fase de reestructuración política. Los tránsfugas actúan casi siempre por conveniencia o interés personal, justificándose con que cambian por coherencia política, pero curiosamente siempre se apuntan al carro vencedor. Silvio Berlusconi, que entró en política para defender sus intereses empresariales, creó escuela, aunque ahora su partido paga las consecuencias.
La mayor sangría de abandonos la ha tenido Forza Italia: 30 senadores y 29 diputados dejaron en la estacada a Berlusconi. Con encuestas que lo sitúan incluso por debajo de la barrera psicológica del 10 por 100, en FI se está en proceso de arriar bandera, con ansias de fuga y pánico entre sus parlamentarios y dirigentes, para evitar ser sepultados por las ruinas de un partido con síndrome de disolución. Ante las próximas elecciones locales, en primavera próxima, el exprimer ministro se plantea incluso quitar su nombre que figura en el símbolo de Forza Italia, y presentar listas cívicas como última tabla de salvación. En síntesis, Berlusconi está desapareciendo del escenario político por dos motivos fundamentales, entre otros: Por imperativo de su edad, casi 80 años, y porque La Liga Norte con su líder lepenista Matteo Salvini, le ha lanzado una OPA hostil, convirtiéndose de hecho, con el 16 por 100 de votos que le dan las encuestas, en el líder de la derecha italiana, que hoy no representa una oposición creíble al Partido Democrático de Matteo Renzi. La principal oposición al PD la constituye el Movimiento 5 Estrellas .