El traslado de la base de Futenma enturbia las relaciones entre EE.UU. y Japón
En 1996, Washington y Tokio acordaron cerrar el aeródromo militar, en pleno centro de Ginowan, y trasladarlo 50 kilómetros al norte a una zona menos poblada de la costa, Nago
![El traslado de la base de Futenma enturbia las relaciones entre EE.UU. y Japón](https://s1.abcstatics.com/Media/201508/03/base-okinawa_xoptimizadax--644x362.jpg)
Hace siete décadas, en las postrimerías de la Segunda Guerra Mundial, Japón y Estados Unidos libraron en la isla de Okinawa los combates más encarnizados del frente en el Pacífico , que aniquilaron a un tercio de la población local (150.000 personas).
Noticias relacionadas
Hoy, este archipiélago nipón es escenario de una nueva batalla menos cruenta, pero igual de decisiva para la geoestrategia del siglo XXI en Asia: el traslado de la base aérea estadounidense de Futenma y el futuro de la treintena de instalaciones que los marines tienen repartidas por Okinawa, donde están acantonados la mitad de sus 47.000 soldados destinados en Japón.
Hoy no son enemigos
Al contrario que en la guerra, Japón y EE.UU. no son enemigos en esta segunda batalla de Okinawa. Aliados, ambos gobiernos hacen frente a un rival local, el gobernador de la prefectura, Takeshi Onaga , que usa toda su artillería política contra sus planes para la base.
En 1996, Washington y Tokio acordaron cerrar el aeródromo militar de Futenma, en pleno centro de Ginowan, y trasladarlo 50 kilómetros al norte a una zona menos poblada de la costa, Nago. Pero el gobernador Onaga, que precisamente es de dicha ciudad, se opone a la reubicación argumentando su impacto medioambiental sobre los corales del litoral . Elegido en noviembre gracias a su campaña contra las bases de EE.UU., Onaga mandó en primavera paralizar las prospecciones submarinas para su construcción. Pero la orden fue luego suspendida por el Gobierno central y el caso acabará seguramente en los tribunales, enturbiando las relaciones entre EE.UU. y Japón.
«Llevamos esperando el traslado de la base desde hace casi veinte años» , se queja a ABC el alcalde de Ginowan, Atsushi Sakima.
En plena zona urbana
Con 480 hectáreas, que ocupan un cuarto de la ciudad, y una pista de 2,8 kilómetros justo en medio de una zona urbana con 96.000 habitantes, el alcalde denuncia que la base de Futenma «nos trae más perjuicios que beneficios , como el ruido de aviones y helicópteros, el riesgo de accidentes, el estrangulamiento de la ciudad y los problemas sobre el tráfico, ya que hay que rodearla para atravesar el centro».
Aunque las bases estadounidenses fueron decisivas para la economía del archipiélago en los años 50, 60 y 70, en los últimos tiempos ha surgido una fuerte oposición social, como se ve en las frecuentes manifestaciones exigiendo su cierre y la salida de Okinawa de los militares estadounidenses. Entre los motivos destacan, junto con el ruido que provocan los entre 40 y 100 despegues y aterrizajes diarios en Futenma, el accidente de un helicóptero militar en la Universidad Internacional de Okinawa en 2004 y las violaciones de una niña de 12 años por tres soldados en 1995 y de una mujer por dos marineros en 2012.
«Tenemos el nivel más bajo de incidentes desde que Estados Unidos devolvió Okinawa a Japón en 1972, pero estos episodios nos hacen mucho daño», reconoce el coronel Peter N. Lee, responsable de la administración de la base, quien recuerda la reducción de vuelos, sobre todo nocturnos, para paliar las molestias. A su juicio, «la presencia militar de Estados Unidos en Japón y Okinawa es importante para la estabilidad en Asia» porque, «además de poder reaccionar rápidamente en caso de conflicto en la Península Coreana, de Futenma partieron los aviones con ayuda militar y humanitaria enviados a las últimas catástrofes naturales en Asia». El coronel Lee cree que el traslado podría culminarse en diez años, pero no entra en la polémica sobre su ubicación porque «somos marines y vamos a donde nos mandan».
Sociedad dividida
La sociedad de Okinawa está dividida por el impacto económico del traslado. De los 3.200 empleados de la base —de los que 2.800 son marines que rotan cada seis meses—, solo 208 son civiles de Ginowan, pero numerosas tiendas y restaurantes viven de los militares. En un concesionario a las puertas del Campamento Foster, un vendedor de coches advierte de que «si se van los soldados, la economía se resentirá» . Para Shintaro Kuga, que se manifiesta con una pancarta y altavoz en mano contra «la amenaza fascista de China» en Naha, la capital de Okinawa, «la presencia militar de Estados Unidos es necesaria». Pero Erico, una joven que pasa a su lado, enarbola el ya clásico «Bases no» porque «queremos que en Okinawa haya paz».