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Marcello antes de Mastroianni: el actor que vivió el fascismo y la Segunda Guerra Mundial

A finales de mayo, ARTE quiso rendirle un homenaje con un documental sobre su vida. Pero el actor italiano, uno de los más conocidos del siglo XX, creció alejado de los focos y la fama que el cine le granjeó con el estreno de «La dolce vita» en 1960

Marcello antes de Mastroianni: el actor que vivió el fascismo y la Segunda Guerra Mundial abc

silvia nieto

Su rostro apareció en el cartel del Festival de Cannes de 2014 y los pósteres de las películas que interpretó aún se venden como recuerdo en las postales de Roma. A finales de mayo, la cadena franco-alemana ARTE quiso rendir homenaje a Marcello Mastroianni con un documental sobre su vida. Pero el actor italiano, uno de los más conocidos del siglo XX, creció alejado de la fama que el cine le granjeó con el estreno de «La dolce vita» en 1960. Su juventud, del niño humilde que jugaba en Roma al muchacho que se ocultó del fascismo en una azotea de Venecia, transcurrió al hilo de los años más agitados de la historia de su país.

Marcello Vicenzo Domenico Mastroianni nació en Fontana Liri, un pequeño pueblo a unos 90 kilómetros de Roma, el 28 de septiembre de 1924. Una década negra para Italia. Los estragos causados por la Primera Guerra Mundial todavía herían a la nación, victoriosa y derrotada al final del conflicto. Aunque alineada con el bando vencedor, las anexiones territoriales a las que aspiraba le fueron denegadas pese al esfuerzo bélico. La batalla de Caporetto, librada en octubre de 1917, fue testigo de la sangre vertida. El Ejército italiano huyó en desbandada ante el ataque de las fuerzas austro-alemanas. Un episodio que Hemingway recogió en su novela «Adiós a las armas», de 1929.

La sociedad italiana de posguerra, lastrada por la derrota e inestable por el gran número de excombatientes ociosos, sufrió un cóctel de inestabilidad que desembocó en el ascenso al poder de Benito Mussolini. El dictador obtuvo los mandos del país después de la Marcha sobre Roma de octubre de 1922. Ante aquella exhibición de fuerza, el rey Víctor Manuel III cedió a las presiones de los fascistas y les aupó al poder. La violencia y represión se pusieron al orden del día, una experiencia que la familia de Mastroianni conoció. En junio de 1924, el diputado socialista Giacomo Matteotti fue asesinado por los fascistas. Cuatro años después Ottorino Mastroianni, el padre del actor, fue despedido de su trabajo como asistente químico. Según su madre, por emitir críticas contra la dictadura. Lo cierto es que la familia se trasladó a Roma en 1933, a un barrio de las afueras de la capital llamado Tuscolano. Allí, Ottorino abrió un taller de ebanistería.

Muchos años más tarde, Mastroianni se convirtió en actor de su propia vida. En «Una jornada particular» (1977), una película ambientada en la Roma fascista, interpretó a Gabriele, un homosexual disidente al borde del suicidio por culpa de la represión política. Sofía Loren era Antonietta, una mujer afín a un régimen que le relegaba al papel de esclava doméstica. La soledad de ambos, compartida mientras Hitler y Mussolini recorrían las calles de la capital en mayo de 1938, les unía a lo largo de un día empleado en curar su dolor. Alessandra Mussolini, nieta del dictador y sobrina de la Loren, aparecía en el filme. Décadas después adoptó la ideología de extrema-derecha del abuelo y declaró, en un programa de la televisión italiana, que era «mejor ser fascista que maricón».

La Segunda Guerra Mundial estalló cuando Mastroianni era un adolescente. En 1943, el actor comenzó a trabajar para el Ayuntamiento de Roma. Poco después fue trasladado al Instituto Geográfico Militar de Florencia, donde dibujó los planos de retirada del Ejército italiano. Las cosas se habían complicado ese año para los fascistas. El desembarco de Sicilia el 10 de julio de 1943 fue una operación exitosa, llevada a cabo de forma conjunta por tropas estadounidenses, británicas y australianas. Una acción militar que le costó el puesto a Mussolini. Víctor Manuel III le destituyó y nombró en su lugar al mariscal Pietro Badoglio, quien firmó un armisticio con los Aliados el 8 de septiembre. La decisión no gustó a los alemanes. La Werhmacht, el ejército nazi, invadió el norte de la península italiana y entregó a Mussolini las riendas de la República de Salò, un régimen cuyo horror retrató Pier Paolo Pasolini en su película «Salò o los 120 días de Sodoma», de 1975.

Atrapado en Florencia, Mastroianni fue desplazado a Dobbiaco, una ciudad cercana a Austria donde le obligaron a cavar trincheras. Su posible traslado a Alemania despertó en él las alertas y tomó una decisión. Tras falsificar unos documentos, logró huir a Venecia, donde pasó el resto de la guerra oculto en una azotea junto a su compañero de fuga, el reconocido pintor Remo Brindisi. Ambos sobrevivieron como dos pillos, dibujando los puentes de la ciudad de los canales en pañuelos que luego vendían a turistas. La experiencia de la guerra, como a tantos hombres de su generación, dejó huella en el actor. Así lo explicó su hija Chiara Mastroianni en una entrevista concedida al diario francés «L’Express» en enero de 1997: «Las personas que han conocido la guerra no viven como las demás. Han vivido lo peor. Su vida ha estado en peligro. Después de sobrevivir a eso, se puede resistir todo. Mi padre hablaba de la guerra con frecuencia. Siendo tan novelesca como él, era el público ideal cuando contaba esas historias geniales que me creía a medias. Después tuve la prueba de que todo lo que decía era cierto».

Tras la liberación de Roma el 4 de junio de 1944, Mastroianni, cargado de provisiones, emprendió el camino de regreso a la capital para reunirse con su familia. Por entonces ignoraba que algo más de una década después se convertiría en una de las caras más conocidas del cine de su país.

Marcello Mastroianni murió en París, en su domicilio de la céntrica rue de Seine, el 19 de diciembre de 1996. El día 22 Roma acogió su funeral público, un acto en el que el silencio solo se rompió al compás de la melodía de la película «Ocho y Medio», de 1963. Protagonizada por el actor, siempre fue el trabajo del que se sintió más orgulloso. La Fuente de Trevi también se unió al duelo. Cubierta de crespones negros en homenaje a la escena icónica de «La dolce vita», recordaba el momento del filme en el que el intérprete observaba embelesado a Sylvia, encarnada por la actriz Anita Ekberg. Como dijo el director de cine Mario Monicelli: «Su muerte no es sólo una pérdida para el cine, sino para toda la cultura italiana. Mastroianni ha transmitido una imagen positiva de Italia y del actor, una imagen fuera de lo normal, sin los vicios de los divos: desmitificadora y elegantemente irónica».

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