El intento de agresión al «premier» serbio dispara la tensión interétnica en Bosnia
Las heridas dejadas por la guerra no sólo no han cicatrizado, sino que la distancia parece haberse agrandado entre las diferentes comunidades que se mataron durante el conflicto
«Nadie debería permanecer indiferente respecto a la brutalidad de un incidente que recuerda a los ocurridos en 1992». Son palabras del presidente serbio, Tomislav Nicolic. Las pronunció ayer refiriéndose al ataque sufrido por el primer ministro serbio, Aleksandar Vucic, durante la conmemoración el pasado sábado del genocidio de Srebrenica en el Memorial de Potocari: una turba de musulmanes arrojó piedras y botellas contra Vucic durante el acto religioso para homenajear a los más de 8.000 varones bosnios-musulmanes asesinados en julio de 1995 a manos de las tropas serbobosnias de Mladic.
Nicolic comparó la agresión a Vucic con los actos de violencia que desataron la guerra de Bosnia (1992-1995), el último y más cruento de los conflictos armados vividos en los Balcanes tras el hundimiento de Yugoslavia. Las palabras del presidente serbio y el ataque a Vucic demuestran que 20 años después del fin de la guerra, la tensión entre las tres comunidades (bosnios musulmanes, serbobosnios ortodoxos y bosniocroatas católicos) sigue viva en un país con un sistema político regido por criterios étnico-religiosos.
Srebrenica es tal vez el mejor ejemplo de esa tensión: la pequeña ciudad situada al sur de la República Sprska (entidad serbia dentro de Bosnia-Herzegovina), que contaba con 12.000 habitantes antes de la guerra, es hoy una ciudad casi fantasma con un par de miles de habitantes en la que la desconfianza entre musulmanes y serbobosnios marca el día a día.
«¿Estuvisteis en Potocari? ¿Realmente creéis que allí hay tanta gente enterrada?» , preguntaba ayer un anciano serbio a un grupo de periodistas durante la conmemoración de víctimas serbobosnias asesinadas en 1992 por las fuerzas musulmanas del comandante Naser Oric en un pueblo cerca de Srebrenica. Belgrado sigue pidiendo la extradición de Oric para juzgarlo por «crímenes de guerra». Tras ser detenido en Suiza a petición de Serbia, el excomandante fue finalmente extraditado a Sarajevo, algo considerado como una afrenta por el Gobierno serbio.
«69 personas, la mayoría civiles, fueron asesinado aquí hace 23 años. Mujeres, ancianos, niños. Y este fue sólo uno de los 80 pueblos en los que serbios fueron asesinados», declaró ayer a la prensa extranjera Mladen Grujicic, el presidente de la asociación municipal de Srebrenica de ayuda a las familias de serbios muertos o desaparecidos durante la guerra. Acto seguido, Grujicic se preguntó en voz alta: «Si un representante de Estado como Vucic no está seguro en un acto en el que hay 2.000 policías , ¿cómo lo van a estar los serbios de Srebrenica si nadie cuida de ellos?».
Las heridas dejadas por la guerra de Bosnia no sólo no han cicatrizado, sino que la distancia parece haberse agrandado entre las diferentes comunidades que se mataron durante el conflicto. «Porcentualmente, en Srebrenica murieron más serbios que musulmanes durante la guerra» , afirma Mladen Grujicic. En cambio, si se le pregunta al bosnio-musulmán Sacevic si considera al excomandante Naser Oric un criminal guerra, no tarda ni un segundo en contestar: «De ninguna manera; sin él, el genocidio de Srebrenica habría sido aún peor. Aunque es evidente que ninguna guerra es limpia, Oric fue absuelto por el Tribunal Penal Internacional.»
Noticias relacionadas