La presión migratoria alcanza la última frontera: el Eurotúnel
Londres considera «necesario» reforzar la seguridad en Calais, en la entrada del túnel que une Francia con el Reino Unido bajo el canal de la Mancha, donde se encuentran unos 3.000 inmigrantes
La presión migratoria, que durante tantos años han soportado países ribereños del Mediterráneo como España con escasa solidaridad norteña, ya es una realidad en las fronteras de la Europa más próspera y alejada de África. Gran Bretaña y Francia ven como en la boca del Eurotúnel en Coquelles (Calais) se repite la situación que tan familiar resulta en Melilla. Unos seis mil inmigrantes que huyen de la guerra y la miseria , la mayoría de Siria, Eritrea, Etiopía y Yemen, aguardan en un campamento chabolista el momento de subirse a los camiones y trenes de mercancías para alcanzar el Reino Unido cruzando bajo el Canal de la Mancha.
La crisis ha provocado la muerte de nueve personas en dos meses. El último es un sudanés de unos 25 años , atropellado por un camión en la noche del martes al miércoles. Antes ya se habían vivido dramas como el de una etíope de 23 años embarazada, que se cayó de otro camión, o el de un compatriota suyo que intentó cruzar a nado a Gran Bretaña y se ahogó.
La respuesta de las autoridades británicas y francesas ante este drama se atiene al guión habitual. Francia ha anunciado el envío de 120 policías más, que se unirán a los 450 antidisturbios desplegados en Calais. Reino Unido aportará diez millones de euros para reforzar la seguridad en Coquelles , con una valla disuasoria de tres metros que se levantará «cuanto antes». Ambos países anuncian también que repatriarán a los sin papeles a sus naciones de origen, aunque no explican cómo ni con qué base legal.
En el Reino Unido el problema se mezcla con el rechazo al inmigrante que tizna el debate político desde la aparición del partido nacionalista inglés y xenófobo UKIP . Su dirigente, Nigel Farage, que dimitió tras no ser elegido diputado pero ya ha dado marcha atrás, ha asegurado este miércoles que le extraña «que todavía no haya muerto ningún turista o ningún chófer en Calais» . El ala derecha de los conservadores acusa también a su Gobierno de ser poco exigente con el Ejecutivo francés. La prensa advierte que la crisis del Canal, que se traduce en enormes caravanas de camiones paralizados en los arcenes de la autopista de Dover, puede provocar incluso que suba la cesta de la compra. Citan como ejemplo la fruta perecedera que viene de España e Italia y que a veces se pudre con los retrasos.
En lo que atañe a Francia, sabe a justicia poética escuchar al ministro del Interior galo, Bernard Cazeneuve, decir una frase que tantas veces pronunció su homólogo español con discreto eco: «Es necesaria una acción resuelta de la UE» . Cazeneuve se ha enzarzado además en una polémica con la empresa del Eurotúnel, a la que acusa de no hacer todo lo posible en seguridad. Al tiempo alardea de que el Gobierno de Hollande ha multiplicado por cinco los medios en Calais.
La compañía replica recordando que ha interceptado a 37.000 inmigrantes en lo que va de año, elevado sus vigilantes a doscientos y que dese el año 2000 ha gastado 160 millones de en seguridad. Eurotúnel pide a Francia y Reino Unido que reaccionen para garantizar la seguridad ante «una invasión sistemática y posiblemente organizada».
La crisis comenzó hace más de dos meses. Los inmigrantes tratan de saltar de Francia al Reino Unido porque han oído que en Gran Bretaña es más fácil trabajar en negro, no existe el DNI y las ayudas sociales son mayores. Habitualmente intentan acceder cada noche al recinto de la terminal del Eurotúnel en Calais unos 400 norafricanos y se calcula que 40 logran llegar al otro lado, a Folkestone (Dover). Pero de lunes a martes hubo una primera oleada de 2.100 y cuando los vigilantes trataban de detenerlos llegó otro grupo de 800. De ellos, 200 entraron en el túnel y se subieron a los camiones que viajan en los trenes lanzadera. Algunos no han sido localizados, pero 148 han pedido asilo político en Folkestone.
Son todos muy jóvenes, entre 20 y 30 años, y sus historias personales son lacerantes, agravadas muchas veces por los abusos de las mafias . Hamada Mustafa, un sirio de 27 años que logró alcanzar Folkstone, ha contado que viajó desde su ciudad de Alepo a Libia, de allí a Italia y por fin a Calais. Zemen, un etíope de Adís Abeba, relata que pagó 3.000 dólares por pasar de Libia a Italia. Como se ha dicho muchas veces, los políticos ingleses y franceses comienzan a apuntar que no hay más solución que contribuir a que mejore el nivel de vida en los países de origen. Pero eso se llama tiempo, dinero y voluntad.
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