200 detenidos y 24 heridos en Estambul durante la manifestación del 1 de mayo
Las autoridades pusieron todos sus esfuerzos para impedirla, cancelando el transporte público y estableciendo controles policiales en las diferentes vías para llegar a la concentración
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Si hay algún sitio donde las concentraciones del Primero de Mayo generen tensión, ese es Turquía. Una vez más, los sindicatos y partidos de oposición habían llamado a concentrarse en la emblemática plaza de Taksim, escenario de la revuelta por el parque Gezi de 2013. Y una vez más, las autoridades pusieron todos sus esfuerzos para impedirlo, cancelando el transporte público y estableciendo controles policiales en las diferentes vías de llegar allí. Con gran éxito, además: las manifestaciones no superaron los dos mil asistentes, ni siquiera en los puntos críticos, como la popular zona de Besiktas.
«¡Ladrón, asesino, AKP», coreaba la gente en la avenida Barbaros («Barbarroja»), la calle principal de Besiktas, bloqueada por un vehículo antidisturbios y una importante dotación policial. Durante varias horas, los representantes sindicales trataron de negociar con los agentes, pero estos solo estaban autorizados a permitir el paso de un máximo de quinientas personas hacia Taksim, algo que los manifestantes no estaban dispuestos a aceptar. Alrededor de las tres de la tarde, las negociaciones quedaron canceladas, y de repente, sin que mediara violencia alguna, la policía empezó a disparar gas lacrimógeno para dispersar a los asistentes.
Se desató el caos: los agentes arrojaban gases desde ambos extremos de la avenida, forzando a los asistentes a dirigirse a los callejones laterales, donde tampoco había salida posible, puesto que habían sido bloqueados por vehículos policiales. A pesar de ello, algunos trataron de mantenerse firmes al frente de la marcha, enarbolando pancartas, hasta que los gases y los chorros de agua les obligaron a retirarse. Menos de una hora después, todo había terminado.
Se produjeron enfrentamientos con la policía en otras áreas de la ciudad donde la policía había desplegado barreras para impedir el paso de los manifestantes. Al terminar la jornada, más de doscientas personas habían sido detenidas y al menos 24 personas habían resultado heridas. Entre los arrestados se encontraban varios miembros del Partido Comunista de Turquía, que, en una audaz acción de comando, lograron esconderse en un edificio de Taksim, burlar las defensas policiales y plantar sus banderas en el centro de la plaza, solo para ser inmediatamente derribados y golpeados por los agentes.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, se defendió de las críticas de aquellos que le acusan de intentar prohibir las celebraciones del Día del Trabajo. «No cerramos el Primero de Mayo a nadie. Al contrario, tratamos de mantenerlo abierto para todo Estambul», aseguró el mandatario turco, que posteriormente añadió: «¿Por qué seguís insistiendo en Taksim, quebrantando la paz?». Erdogan también aprovechó la ocasión para arremeter contra «los medios internacionales», por no mencionar, según él, las protestas masivas en Alemania y EE.UU. mientras sí cubrieron en profundidad la revuelta de Gezi en Turquía.
La plaza de Taksim es desde hace décadas un importante símbolo para la izquierda turca: era el lugar tradicional de reunión de los trabajadores de Estambul, hasta que en 1977, pistoleros ultraderechistas acabaron con la vida de una treintena de manifestantes. Las autoridades utilizaron esta circunstancia para prohibir la celebración; por ello, cada año, los participantes en las protestas tratan de llegar hasta allí por la fuerza, lo que inevitablemente desemboca en disturbios. Entre 2010 y 2012 se permitieron de nuevo las concentraciones del 1 de Mayo en Taksim, los únicos años en los que no se han producido incidentes. Pero la decisión, en 2013, de volver a prohibirlas alegando el riesgo para la seguridad que suponían los trabajos de remodelación de la plaza, devolvió la situación a su estadio anterior.
Sin violencia en el resto del país
En las demás grandes ciudades de Turquía, como Ankara e Izmir, la celebración transcurrió sin violencia. La menor asistencia a las manifestaciones ha sido achacada también a la reciente aprobación de la nueva Ley de Seguridad, que otorga a la policía nuevos poderes, entre ellos el de registrar y detener a cualquier persona de forma preventiva durante un máximo de 48 horas siempre que consideren que existe una «sospecha razonable» de que pueden suponer una amenaza para la seguridad, o el de utilizar armas de fuego contra los manifestantes violentos. «La legítima preocupación del gobierno sobre las protestas violentas no debería ser un cheque en blanco para los poderes policiales», declaró Emma Sinclair-Webb, investigadora de Human Rights Watch en Turquía, en el momento de la aprobación de la ley el pasado diciembre.
Dado que, según la nueva legislación, el criterio de lo que supone un uso adecuado de estos poderes queda a merced de la propia policía, sin ningún tipo de supervisión policial, son muchos los que temen que sea cuestión de tiempo que empiecen a producirse muertes por disparos de la policía en las protestas antigubernamentales. Para prevenirlo, ayer los sindicatos habían hecho un llamamiento a evitar la violencia. A pesar de ello, fueron multitud los que, por si acaso, decidieron quedarse en casa.