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La joven recluta de Estado Islámico que se ocultaba bajo un Niqab
La menor sudafricana interceptada en abril en el aeropuerto de Ciudad del Cabo cuando se disponía a unirse a la yihad aún no ha regresado al colegio. «Está avergonzada. No viene por lo culpable que se siente», afirman sus amigos
La mayoría de las niñas de colegio islámico de Ottery, situado en el mismo recinto que la mezquita, cubren su pelo con el pañuelo negro reglamentario del uniforme escolar. Pero para ella el ‘hijab’ no era suficiente. La joven de 15 años acudía al instituto cubierta de los pies a la cabeza, ataviada con el niqab, una indumentaria que solo deja los ojos a la vista. El pasado 5 de abril la Policía la interceptó en un vuelo de British Airways cuando se disponía a salir del aeropuerto de Ciudad del Cabo con destino al Estado Islámico en Siria e Iraq. En su ordenador y teléfono móvil, los agentes encontraron cerca de 1.500 documentos y material relacionado con el Estado Islámico, según explicaron a ABC fuentes cercanas a la investigación.
Sudáfrica vio en la noticia la confirmación de sus temores: los terroristas islámicos reclutan activamente jóvenes en el país para unirse a la guerra santa, y han llegado a alcanzar a niñas de edades tan tempranas como los 15 años. La joven recluta del niqab negro apareció de la nada y desapareció de la misma manera, sin dejar rastro en las redes sociales pese a que se supone que fue allí donde fue captada, como si también en Internet paseara únicamente con sus ojos a la vista.
Tan sólo una cuenta en Twitter inactiva desde 2012 y otros dos perfiles privados donde aparece totalmente cubierta de negro. Quizá tuviera una segunda identidad. Apenas ni una sola fotografía. «No podría reconocerla porque venía al colegio con el niqab», explicó a ABC uno de sus compañeros.
El Gobierno, la familia y su entorno más cercano guarda silencio para proteger a la menor. «Sólo ahora sus amigas han empezado a hablar», aseguró a este diario Hanif Loonat, líder vecinal que trabaja desde hace 21 años junto a la Policía para combatir el crimen en el extrarradio de Ciudad del Cabo. «Tres o cuatro admitieron que ella misma les contó su intención de unirse a Estado Islámico.
Radicalización
Hija de una familia india de clase media procedente de Durban –su madre es doctora y su padre un hombre de negocios que estudia para piloto en sus ratos de ocio-, los miembros de la comunidad de Kenwyn, una área de mayoría musulmana, no alcanzan a entender su radicalización. Ni siquiera las mujeres de su familia utilizan el niqab y optan por el hijab que cubre únicamente el pelo.
En su cuenta de Facebook su padre defiende vehementemente la causa de Palestina y carga contra los sionistas. Incluso llegó a publicar un comentario de una tercera persona que excusaba al Estado Islámico. Pese a todo, su familia está en estado de shock. El activismo respirado en casa creó conciencia política en la menor, pero en ningún caso pudo haberle hecho dar el paso de viajar a Siria y unirse a un grupo terrorista.
«Son una familia muy religiosa y el hecho de que lleve el niqab tampoco significa nada. En Sudáfrica todos los musulmanes apoyan la causa Palestina y las luchas en Oriente Medio, pero la niña sabía muy bien lo que hacía y a donde iba», aseguró un amigo de la familia.
Se calcula que en torno a doscientos sudafricanos han abandonado el país para unirse a la guerrilla islamista. Según la agencia turca de noticias Anadolu, unos 35 han abandonado Sudáfrica desde comienzo de año para engrosar las filas de la guerrilla y once han sido deportados por las autoridades de Turquía cuando llegaron al país con el objetivo de cruzar la frontera hacia Siria.
Reclutamiento cara a cara
El caso de otra menor en Ciudad del Cabo que fue detenida en el aeropuerto hace sospechar a las autoridades de la presencia de posibles reclutadores que podrían haber entablado contacto personal con las estudiantes sudafricanas.
«Hay muchos cabos sueltos. Seguramente la menor tuvo que ir al mostrador de facturación con un adulto. Aún no sabemos quién la metió en el avión ni quién la aleccionó. Pudo haber sido en su comunidad, en el colegio en Durban o en el instituto de Ottery en Ciudad del Cabo», relató a ABC una persona influyente de la comunidad musulmana que ha seguido de cerca el caso. «Alguien que tuvo acceso a la menor se dio cuenta de su inteligencia y de que tenía las ideas muy claras. Debió quedar impresionado por su seguridad en sí misma, sus convicciones y su defensa del Estado Islámico».
Desde su pequeño despacho en el edificio de ladrillo del colegio islámico de Ottery, el director del colegio aseguró sentirse igualmente sorprendido por el caso de la menor. «Era una estudiante normal. Nos preguntamos cómo no pudimos haberlo notado. Ha sido una llamada de atención para todo el mundo, pero estoy absolutamente convencidos de que no hay nada en el colegio o en el sistema escolar que haya podido contribuir a ello», aseguró el docente, que pidió no ser nombrado para proteger la identidad de la menor.
El responsable del centro aseguró que habló con los profesores y los alumnos en caso de que el incidente pudiera haberse producido en el colegio. Respecto a la selección del personal, explicó que durante la entrevista de trabajo se trata de establecer la ideología de los docentes. «Obviamente no les preguntamos si apoyan a EI. Lo importante no son sus visiones, sino que no deben transmitirlas a los alumnos. Nuestra filosofía es que aceptamos todas las religiones y rechazamos cualquier acto barbárico como el terrorismo».
Un mes y medio después de que fuera interceptada, la menor no ha regresado aún al colegio, aseguró a ABC uno de sus compañeros. «Está avergonzada. No viene por lo culpable que se siente. Sus amigos están todos en shock. Nadie puede entender por qué lo hizo, porque en el colegio nos enseñan a resolver las cosas pacíficamente y EI va en contra de las leyes del islam», aseguró el estudiante.
La yihad femenina
Los jóvenes musulmanes son atraídos con la idealización de la guerra santa en Siria e Irak, incluso con juegos de guerra de ordenador donde uno puede ponerse en la piel de un yihadista, explicó Jasmine Opperman, directora para África del Consorcio de Análisis e Investigación de Terrorismo (TRAC) y agente de la agencia se seguridad sudafricana durante 15 años.
«En las redes sociales EI se presenta como el único representante de una interpretación muy específica del islam. Estamos librando una guerra santa y para ser parte de ella, nosotros somos los representantes –afirmó Opperman-. Se presentan como un grupo poderoso y exitoso. Y a partir de allí es donde empiezan a hablar el lenguaje de los adolescentes, por ejemplo con videojuegos».
«Consiste en introducir esas ideas, y una vez que están allí, es un proceso largo de tiempo. Están en las redes sociales, en los blogs, en los chats, para aconsejar. Estamos aquí y si necesitas información te la damos, y te ayudamos a ir a donde quieras ir. Ahí es donde se genera la convicción de que yo, al unirme a EI, estoy dando sentido a mi vida, porque ese un sentimiento general en los adolescentes».
En el caso de las chicas, en lugar de utilizar el reclamo de la lucha armada, ofrecen el lado romántico de la guerra santa. Las banderas negras se sustituyen por fotos de paisajes de Siria e Irak y mensajes de apoyo a los huérfanos y refugiados. Los blogs hablan de las bondades del matrimonio, como la última forma lograr una vida plena de acuerdo al Islam. «Te puedes convertir en la mujer de un luchador por Alá –añdió Opperman-. Puedes tener hijos y construir una familia islámica, que construirá la nación del islam: el califato».
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