mañana, 9 de mayo
Rusia celebrará el aniversario de la victoria más deslucido de las últimas décadas
Los rusos denuncian intentos de revisión histórica y de devaluar su victoria sobre el nazismo
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El próximo día 9, la Plaza Roja de Moscú volverá a llenarse de tropas, tanques y misiles nucleares. Se espera uno de los desfiles más espectaculares de los últimos años para conmemorar el 70 Aniversario de la Victoria soviética sobre el nazismo, pero a los fastos apenas acudirán líderes occidentales debido a las actuales tensiones generadas por la anexión rusa de Crimea y su ayuda a los separatistas del este de Ucrania.
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«Este año tendremos en Moscú menos invitados extranjeros que hace 10 años. En las actuales circunstancias, nuestras relaciones con ciertos países de Europea Occidental y América del Norte no son especialmente cálidas», reconocía el sábado el exministro y actual jefe de la Administración del Kremlin, Serguéi Ivanov, que dirige además el comité organizador del 70 Aniversario de la Victoria. Según sus palabras, «pese a todo, lo que nos interesa es que esta fiesta discurra dignamente para nuestros ciudadanos en primer lugar». Ivanov insiste en que «el Día de la Victoria tiene una gran importancia para el pueblo ruso». «Estamos orgullosos y queremos recalcar que la Unión Soviética jugó un papel decisivo en la derrota del fascismo», subraya.
Tergiversar la historia
Un reciente sondeo realizado en Rusia por el centro sociológico TsIMES indica que el 64,9% de los casi 9.000 encuestados aprueban las medidas de las autoridades dirigidas a evitar que sean «tergiversados» los hechos históricos para «eclipsar» la contribución soviética en la consecución de la victoria sobre la Alemania hitleriana.
Hace un año, otra encuesta ponía de manifiesto que los rusos están convencidos de que la victoria sobre los nazis fue obra exclusiva del Ejército Rojo y se hubiera producido igual con o sin la ayuda de Estados Unidos y del resto de los aliados. Por eso los rusos lamentan los actuales «intentos» de Occidente de ningunear aquella victoria.
El presidente ruso, Vladímir Putin, se refirió por primera vez a tales tentativas hace ocho años, en su arenga ante las tropas que se disponían a desfilar en la Plaza Roja.
«Aquellos que tratan de devaluar aquella incalculable gesta y quienes profanan monumentos a los héroes de la guerra ofenden a sus propios pueblos y siembran confrontación y nuevas desconfianzas entre los estados y las personas», afirmó. Los países aludidos eran Estonia, en donde acababa de ser retirado del centro de Tallin la estatua erigida a los soldados soviéticos caídos durante la II Guerra Mundial, y Polonia, cuyas autoridades anunciaron que se proponían limpiar el país de monumentos comunistas.
El pasado enero, con motivo del 70 aniversario de la liberación del campo de concentración de Auschwitz, Putin emitió un comunicado volviendo a plantear la cuestión: «Cualquier intento de reescribir la historia, revisar el papel de nuestro país en la gran victoria, significa de hecho la justificación de los crímenes del nazismo y allana el camino para el renacer de su ideología asesina». Según sus palabras, «el fin a aquella monstruosidad e implacable barbarie lo puso precisamente el Ejército Rojo, quien salvó del exterminio no sólo a los judíos, sino a otros pueblos de Europa y del mundo».
Grandes ausencias
Sin embargo, los países del Este de Europa consideran que las tropas soviéticas acabaron con la tiranía hitleriana para imponer la estalinista. Critican además la actual propaganda del Kremlin, que equipara a las actuales autoridades ucranianas con los nazis.
En la víspera de las ceremonias de Auschwitz, el ministro de Exteriores polaco, Grzegorz Schetyna, declaró que el campo fue liberado por soldados ucranianos, palabras que atizaron aún más las tiranteces. Putin no acudió a los actos.
Con su encendida defensa del papel de Stalin en la victoria, su desprecio a las penalidades que sufrieron los países en donde el Ejército Rojo instaló regímenes comunistas y su machacona retórica en contra de Ucrania, cuyos dirigentes son tachados poco menos de nazis, el presidente ruso ha conseguido que el Día de la Victoria sea percibido por muchos estados vecinos y por gran parte de Occidente como algo militarista e intimidatorio.
Está previsto que el sábado presencien el desfile en Moscú una treintena de jefes de Estado, entre quienes no estarán Barack Obama, François Hollande, ni tampoco David Cameron. Sí acudirán el líder chino, Xi Jinping, y el cubano Raúl Castro, entre otros.
La canciller alemana, Angela Merkel, no estará el día 9 en la capital rusa, pero sí al día siguiente para depositar en compañía de Putin una corona de flores en la Tumba del Soldado Desconocido. Merkel dijo el sábado que, pese a las numerosas discrepancias con Rusia, «es muy importante recordar a los millones de muertos en la II Guerra Mundial por los que Alemania debe responder». Por su parte, el ministro de Exteriores germano, Frank-Walter Steinmeier, estará el 7 de mayo en la ciudad rusa de Volgogrado, la antigua Stalingrado, para participar en compañía de su homólogo ruso, Serguéi Lavrov, en un acto en recuerdo de la terrible batalla que allí tuvo lugar entre agosto de 1942 y febrero de 1943.