Hiroshima, 70 aniversario

El auge nacionalista en Asia reabre las heridas de la Segunda Guerra Mundial

Japón conmemora los 70 años de la bomba con fuertes disputas con China y Corea del Sur

El auge nacionalista en Asia reabre las heridas de la Segunda Guerra Mundial reuters

PABLO M. DÍEZ

Japón recuerda hoy que, hace setenta años, EE.UU. lanzó sobre Hiroshima la primera bomba atómica, que forzó su rendición y el final de la II Guerra Mundial junto a la de Nagasaki tres días después. Han pasado ya siete décadas y Japón es una de las naciones más desarrolladas del planeta, admirable en muchos aspectos como su civismo y refinamiento. Como tercera economía mundial, se beneficia del dinamismo de Asia, pero también debe hacer frente a la competencia de sus dos poderosos vecinos: China y Corea del Sur.

Al amparo de su crecimiento, ambos países, pero sobre todo China, se han erigido en potencias que amenazan la hegemonía de Japón en Extremo Oriente. En este nuevo escenario, lleno de oportunidades económicas pero también de rivalidades históricas, los tres países están resucitando por motivos políticos un viejo nacionalismo que reabre las heridas de la II Guerra Mundial. Buena prueba de ello son sus disputas marítimas. Por una parte, el autoritario régimen de Pekín reclama a Japón las islas Senkaku (Diaoyu en mandarín), mientras que Tokio reivindica su soberanía sobre los islotes de Takeshima, que controla Corea del Sur bajo el nombre de Dokdo desde 1952.

Debido a su sangrienta ocupación durante la guerra, China y Corea del Sur escrutarán la declaración que el primer ministro nipón, Shinzo Abe , pronuncie en los próximos días con motivo del 70 aniversario de la rendición de Japón, anunciada por radio por el emperador Hirohito el 15 de agosto de 1945. Abe repetirá las palabras de «profundo arrepentimiento» y «disculpas de todo corazón» usadas por sus antecesores, pero podría introducir alguna modificación asesorado por un comité. El tono que emplee será importante para rebajar, o no, la creciente tensión en Asia, ya que Pekín y Seúl dudan de la sinceridad del arrepentimiento nipón.

Abe, nieto de un ministro durante la guerra que acabó dirigiendo el Gobierno a finales de los 50, ya enfureció a sus vecinos cuando en diciembre de 2013 visitó el controvertido santuario de Yasukuni . Dicho templo honra las almas de los 2,5 millones de soldados que han dado su vida por la patria nipona desde la Restauración Meiji en 1868. Entre ellos figuran un millar de criminales de guerra, 14 de ellos de clase A, condenados por el tribunal internacional de Tokio al término del conflicto. Auténtico símbolo del nacionalismo nipón, a sus puertas se suelen congregar miembros de la extrema derecha luciendo uniformes militares y la bandera imperial.

Al margen de dicho símbolo, lo que preocupa a sus vecinos -por otra parte armados también hasta los dientes- es el auge militar de Japón. Con un fuerte rechazo social, la Cámara Baja del Parlamento aprobó el mes pasado las reformas legales que permitirán al Gobierno mandar misiones militares al extranjero. Salvo excepciones puntuales, dichas operaciones estaban prohibidas por el artículo 9 de la Constitución de Japón, impuesta por Estados Unidos al término de la contienda. Uno de los aspectos más controvertidos de la nueva legislación es que permitirá a las fuerzas armadas niponas entrar en combate para proteger a sus aliados -léase Estados Unidos en el Pacífico- incluso aunque su territorio no se vea atacado. Para muchos japoneses, que hasta ahora se enorgullecían de una Constitución pacifista única en el mundo, se trata de un regreso al militarismo que llevó al imperio del Sol Naciente a invadir buena parte de Asia.

Revisión del pacifismo

«Esta legislación no v a contra ningún país, pero es necesaria porque hay un cambio en la seguridad internacional debido a las amenazas del terrorismo y de nuevas armas, a las que ningún Estado puede hacer frente solo», justifica Yasuhisa Kawamura, director general de la Secretaría de Prensa para Asuntos Diplomáticos del Ministerio de Exteriores, quien insiste en que «Japón nunca cambiará su actitud pacifista en los asuntos internacionales».

No todos lo ven así. Kazuhiro Kasuga, profesor retirado de Estudios Sociales que tenía 12 años en la guerra y acaba de publicar un libro sobre ella, critica: «Las escuelas no enseñan todo lo malo que hizo Japón». A su juicio, «Alemania lo cambió todo tras la guerra, pero Japón no. Por eso hay mucha gente que no quiere cantar el himno nacional ni levantar la bandera, ya que les recuerda al imperio». Un trágico pasado que, advierte preocupado Kazuhiro, «me hace temer una nueva guerra».

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