El primer ministro serbio, apedreado durante la conmemoración de Srebrenica

Más de 50.000 personas, entre ellas Bill Clinton, participaron este sábado en los actos en recuerdo de los 8.000 bosnios musulmanes asesinados en 1995

El primer ministro serbio, apedreado durante la conmemoración de Srebrenica afp

andreu jerez

Primero con silbidos y después con gritos de «Allahu Akbar». Así recibieron este sábado parte de los participantes en la conmemoración del genocidio de Srebrenica a la delegación serbia. El ambiente de la ceremonia, marcadamente religiosa, estaba transcurriendo de manera tranquila hasta que el primer ministro serbio, Aleksandar Vucic, apareció por el enorme memorial a cielo abierto situado en Potocari, localidad vecina a Srebernica . Allí estaba situado el destacamento en el que buscaron refugio (sin éxito) más de 25.000 refugiados bosnio-musulmanes el 11 de julio de 1995.

Los silbidos y los gritos de «Allahu Akbar» fueron aumentando conforme la delegación serbia avanzaba por el pasillo en el que en uno de sus laterales están escritos los nombres de los más de 8.000 niños, hombres y ancianos asesinados por las tropas serbobosnias. Lo hicieron hasta que las botellas, piedras e incluso algún zapato empezaron a caer desde el público. La seguridad del Vucic y la policía bosnia decidieron entonces salir por uno de los vomitorios. Para entonces, algunos asistentes ya intentaban golpear al primer ministro serbio. La policía consiguió finalmente abrirse paso entre la gente y sacar a la delegación de Serbia por una salida trasera tras vivirse momentos de enorme tensión.

Los 50.000 asistentes al acto, incluido Bill Clinton (presidente de Estados Unidos durante la guerra de Bosnia), presenciaron un conato de violencia inédito desde que comenzase a conmemorarse el genocidio de Srebrenica . Una prueba de que la herida dejada por la guerra de Bosnia (1992-1995) sigue abierta en el corazón de Europa.

Tras el incidente, algunos de los asistentes aseguraban que la participación de Vucic había sido simplemente una provocación de Belgrado . Las semanas previas al vigésimo aniversario los ánimos ya se habían caldeado por el intento de extradición fallido por parte del Gobierno serbio del excombandante bosnio musulmán, Naser Oric. Y también por el veto de Rusia a la resolución impulsada por Reino Unido para condenar el genocidio de Srebrenica en el Consejo de Seguridad de la ONU. «Belgrado sabía que algo así podía ocurrir. No sé por qué Vucic ha venido», se preguntaba Ibrahim, un bosnio-musulmán.

El Gobierno serbio ha condenado «con claridad el horroroso crimen» de Srebrenica , pero se niega a calificarlo de genocidio, tal y como sentenció en 2004 el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia de La Haya (TPIY), al considerar demostrado que las fuerzas serbobosnias llevaron a cabo una operación de limpieza étnica en la región que actualmente forma parte de la llamada República Srpska, el ente serbio existente dentro de Bosnia-Herzegovina.

Vivir con el horror

Irvin Mujcic perdió en Srebrenica a un total de 25 familiares, entre ellos su padre y su tío . No tiene problema en contarlo. Lo hace con calma, sin exaltarse y sin atisbo de odio alguno. Parece haber aprendido a vivir con los recuerdos del horror que supuso el primer genocidio cometido en Europa tras el fin de la Segunda Guerra Mundial. Tanto es así, que este joven bosnio musulmán, que creció en Italia, decidió mudarse el pasado diciembre a la casa de su familia en Srebrenica. La vivienda llevaba 20 años sin ser habitada tras quedar parcialmente destruida por la guerra. Irvin se ocupó en solitario de rehabilitarla. Hoy el es el único miembro de la familia que vive allí.

Volver a sus raíces no fue una decisión fácil. La ciudad está situada dentro de los dominios de la República Srpska, un territorio autónomo casi con rango de estado controlado de facto por una mayoría serbobosnia dentro de las fronteras del frágil Estado de Bosnia-Herzegovina, nacido tras firma del acuerdo de Paz de Dayton, firmado en 1995 sobre los rescoldos de la guerra. Cientos de miles de bosnios musulmanes abandonaron sus casas durante el conflicto y solo una minoría decidió volver al este de Bosnia. «Srebrenica es mi sitio, pero al mismo tiempo no lo es», asegura Irvin. El joven tiene asumido que no vivirá aquí mucho tiempo: Srebrenica ya no es y difícilmente volverá a ser la ciudad de antes de la guerra.

Paradigma de la guerra

Lo ocurrido en Potocari supuso un paradigma de la guerra de los Balcanes iniciada tras el desmoronamiento de Yugoslavia a principio de la década de los noventa: un conflicto fratricida de corte etnico-religioso cuyo objetivo no sólo era vencer al enemigo, sino también expulsarlo de aquellas regiones que cada uno de las comunidades (croatas católicos, bosnios musulmanes y serbios ortodoxos) consideraban como propias. Veinte años después, las armas ya no resuenan en ciudades como Srebrenica ni en la montañosa Bosnia-Herzegovina, pero la ideología del odio étnico-religioso sigue anclada en el pensamiento de buena de parte sus habitantes, sean de la comunidad que sean.

«Srebrenica se ha convertido en un nuevo paradigma de la Bosnia actual: es una ciudad del duelo permanente», dice Meho Travljanin, economista bosnio musulmán exiliado en Alemania. Hay quien pretende hacer ver que Srebrenica ha recuperado la normalidad, asegura, pero es sólo un espejismo: «Cada año a principios de julio, cuando se acerca el aniversario del genocidio, la ciudad se llena de visitantes. Pero el día 11 por la tarde, ya no queda prácticamente nadie en Potocari ni en Srebrenica. Y los políticos son los primeros que se van . Las personas que siguen viviendo allí, y especialmente los que perdieron a familiares y seres queridos, se preguntan a sí mismos: ¿por qué no se acuerdan de Srebrenica el resto de año?».

«Nos sentimos abandonados» , reclamaba este sábado un joven bosnio musulmán residente en la región mientras veía como los coches oficiales se agolpaban en la carretera principal de Potocari para abandonar la localidad. El Memorial de Srebrenica y sus miles de tumbas blancas recuperaban así su habitual tranquilidad.

El primer ministro serbio, apedreado durante la conmemoración de Srebrenica

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