«La gente tiene miedo: ya no compra carne, prefiere comer pasta»

Aumenta la angustia entre las familias y las empresas griegas cuando se entra en la tercera semana de «corralito»

«La gente tiene miedo: ya no compra carne, prefiere comer pasta» reuters

begoña castiella

El anunció el sábado del ministro de Economía, Giorgos Stathakis, de que el control de capitales durará todo el verano cayó ayer como un jarro de agua fría sobre los griegos. El «corralito» se extiende y la angustia de las familias también , aunque todavía queda la leve esperanza de que si se alcanza un acuerdo estos días con el Eurogrupo, al menos los bancos podrían abrir. También corría ayer el rumor de que Stathakis podría reunirse hoy con los bancos griegos para agilizar su apertura. Pero mientras esto sucede -o no-, los griegos deben gestionar su día a día. Y no todos lo hacen de la misma manera.

Quienes tienen tarjetas de crédito y acceso a transacciones bancarias electrónicas no tienen problemas, siempre que se trate de movimientos dentro de Grecia. Cada día hay más personas que piden hacer transacciones electrónicas y el proceso se ha agilizado notablemente . Así se pueden efectuar transacciones dentro de Grecia sin límite, si se trata del mismo banco; y hasta 12.000 euros por cada movimiento si es con otro banco. Eso sí, en casos de gastos hospitalarios urgentes y estudios, se debe pedir autorización al Ministerio de Finanzas, que la gestiona rápidamente.

Spíros, que vive en el barrio ateniense de Gazi y tiene 42 años, es contable en una empresa privada. Asegura que con los 60 euros que puede sacar al día del cajero cubre sus necesidades, y con las transferencias electrónicas paga el resto de sus facturas. «Gano mucho menos que 1.700 euros de sueldo, con lo que lo puedo cobrar poquito a poco . Pero no es muy práctico». Su amigo Stávros, que tiene una escuela de idiomas, hace todas sus transacciones de forma electrónica, y así ha pagado a las 15 personas que trabajan en su academia. «Los padres de mis alumnos me están pagando poco a poco en efectivo. Hay confianza y les fío», afirma.

Yasemí, de 52 años, dueña de un puesto de comida rápida con pinchos morunos, reconoce que tiene menos trabajo desde que se cerraron los bancos, «pero aguanto porque aquí trabajan mis dos hijos, que viven conmigo . A los otros tres empleados les pago a diario con el dinero de la caja». Eso sí, reconoce que cada vez hay menos dinero en billetes pequeños y no puede acudir a los bancos a que le cambien. Se apaña con los comercios vecinos y con los taxistas: unos cambian a los otros, como si fueran cromos del colegio .

Efectivo o transferencia

María, la gerente de un restaurante turístico —situado a 200 metros del Museo de la Acrópolis— que está lleno a todas horas, no se queja. «Los turistas pagan con tarjeta o metálico, no protestan y dejan propina. Aquí no vienen griegos . Pago al personal como siempre, por transferencia. Y por ahora mis proveedores me siguen surtiendo y les puedo pagar por transferencia o con efectivo si insisten. Ojalá siga así todo».

Hay sin embargo muchos empresarios desesperados: entre ellos los del mercado central de Atenas, dónde la gente paga siempre en metálico. El sábado en los puestos de carne y pescado había mercancía pero poca gente. «Nadie compra pescado fresco ni carne. Guardan su dinero en efectivo como si fuera oro. O van a comprar carne o pescado congelado en el super, o eligen cocinar arroz y pasta . Aquí ni se acercan», dice Thanásis, que solía vender los mejores lenguados y gambas. En los pasillos cercanos, donde está el mercado de carne, sólo quienes venden carne de pollo tienen clientes. «Ahora la carne sólo la miran», comenta otro tendero desolado, porque hay poco movimiento y se les acaba el dinero suelto para dar cambio, ya que los pocos clientes que compran quieren hacerlo con billetes de 50 o de 20 euros.

En la calle Ermú, la más comercial de Atenas, los comerciantes también están desesperados. El señor Páris, en su preciosa tienda de zapatos caros, se lamenta. «Este lunes empieza la temporada de las rebajas. Parece un chiste. ¿Qué vamos a vender? Los turistas guardan el dinero para recuerdos, comida y algún detallito. Pero nuestros clientes habituales no vienen. Están asustados. Y nosotros con las tiendas llenas, ¿qué haremos? ¿Cómo pagaremos a los empleados, los impuestos?».

La situación también es dramática para quienes tienen empresas de exportación e importación. Los contenedores de los puertos están varados a la espera de que los encargos procedentes de fuera del país sean abonados . Aun peor es el caso de los proveedores del Estado, que no paga a nadie desde enero: si no cobran, no pueden pagar ellos tampoco a otras compañías, a los proveedores y a los trabajadores. Ahora sin acceso a sus (limitados) créditos, han tenido que mandar a casi todos sus empleados a casa.

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