De «Al Amriki» a Thomas Evans, la yihad occidental de Al Shabab

Un terrorista de origen británico, último eslabón en la cadena de islamistas que se dejan la vida a miles de kilómetros de su patria

De «Al Amriki» a Thomas Evans, la yihad occidental de Al Shabab

EDUARDO S. MOLANO

Febrero de 2011. Thomas Evans, un electricista británico que por entonces cuenta con 21 años, pone rumbo hacia su Ítaca personal: Somalia. Sin embargo, en el aeropuerto de Heathrow, las autoridades le impiden la partida. Sin amilanarse antes este primer revés, en junio del mismo año, el joven originario de Buckinghamshire, en Reino Unido, viaja a Egipto con el pretexto de estudiar árabe . Solo es una excusa para continuar el periplo.

Desde territorio somalí, la comunicaciones de Evans con su familia se muestran intermitentes. En enero de 2012, confirma que se ha unido a la milicia islamista de Al Shabab. En 2013, asegura haber contraído matrimonio con una niña de 13 años. Mientras, en diciembre, apuesta por un futuro destino en el «paraíso». En febrero, su madre -Sally- denuncia frente a una comisión parlamentaria que las autoridades británicas no han hecho lo suficiente para contener el viaje de su hijo.

Finalmente, cuatro años después de poner rumbo a Somalia, el pasado fin de semana, Evans perdía la vida junto a una decena de yihadistas, durante el intento de asedio de una base militar en Baure, al noreste de Kenia . Su identidad fue confirmada por el Ministerio del Interior keniano.

El caso de Evans es solo uno más los yihadistas occidentales que se dejan la vida a miles de kilómetros de su patria. Es cierto, que ahora, ante el debate abierto interno sobre si Al Shabab debe cesar en su histórica alianza con Al Qaida para estrechar lazos con el Estado Islámico , al igual que han hecho otros grupos regionales (caso de Boko Haram), su número se ha reducido en Somalia. Más aún, debido al continuo flujo de yihadistas locales que, en los últimos meses, prefieren unirse a los combates en Irak o Siria junto al Estado Islámico en lugar de su propio país.

No obstante, dos nombres resaltan de forma determinante en esta historia. En septiembre de 2013, el estadounidense  Omar Hammami, conocido como «Al Amriki» , y el británico  Osama «al Britani», fallecían en un enfrentamiento interno entre milicianos de Al Shabab en la región de Gedo, suroeste de Somalia.

Oriundo de Daphne (EE.UU.), Hammami comenzó a fraguar su fama en los foros islamistas en 2006, fecha en la que se mudó a Somalia para incorporarse a la lucha armada de Al Shabab.

El ascenso dentro del grupo no pudo ser más excelso, al encargársele a los pocos meses la misión de capitanear a los combatientes extranjeros. ¿Entre las principales acciones que se le atribuyen? La orquestación, en octubre de 2008, de un atentado simultáneo ocurrido en las localidades de Bosaso y Hargeisa donde fallecieron 30 personas.

Un currículum de sangre que, cuatro años después, servía para que su cabeza fuera incluida en la lista de los más buscados del FBI, a un precio de cinco millones de dólares .

Pese a ello, es en la faceta musical donde el líder islamista ganó más adeptos. Ya en 2010 y bajo el nombre de guerra de «Abu Mansour al Amriki», Hammami publicaba la canción «Vamos a golpear a Estados Unidos hasta que se arrodille». Al año siguiente, le seguirían otros dos éxitos dentro de los foros islamistas: «Envíame una bomba de crucero» y «Haz la yihad conmigo».

Tres canciones que  le valieron el apelativo del «yihadista rapero»  dentro de la organización.

Caída en desgracia

No obstante, a mediados de marzo de 2012, al Amriki aseguraba en un vídeo temer por su vida ante las desavenencias con la cúpula militar sobre la interpretación de la ley islámica. Aunque la veracidad de la emisión fue desmentida por Al Shabab, en diciembre, el grupo denunciaba la  «narcisista búsqueda de fama»  del miliciano.

De igual modo, en abril del año siguiente, Hammami reconocía haber sobrevivido a un intento de acabar con su vida  por parte del grupo islamista, acrecentando así su leyenda negra dentro de la organización.

El ataque, denunciado por la víctima en su perfil de Twitter, tuvo lugar en la ciudad de Raamo Cadeey, al sur del país africano, donde fue tiroteado hasta tres veces por un sicario.

«Más barato que un drone (avión no tripulado), pero caro para la credibilidad de Al Shabab . El tirador ha sido identificado como un asesino del grupo», aseguraba Hammami, al poco de sufrir en carnes propias la ira de sus antiguos compañeros.

Una locuacidad que no impediría, meses después, en septiembre de 2013, su ejecución tras un enfrentamiento entre diferentes facciones de Al Shabab.

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