Un poco de luz en mitad del túnel de Grecia
Los ciudadanos respiran al poder acceder a sus pertenencias en los bancos y entran con miedo al supermercado
«Todo en orden» , dice muy satisfecha la señora Déspina, una jubilada con magnífico aspecto. Acaba de salir del banco acompañada por su hija. No hace falta preguntarle: ha podido, después de tres semanas de preocupaciones, sacar parte de sus posesiones depositadas en la caja de seguridad de su sucursal bancaria, en un barrio residencial de Atenas. No quiere dar más explicaciones , pero seguro que era dinero en metálico y alguna joya. Muchos griegos habían elegido la solución de depositar sus ahorros en una caja de depósito en su propia sucursal, convencidos de que siempre tendrían acceso a la misma. Acciones, dinero en efectivo, monedas de oro, joyas. Nunca pensaron que los bancos iban a cerrar de golpe y durante tanto tiempo.
Por su parte Níki, una madre con tres hijos que trabaja como fisioterapeuta, ha conseguido hacer unos pagos urgentes (no utiliza el sistema de pagos electrónico), cuestión que la agobiaba, porque «con sólo sesenta euros al día no me da para la casa, ni para la compra ni las facturas. Ahora ya puedo respirar ». Y eso que más de la mitad de sus pacientes han podido pagarle en efectivo; a los demás les ha fiado. Ahora se va de vacaciones con toda la familia a su casa de veraneo.
El más enfadado es el señor Jrístos , que está sentado en el murito al lado del cajero. «Ya estoy harto de venir todos los días aquí, tres semanas sacando los sesenta euros. Esto no tiene pinta de arreglarse pronto». Está indignado con el mundo entero y, sobre todo, con Alexis Tsípras , a quien votó en enero con entusiasmo harto del bipartidismo reinante desde hace más de treinta años. Para este jubilado del sector público (no quiere decir dónde trabajó), las cosas solo pueden ir a peor, aunque no pierde la esperanza de que, al final, acaben mejorando. En su opinión, el hecho de que abran los bancos solo tiene un efecto psicológico y no habrá normalidad hasta que se retiren todos los controles de capitales.
Subida de precios
En cambio, en el supermercado nadie habla de ahorrar : han subido los precios de casi la mitad de los productos y la gente mira las etiquetas con preocupación. Los alimentos más básicos siguen con el IVA al 13%, pero el resto, que no son exactamente caprichos, han subido al 23%. «Los jubilados somos los que pagamos el pato: nos reducen la pensión, nos suben el precio de la comida, del transporte, tenemos que pagar el 25% de las medicinas… nos han engañado». Así nos lo cuenta una señora mayor vestida de negro, con monedero gastado y bastón. Su cesta de la compra está casi vacía: «No sé lo que me espera. Prefiero comprar menos y quedarme con algún eurito en el monedero».
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