La entrada en el Panteón nacional de cuatro héroes de la Resistencia enfrenta a Hollande con sus antecesores
Su gesto ha sido percibido como una inconfesable maniobra electoralpor parte de Valery Giscard d'Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, que boicotearon el acto con su ausencia
La entrada en el Panteón nacional de cuatro héroes de la Resistencia, Genevieve de Gaulle Antonio, Germaine Tillion, Pierre Brossolette y Jean Zay, ha enfrentado soterradamente al presidente François Hollande y sus antecesores en la jefatura del Estado, Valery Giscard d'Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy.
Las solemnes ceremonias de la entrada en el Panteón de tres figuras de la Resistencia contra el invasor nazi, entre 1940 y 1945, han coincidido con la «precampaña» electoral, de quien se sospecha, con mucho fundamento, que ha comenzado a «preparar» su candidatura a la reelección, dentro de dos años.
El Panteón, en la parisina «montaña» de Santa Geneviève, la patrona de París, es la gran cripta donde Francia rinde homenaje a los grandes héroes nacionales, de Voltaire, el gran filósofo del siglo de las Luces, a Jean Monnet, uno de los patriarcas de la construcción política de Europa, pasando por Rousseau o André Malraux.
El Presidente de la República tiene el privilegio de proponer y oficiar la entrada de nuevos héroes y heroínas en la gran cripta funeraria nacional. Tres años después de su elección, dos años antes de la futura campaña presidencial, Hollande organizó la tarde del miércoles la entrada en el Panteón de cuatro personalidades significativas.
Su gesto ha sido percibido como una inconfesable maniobra electoral, por parte de los tres ex presidentes vivos, Valery Giscard d'Estaing, Jacques Chirac y Nicolas Sarkozy, invitados por Hollande, con poco éxito, a las ceremonias institucionales.
Giscard, Chirac y Sarkozy decidieron «boicotear» con su silenciosa ausencia unas ceremonias oficiales discretamente empañadas con ese sordo y subterráneo enfrentamiento. Lejos del ecumenismo institucional, el callado rechazo de Giscard, Chirac y Sarkozy ilumina una suerte de «guerra civilismo» inconfesable en la cúspide institucional de Francia.