Rasmussen, un superviviente ante su última oportunidad como líder liberal danés
Ha tratado también de abandonar la imagen de juerguista, fumador y bebedor de cerveza

Lars Løkke Rasmussen, ex primer ministro danés (2009-2011) y líder del Partido Liberal, afronta la que probablemente sea su última oportunidad de lograr en las urnas , el próximo jueves, un triunfo que parecía tener en el bolsillo hace apenas unos meses.
Tras suceder a Anders Fogh Rasmussen , que abandonó el cargo a mitad de legislatura para asumir la secretaría general de la OTAN, no pudo evitar el regreso al poder del centroizquierda, justificado por el desgaste de su partido tras una década gobernando y por los efectos de la crisis económica.
La precariedad en apoyos del nuevo Ejecutivo y las críticas crecientes a sus medidas , entre ellas aprobar una polémica reforma del paro impulsada por el centroderecha, colocaron pronto a Løkke Rasmussen y a la oposición cómodamente al frente de los sondeos, hasta que empezaron a salir a la luz sus escándalos personales.
La prensa aireó primero que como presidente de la ONG GGGI, subvencionada por entre otros países Dinamarca, gastó más de 100.000 euros en vuelos en primera clase y hoteles de lujo.
Rasmussen habló de malentendido y reembolsó parte del dinero , pero cuando la polémica languidecía, se conoció que el Partido Liberal había desembolsado miles de euros en trajes, zapatos y ropa interior como gastos de representación suyos y pagado a varios hoteles por dejarle fumar en habitaciones para no fumadores.
Varios diputados liberales criticaron abiertamente a Rasmussen , que había vivido un episodio de facturas impagadas en sus años de gobernador provincial, y se convocó una reunión de la cúpula del partido en junio de 2014 que parecía destinada a sellar su relevo.
Pero Rasmussen salió vivo , aunque el daño en su imagen quedó hecho, e incluso cuando hasta hace un par de semanas la oposición mandaba aún con comodidad en los sondeos, la primera ministra, Helle Thorning-Schmidt, lo goleaba en valoración personal, a pesar de ser muy criticada por la política de su gobierno.
Durante la campaña, Rasmussen ha aceptado de nuevo sus errores resaltando a la vez la «credibilidad» de la política de su partido y la suya como arquitecto en su época de ministro de varias grandes reformas administrativas, fiscales y sanitarias.
Y ha tratado también de abandonar la imagen de juerguista, fumador y bebedor de cerveza que lo acompaña desde hace años, aunque sin dejar del todo el perfil más humano de quien asiste cada año a la fiesta anual de los boy scouts o que ha participado varias veces en un viaje en bicicleta a París por motivos benéficos.
La perseverancia ha sido uno de los rasgos característicos de este político de 51 años, casado y con tres hijos , licenciado en Derecho y con una amplia experiencia en la administración.
Factores en contra
Fue el primero en acceder a la cúpula de las Juventudes Liberales tras derrocar a un líder en ejercicio, cargo que ocupó entre 1986 y 1989 y bajo el que hizo un viaje a Afganistán con otros jóvenes políticos daneses: de entonces data una foto posando orgulloso con una metralleta y acompañado por varios muyahidines.
El joven Rasmussen no cejó en su empeño por ser diputado, algo que logró en 1994 después de tres intentos fallidos, y en cuatro años, aprovechando el cambio en la dirección y los juegos de poder internos, se encaramó a la vicepresidencia del partido, cargo que compatibilizó con el de gobernador provincial.
Tres años después, cuando la derecha ganó las elecciones, se convirtió en ministro, primero de Interior y de Sanidad (2001-2007) y luego de Finanzas (2009), antes de suceder a Fogh Rasmussen, de cuya sombra le costó despegarse .
La crisis económica y el desgaste del gobierno jugaron en contra, y sus fallos en la escena internacional, como cuando se le vio superado por desconocer los procedimientos al ejercer de presidente de la cumbre del cambio climático de la ONU en 2009 en Copenhague.
Rasmussen, que de niño creó un club de detectives imitando las aventuras de «Los cinco» y que soñaba con ser Perry Mason , afronta ahora un reto definitivo: ganar o ceder el liderazgo liberal.