Tsipras acepta ceder en los recortes si le perdonan la deuda
El primer ministro populista prepara a los radicales de Syriza, críticos con su gestión, para un posible acuerdo
El primer ministro griego, el populista Alexis Tsipras, ha empezado a mover sus fichas para preparar a sus diputados para tener que tragar una salida cuyos términos serán muy probablemente mucho más amargos de lo que esperaban cuando Syriza ganó las elecciones a finales del año pasado. Todavía está por ver que este último gesto, presentado ayer mismo, vaya a tener éxito, pero Tsipras envió el mensaje de que si a Grecia se le concede un alivio en el tema de la deuda, que pesa como una losa de plomo sobre su futuro , podría asumir más recortes y subidas de impuestos como le exigen los acreedores.
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«Si obtenemos una solución sostenible, aunque el compromiso sea muy difícil, aceptaremos la carga porque el único criterio es salir de esta situación de crisis y rescates». Eso es lo que le ha dicho Tsipras al equipo de negociadores del Gobierno griego que llegó ayer a Bruselas para presentar una nueva contraoferta y para conjurar cualquier impresión de que después del portazo del Fondo Monetario Internacional (FMI) no se han roto todos los puentes. Este equipo en principio tenía previsto reunirse con «representantes del presidente Juncker» que en este punto está actuando como mediador, no como negociador. Es verdad que solo con los dos rescates, Grecia debe más de 240.000 millones de euros a sus socios del Eurogrupo, pero los expertos que negocian con el Gobierno heleno dudan de que ese sea el principal problema de la economía del país, teniendo en cuenta que las condiciones extremadamente favorables en las que sus aliados le han prestado el dinero. De hecho, entre intereses bajísimos, que en parte le son devueltos en forma de donaciones y largos plazos de carencia, las condiciones de la deuda griega son prácticamente inmejorables. El problema es que lo que insinúa Tsipras sobre una eventual reestructuración de la deuda, es decir, que se le perdone una parte, resulta en estos momentos un camino tabú para ciertos países, empezando por Alemania. En el conjunto de la deuda griega ya no hay «fondos buitre» ni siquiera muchos acreedores privados. Después de la quita más o menos obligatoria para los acreedores privados que se pactó en 2012, lo que queda en los cajones del Tesoro Griego es deuda pública, es decir que si Grecia no se hiciera cargo, la tendrían que pagar los contribuyentes de los países que le han prestado el dinero. Hay pocos Gobiernos que estarían de acuerdo en aceptar hacerse cargo de esta deuda.
Aguantar el pulso
Es un hecho que la indicación de que el próximo Eurogrupo analizará formalmente la opción de que Grecia se declare en quiebra ha tenido ya un evidente efecto y ha puesto a Tsipras ante la certeza de que sus acreedores pueden aguantar el pulso que les ha lanzado. Su mensaje a los negociadores está también dirigido a los miembros de su grupo parlamentario, que han amenazado con rechazar cualquier acuerdo que rebase las líneas rojas de sus promesas de campaña. Tsipras está intentado convencerles de que no es necesaria una votación ni mucho menos unas elecciones como habían amenazado algunos de los más radicales. Según fuentes del partido que cita el diario «Ekathimerini», en Syriza podrían aceptar tragar los sapos, pero solo a cambio de ese compromiso «estricto, claro e indudable» de que se les perdonará una parte de la deuda.