Secuestran a 30 civiles en México haciéndose pasar por policías
La ciudad mexicana de Chilapa, último foco de la lucha despiadada entre cárteles de la droga
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Chilapa es el último foco de un incendio llamado Guerrero. De aquí desaparecieron entre 15 y 30 personas entre el 9 y el 15 de mayo a manos de civiles armados que se hacían llamar «policías comunitarios». El pasado martes 19, la Fiscalía General del Estado informaba de que estaba investigando las denuncias por secuestro de 15 personas del municipio. La cifra que daba la Comisión Estatal de Derechos Humanos, sin embargo, era de al menos 30 personas desaparecidas.
Diez días antes, un grupo de «policías comunitarios» tomaron la ciudad, pidiendo acabar con la violencia que ha azotado a la región en los últimos meses, y se retiraron a los cinco días tras llegar a un acuerdo con las autoridades estatales y federales. Entre medias, se llevaron a jóvenes de entre 15 y 30 años de casas, mercados, calles y plazas, bajo la acusación de ser «halcones de los Rojos», uno de los grupos criminales que se disputa el comercio de drogas en la zona.
El alcalde de Chilapa, Francisco García –del Partido Revolucionario Institucional (PRI)–, que se encontraba en Chilpancingo, capital del Estado, cuando se produjeron los hechos, denunció ante los medios que sospechaba que el grupo armado que entró en la ciudad eran en realidad miembros de «los Ardillos», rivales de los Rojos.
Chilapa, a 45 minutos de Chilpancingo pasando por Tixtla –el municipio donde está la escuela de Ayotzinapa a la que pertenecían los 43 desaparecidos de Iguala–, es uno de los enclaves más violentos del Estado. Arraigado centro eclesiástico –es un viejo enclave agustino y tiene la tercera catedral más grande de México–, está situada a las puertas de la región de la Montaña, la más pobre del país. Cuando los narcos vieron que esas tierras eran óptimas para el cultivo de la amapola, sus campesinos no tuvieron ningún dilema: «Planten estas semillas, se las pagamos por adelantado». Si los delincuentes, a cambio, no reciben la planta, no hay segunda oportunidad.
Rojos de flor y sangre
Así, se convirtió en la tierra de oro que se disputan esos dos grupos criminales que controlan el procesamiento y el tráfico de heroína, escindidos de los grandes cárteles e integrados por asesinos mercenarios. Campos sembrados de rojo por la flor y por la sangre.
En total, se estima que 200 personas han desaparecido en los tres últimos años. El rosario de cadáveres de finales de año es suficiente para darse una idea. El 27 de noviembre, la policía municipal encontró 11 cuerpos decapitados y calcinados en una zanja. Dos días después, a cinco más en el mismo Estado dentro de una camioneta. Ese mismo mes se encontraba en una fosa el cuerpo del misionero ugandés John Ssenyondo, desaparecido medio año antes: sicarios de Los Rojos lo asesinaron por no ceder al chantaje e instar a los feligreses a hacer lo mismo. Junto a él, había 13 cuerpos más.
En este contexto, las elecciones del próximo 7 de junio, en las que se eligen 1.996 cargos, entre ellos 500 diputados federales y los gobernadores de nueve estados, son un campo de batalla donde no caben las metáforas. Apenas el primer día de este mes, asesinaban al candidato a la alcaldía de Chilapa por el PRI, Ulises Fabián Quiroz. Su suplente, José Santos Valdivia, se negó a asumir la candidatura, que finalmente aceptó, no sin temor, Jesús Parra García.
El diario «Milenio» publicó en noviembre, citando trabajos de inteligencia de cuerpos de seguridad del Estado, que entre los 12 alcaldes guerrerenses que podían tener vínculos con narcotraficantes estaba precisamente el de Chilapa, quien rechazó las acusaciones de tener algo que ver con los Rojos en una entrevista con Adela Micha. Entonces, Francisco García confiaba en que la llegada de 500 soldados del Ejército y fuerzas federales sirviera para realizar una «lucha frontal» contra la delincuencia organizada.
El miércoles pasado, el comisionado de la Policía Federal de México, Enrique Galindo, se comprometió a enviar a Chilapa un equipo especial de búsqueda.Los familiares de los desaparecidos le preguntaban este domingo al gobernador de Guerrero, Rogelio Ortega, dónde estaban esas fuerzas durante los cinco días en que se llevaron a sus hijos, padres, hermanos, primos. Nadie es capaz de prever cómo se desarrollarán aquí los inminentes comicios, ni siquiera si la gente saldrá a votar..
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