Primeras horas en el nuevo Oriente Medio

Primeras horas de la nueva era , primeras horas después de la firma del acuerdo nuclear entre Irán y el 5+1, grupo formado por Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido, Francia y Alemania, un acuerdo que va mucho más allá de la letra pequeña que recoge el documento final aceptado por las dos partes, y un acuerdo tan difícil de lograr, como difícil de mantener. Han sido necesarios doce años, con negociaciones especialmente intensas desde junio de 2013, para consensuar un texto en el que básicamente la república islámica se compromete a limitar el enriquecimiento de uranio a cambio del levantamiento de las sanciones internacionales. Atrás queda la época en la Estados Unidos atacó Irak por la sospecha de que Sadam Husein poseía armas de destrucción masiva, ahora parece que la gran potencia prefiere esperar a tener las pruebas de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) antes de apretar el gatillo. Estos son los tres actores de la nueva era que arranca con un Irán fortalecido moralmente porque consigue su objetivo primordial: no renunciar al enriquecimiento de uranio .

Este acuerdo habría sido imposible sin la llegada a la presidencia del clérigo moderado Hasán Rohani. El dirigente se comprometió a aliviar la crisis y aislamiento que sufría el país tras los dos mandatos de Mahmud Ahmadineyad y para ello era imprescindible el levantamiento de las sanciones que, de manera conjunta, Europa y Estados Unidos habían impuesto a su país. Estos castigos impedían la venta de crudo, la principal fuente de ingresos de un régimen que necesita esos fondos, entre otras cosas, para mantener su enorme infraestructura de pequeños “chiistanes” levantados en Oriente Medio. Teherán es la gran potencia chií de la región y de sus arcas depende la fidelidad de esta minoría del Islam en países como Líbano e Irak, donde son mayoría y tienen el gobierno, Siria, Yemen y los emiratos del Golfo Pérsico. Allí donde haya chiíes, siempre estará la sobra de Irán para apoyarle y la presión internacional estaba poniendo en peligro este sistema de fidelidades tejido desde 1979.

En el caso de Palestina no hay comunidad chií, pero Irán apoya abiertamente a las facciones armadas de Hamás y de Yihad Islámica, las grandes amenazas para Israel. El gobierno del estado judío ha sido quien primero ha protestado por el acuerdo con Irán, que hace que «el mundo sea un lugar más peligroso», según el primer ministro Benyamin Netanyahu, cuyo mayor temor es que Barack Obama apueste por el más difícil todavía y tras sellar el acuerdo con los iraníes se ponga serio en el conflicto entre israelíes y palestinos. Cuando los titulares de prensa se refieren al « cambio de era en Oriente Medio », detrás de cada palabra se puede leer que, tras décadas de permisividad absoluta, ahora Estados Unidos podría apretar a su socio judío para que empiece a respetar la legislación internacional.

El otro frente del « cambio de era » es el de los tradicionales aliados árabes de Occidente, como Arabia Saudí o Catar, cuyas agendas se mezclan en las guerras de Irak y Siria defendiendo cada uno sus intereses frente a los gobiernos de Bagdad y Damasco, ambos bajo la influencia directa de Irán. Uno de los resultados de esta lucha sectaria ha sido el florecimiento del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en el corazón de Oriente Medio, un grupo que no ha dudado en extender su amenaza a Europa y Estados Unidos hasta ganarse la etiqueta de «amenaza global». Aunque el acuerdo nuclear se ciñe a lo puramente científico, el cambio de aires en el ambiente diplomático puede introducir variantes en el círculo vicioso en el que se encuentra sumida la región, sobre todo desde el establecimiento del califato hace un año. Irán pasa a convertirse en una nueva variante en el complejo tablero de los conflictos que vive una zona en la que la república islámica tiene una influencia decisiva.