Thorning-Schmidt, de líder más impopular a rozar el milagro de la reelección en Dinamarca
Ha tenido que luchar contra una imagen frívola, apuntalada por su célebre autorretrato con Barack Obama y David Cameron
La primera ministra danesa, la socialdemócrata Helle Thorning-Schmidt , atisba una reelección en los comicios generales del próximo jueves que hace apenas unos meses parecía una quimera, con su popularidad por los suelos y la oposición en cabeza de todos los sondeos desde 2011.
Los recortes impulsados por su gobierno, la crítica interna y de los sindicatos y la precariedad de un gobierno en minoría que perdió a uno de sus socios convirtieron la legislatura en una dura prueba para la primera mujer en presidir un ejecutivo danés.
Aunque recuperó el poder para su partido en 2011 y cerró una década de dominio de la derecha , lo hizo con los peores resultados socialdemócratas en un siglo y gracias al ascenso de otras fuerzas.
Muchos comentaristas políticos auguraban que no sería capaz de mantener cohesionado un gobierno muy heterogéneo y que convocaría elecciones anticipadas en menos de dos años.
Thorning-Schmidt y sus aliados socialistas cerraron un sorprendente pacto de gobierno con el Partido Social Liberal , en el que desaparecían todas las promesas de campaña sobre impuestos para millonarios y bancos y subida de tasas y se aceptaba la reforma del anterior gobierno para reducir el paro y otras prestaciones.
Las críticas a su política desde los sindicatos hicieron que Thorning-Schmidt, en medio de un conflicto laboral por una reforma educativa, evitara en 2013 pronunciar un discurso en el mitin en Copenhague el Primero de Mayo, una tradición de décadas.
Eligió en su lugar Aalborg, cuarta ciudad del país, pero no pudo evitar los abucheos y las pitadas, mientras su partido se desplomaba en los sondeos, lo mismo que la opinión sobre ella de los daneses.
La entrada como accionista del banco estadounidense Goldman Sachs en la estatal DONG Energy provocó la salida de los socialistas del gobierno y dejó a su Ejecutivo con apenas un tercio de los escaños.
Las críticas a su política y los rumores de un salto a Bruselas parecían anunciar el fin, pero recibió una ayuda imprevista: el escándalo sobre los gastos del líder liberal, Lars Løkke Rasmussen.
Los problemas de su rival, la mejora económica y su papel en los atentados de febrero en Copenhague han ayudado a resucitar a Thorning-Schmidt, que ha afrontado siete remodelaciones de gabinete en esta legislatura y que en una década al frente del partido ha registrado retrocesos en todos los comicios electorales.
Una imagen atípica
En realidad Thorning-Schmidt, de 48 años, nunca ha encajado en la imagen tradicional de líder de su partido: no creció en un barrio obrero ni proviene de una familia socialdemócrata.
La pequeña de tres hermanos , fue la primera de la familia en afiliarse a ese partido con 27 años, tras frecuentar sus círculos en Brujas (Bélgica), en cuyo Colegio Europeo hizo un máster.
Allí conoció a quien luego fue su marido y con el que tiene dos hijas: Stephen Kinnock, hijo de Neil Kinnock, el líder del laborismo británico durante la época del «thatcherismo».
Acabada su licenciatura en Ciencias Políticas, trabajó en la oficina de los socialdemócratas en Bruselas, antes de volver a Dinamarca para casarse y trabajar como consultora para el sindicato LO , el brazo derecho de la socialdemocracia en este país nórdico.
Pero se fue de nuevo de Dinamarca en 1999, cuando contra todo pronóstico logró el último escaño de su partido en el Parlamento . De esa época le viene el apodo «Gucci-Helle», que le puso un colega de partido por su gusto por la ropa de diseño.
Esa imagen frívola se vio apuntalada años después por su célebre autorretrato con Barack Obama y David Cameron en el funeral de Nelson Mandela, o por el episodio en los festejos del Nobel de la Paz en Oslo en 2013, cuando abandonó su coche y salió a saludar a la actriz Sarah Jessica Parker, que firmaba autógrafos, para confesarle su afición por la serie «Sexo en Nueva York» .
Cumplida su etapa como eurodiputada, entró en la política danesa al ser elegida parlamentaria en 2005 , y de forma inesperada, meses después derrotó en unas primarias al ex ministro y portavoz Frank Jensen, apoyada por el ala derechista.
Se convirtió en fenómeno mediático, pero se desinfló y acabó derrotada, aunque aprendió la lección, se curtió en el Parlamento, cerró heridas internas y preparó el terreno para el triunfo de 2011 y que ahora puede revalidar tras cuatro años convulsos.