La lluvia amenaza con disolver 700 toneladas de cianuro en Tianjin
El Ejército chino lucha contrarreloj para limpiar el vertido que dejaron las explosiones mientras el primer ministro anuncia una investigación a fondo
Entre los escombros aún humeantes que dejaron las gigantescas explosiones de la semana pasada en el puerto de Tianjin, un destacamento del Ejército chino libra una batalla sin cuartel. Pertrechados con máscaras antigás y trajes especiales, 217 soldados especialmente adiestrados en la guerra química combaten a un enemigo que puede ser mortal si se inhala : las 700 toneladas de cianuro de sodio que, almacenadas en el depósito de mercancías peligrosas que estalló el pasado miércoles, están dispersas por un área de 100.000 metros cuadrados. A contrarreloj, los militares tratan de limpiarlas antes de las lluvias previstas para estos días en Tianjin, que podrían disolver tan peligrosa sustancia en el subsuelo y agravar los efectos contaminantes de este accidente industrial, uno de los más graves que se recuerdan en China.
Con la misión de evitar su propagación, los equipos de limpieza están colocando sacos de arena y barreras de contención en el área de tres kilómetros que ha sido evacuada alrededor del lugar de las explosiones. Además de rastrear la zona en busca de partículas tóxicas y vigilar que no haya vertidos en un río cercano, los soldados colocarán cajones para impedir filtraciones al mar cuando llueva . Según informa la agencia Xinhua, el vicealcalde de Tianjin, He Sushuan, explicó que «se trata de una operación muy complicada por la presencia de 16.500 contenedores vacíos», que deben ser analizados para comprobar que no contienen restos del peligroso cianuro de sodio. Dicho componente químico, que se usa para fumigar y separar el oro y la plata en la industria minera, es muy tóxico y, soluble en agua, puede provocar la muerte al impedir que el cuerpo absorba oxígeno.
Mientras la unidad especial del Ejército Popular de Liberación lleva a cabo esta arriesgada misión, el autoritario régimen chino anunció una revisión nacional de las normas de seguridad industrial para detectar irregularidades como las que desencadenaron la tragedia de Tianjin. Para empezar, la empresa de logística que gestionaba el almacén de mercancías peligrosas, Ruihai, guardaba en sus depósitos estas 700 toneladas de cianuro de sodio, 70 veces más del límite permitido. Sus instalaciones, que debían ubicarse a una distancia mínima de un kilómetro de edificios públicos y viviendas privadas, se hallaban además muy cerca de una autopista y a unos 500 metros de una zona residencial en plena expansión urbanística. Sin que sus vecinos supieran que vivían junto a un polvorín, dichos apartamentos se vendían desde 10.000 yuanes (1.400 euros) el metro cuadrado, lo que este lunes llevó a decenas de propietarios afectados por la explosión a manifestarse para exigir una indemnización al Gobierno.
« Debemos investigar concienzudamente el accidente y encontrar a todos aquellos que sean responsables», prometió el primer ministro Li Keqiang, quien aseguró que «tenemos que dar una respuesta a las familias de las víctimas, a los residentes de Tianjin, al pueblo chino y a la Historia».
De momento, la cifra de fallecidos asciende ya a 114, pero seguirá aumentando porque aún quedan 70 desaparecidos, de los que 64 son bomberos que acudieron a sofocar el incendio declarado en el almacén de la empresa Ruihai. Paradójicamente, todos los indicios apuntan a que fueron ellos mismos quienes provocaron las tremendas explosiones que sacudieron al puerto de Tianjin al intentar apagar las llamas con sus chorros de agua, que provocaron una reacción en las sustancias inflamables allí guardadas, probablemente sin su conocimiento.
Para aclarar el caso, que ha indignado a la opinión pública china por esta cadena de desgraciados fallos, los responsables de la compañía de logística ya han sido detenidos e interrogados. Además, la Fiscalía del Tribunal Supremo ha abierto una investigación por dejación de funciones y abuso de poder que, seguramente, salpicará a más de un funcionario local de Tianjin, ya que el poder político y el económico están íntimamente ligados en un régimen dictatorial como el chino.
Tras rendir homenaje a los bomberos fallecidos, Li Keqiang insistió en la necesidad de que las pesquisas sean «transparentes» para calmar los ánimos del público . Pero, como suele ser habitual en este tipo de tragedias, la Policía ha estado persiguiendo a los medios extranjeros que han acudido a Tianjin para que no pudieran entrevistar a las víctimas ni tomar imágenes.
A pesar de dichos controles, ABC ha conseguido entrar en la zona de tres kilómetros alrededor de las explosiones por riesgo de nube tóxica. Tras pasar la destrozada estación de tren de Donghai Lu, sobre la que cayó una lluvia de hierros y chapas lanzados por la onda expansiva , al otro lado de una autopista de dos niveles se abre una estampa apocalíptica. Una montaña de contenedores de mercancías, reducidos a un amasijo de hierros, se alza frente a los miles de coches calcinados que esperaban a ser embarcados en el puerto de Tianjin. A su lado, los esqueletos de los edificios de oficinas son una sombra fantasmagórica del desastre, que ha conmocionado a esta próspera zona industrial de Teda, donde se han instalado más de 15.000 empresas y, entre ellas, 200 multinacionales como Volkswagen, Toyota, Samsung y Coca-Cola.
Con el miedo todavía en el cuerpo, sus operarios están regresando a sus dormitorios, que resultaron afectados por la onda expansiva de las explosiones, para recoger sus pertenencias y marcharse a otros apartamentos proporcionados por sus empresas . La potencia del estallido, equivalente a más de 20 toneladas de TNT, llegó a varios kilómetros de distancia, tirando de la cama al guardia de seguridad, Zhou Yude, encargado de vigilar un almacén. «El sonido era tan fuerte y los rayos tan brillantes que no me atrevía a mirar», explica a ABC mientras uno de sus compañeros arregla el techo de su garita. A sus espaldas, el muro de chapa de la nave que vigila se ha agrietado como si fuera de papel. Pero Zhou Yude, sentado plácidamente en una silla, no tiene miedo de la nube tóxica de cianuro que amenaza al puerto de Tianjin porque, milagrosamente, ya sobrevivió a sus descomunales explosiones.
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