Burundi celebra elecciones presidenciales entre la violencia y la falta de garantías democráticas

El actual mandatario, Pierre Nkurunziza, está llamado a renovar mandato, a pesar de las protestas que exigen su salida del poder

Burundi celebra elecciones presidenciales entre la violencia y la falta de garantías democráticas reuters

EDUARDO S. MOLANO

«El actual clima de seguridad y (libertad) política no garantiza la celebración de unas elecciones libres y justas», asegura Jean Minani. Antiguo portavoz de la Asamblea parlamentaria, a este burundés el sentido común le ha dicho decir basta. Junto a los exmandatarios Domitien Ndayizeye y Sylvestre Ntibantunganya, el político ha rechazado presentarse al esperpento electoral que se celebra hoy martes en el país africano.

En estos comicios presidenciales, el actual mandatario de Burundi, Pierre Nkurunziza, está llamado a revalidar su poder frente a una amalgama opositora debilitada y donde solo destacan algunos nombres como el de Gerard Nduwayo, del partido Unión Progreso Nacional. Aquí, para cualquier juego especulativo, las anteriores experiencias es cierto que son un grado: En los pasados comicios de 2010, Nkurunziza obtuvo el 91.62% de los votos. Eso sí, era el único candidato.

Sin embargo, el clima antidemocrático parece soplar con vientos aún más huracanados. Desde abril, al menos 77 personas han perdido la vida y más de 140.000 personas han abandonado el país ante las violentas protestas contra el actual mandatario y que tuvieron su punto álgido en una exigua intentona golpista.

La crisis política tiene su origen en abril, tras la decisión de Nkurunziza de presentarse como candidato por el partido gubernamental CNDD-FDD para un nuevo término , a pesar de haber cumplido ya dos periodos de cinco años que marcaba la Constitución. Una decisión, que los partidos opositores consideran amenaza la estabilidad del país, tras doce años de guerra civil. Días después de confirmarse su candidatura, el 13 de mayo, el general Godefroid Niyombare, exjefe del servicio de inteligencia burundés, anunciaba la destitución del presidente.

A pesar de ello, la alborada no fue dirigida desde las fuerzas opositoras clásicas, sino desde sectores del Ejército disidentes con el Ejecutivo. Por ello, ante la falta de apoyo en las calles (que no en las mentes), el levantamiento apenas se dilató durante tres días y quedó finiquitado con la detención de 18 militares de alta graduación que participaron en la intentona golpista.

No obstante, aún contenida la asonada militar, los disturbios civiles han crecido en el país, mientras continúan las deserciones políticas , como la huida hacia Bélgica del segundo vicepresidente del país, Gervais Rufyikiri, así como del presidente del Parlamento, Pie Ntavohanyuma, quienes exigían a Nkurunziza renunciar a un tercer mandato.

Como muestra de la falta de voluntad del Gobierno de Bujumbura para la resolución pacífica del conflicto , el domingo, el Ejecutivo renunciaba enviar a representante alguno a las conversaciones de paz regionales encabezadas por la vecina Uganda.

En este sentido, el general Leonard Ngendakumana, uno de los líderes del golpe fallido del pasado mes de mayo, aseguraba en una reciente entrevista «estar preparado» para expulsar, por la fuerza, al presidente Nkurunziza.

Los Imbonerakure, a la espera

Mientras, el intercepto, por su parte, continúa haciendo oídos sordos al clamor internacional. Fiel reflejo de su golpe en la mesa, el mandatario dedicaba la última jornada de campaña electoral, el sábado, al disfrute de un partido de fútbol en su localidad natal, Ngozi.

Desde hace tiempo, todo parecía atado y bien atado: El pasado año, un cable diplomático denunciaba cómo el Imbonerakure, el beligerante ala joven del CNDD-FDD, estaría recibiendo armas de cara a los comicios presidenciales .

De forma paralela, en este intrincado cruce de caminos, Ruanda continúa reiterando su inquietud ante la situación en el país vecino. «Tenemos información de que algunos elementos de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de Ruanda (FDLR) han cruzado a Burundi desde la República Democrática del Congo y podrían incluso involucrarse directamente en los disturbios», denunciaba recientemente Louise Mushikiwabo, ministra de Exteriores ruandesa.

La llamada de atención sobre la presunta explotación del conflicto por parte del FDLR (una milicia hutu -la misma etnia del presidente Nkurunziza- formada, en gran parte, por ex miembros de la guerrilla 'Interahamwe', quienes llevaron a cabo el genocidio de Ruanda en 1994 y se refugian ahora en el este del Congo) suponía entonces una evidente escalada dialéctica de la crisis. Más aún, en un país en claro desajuste (85% de la población hutu, como el mandatario, 15% Tutsi).

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