China se sube a la barra

Sin los prejuicios que lo han estigmatizado por su sexualidad, el baile de la barra se ha puesto de moda entre las jóvenes chinas como un sano ejercicio

China se sube a la barra abc

pablo m. díez

Para la mayoría, el baile de la barra no es más que un numerito erótico con el único propósito de subir la temperatura del personal masculino y, de paso, aliviar el peso de sus bolsillos. Asociada por las películas de Hollywood a sórdidos locales de alterne donde las bailarinas muestran sus encantos en biquini, tan flexible danza ha sido estigmatizada por su descarnada sexualidad de «puticlub”» de carretera.

Pero en China, ignorando tales prejuicios, se ha convertido en un fenómeno social que atrae a mujeres de las más diversas edades , desde jovencitas hasta abuelas como Dai Dali, quien a sus 70 años se ha hecho famosa por su elasticidad y destreza en la barra. «Hay mucha sensualidad y eso nos hace sentirnos atractivas, pero no somos ˝strippers˝; solo nos gusta bailar», explica Rebecca Zhang, una secretaria pequinesa de 28 años.

Tras haber estudiado todo tipo de bailes durante los últimos cuatro años, desde el jazz hasta el hip-hop, hace nueve meses que descubrió la barra y casi no se ha bajado de ella. Cada semana, acude cuatro días a las clases que se imparten en la academia Cat, en plena zona comercial de Guomao. Por un curso de un año entero ha pagado 7.600 yuanes (1 .050 euros ) , lo que le permite asistir dos o tres horas diarias junto a otras quince compañeras, todas jóvenes como ella pertenecientes a la clase media que está proliferando en las capitales chinas. «Se trata de una gimnasia muy buena para fortalecer los músculos y poner en forma nuestros cuerpos», señala la muchacha, a quien la barra también le ayuda a liberarse de las tensiones diarias provocadas por el trabajo y el estrés de la gran ciudad.

Apertura social

Gracias a su crecimiento económico, China se ha modernizado a marchas forzadas y vive una apertura social que ha revolucionado sus costumbres. Sin cortapisas religiosas, la relajación moral se ha unido a la efervescencia que ha traído el dinero y los jóvenes de la nueva China se aferran a las últimas modas sin acordarse de las penurias que sufrieron sus padres en la época de Mao. Algo parecido a lo que ocurrió en España durante la «Movida».

Fruto de esta revolución sexual que vive China, los bares de la popular calle de Sanlitun, en la zona de las embajadas de Pekín, ofrecen a sus embobados clientes calientes bailes de la barra junto a los conciertos del almibarado «pop» nacional. En el Bar Rouge de Shanghái, en pleno malecón fluvial del Bund y con impresionantes vistas a los rascacielos de Pudong, dos bailarinas no menos espectaculares se contorsionan en la barra al ritmo de una música sensual bajo la mirada extasiada de los parroquianos.

Más allá de estos reclamos infalibles, por todo el país se organizan concursos del baile de la barra y hasta se está promoviendo la creación de un equipo nacional para participar en competiciones en el extranjero. Al igual que ha hecho con la modernidad, China se ha subido a la barra y ya no hay quien la baje.

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