Cameron promete que congelará por ley todos los impuestos cinco años

Como en todas partes, en el Reino Unido se vota mayormente con el bolsillo. Cameron, que lo sabe, prometió ayer congelar los impuestos. En las encuestas la economía es el tema medular para el 55%, seguido por la sanidad (50%) y la inmigración (47%). Siguiendo la estrategia de Lynton Crosby, su gurú electoral australiano, Cameron ha basado toda su campaña en dos ideas sencillas, que repite como un mantra: él es más solvente que Miliband para manejar la economía y si no gobiernan los conservadores, la alternativa sería un ejecutivo laborista sustentado por los separatistas escoceses, que no son exactamente el mejor amigo de la Unión.

Los sondeos concuerdan con él: los británicos lo consideran más preparado para llevar las cuentas (39% contra 21% de Miliband, según YouGov). Para apuntalar su discurso económico, el primer ministro prometió ayer que congelará por ley cinco años el IVA, el impuesto sobre la renta y las cuotas de la seguridad social. El anuncio lo lanzó en una fábrica de componentes de coches de Birmingham, fiel a su nueva imagen, más cercana: sin corbata, con la camisa remangada, muy enfático. Tras las acusaciones desde sus propias filas de que le faltaba sangre, ha iniciado la semana con más vigor y con apelaciones dramáticas a los votantes: «Tenemos diez días para salvar la Unión», clamaba el martes.

Los laboristas y los liberal demócratas, su actual socio, le han recordado al minuto que en la campaña del 2010 también prometió congelar el IVA y lo subió a los pocos meses. George Osborne, el cerebro económico tory, ha reconocido abiertamente que si ganan recortarán 12.000 millones de libras del Estado del bienestar en la próxima legislatura (16.600 millones de euros) para recortar el déficit (80% del PIB). Así que Miliband ha calificado la congelación fiscal de «truco de última hora» y acusa a su adversario de tener una agenda secreta para recortar las «tax credit» (ayudas para trabajadores y familias de rentas bajas).

Cameron ha hecho un intento constante por quitarse la etiqueta de partido de los pudientes. Su manifiesto electoral incluyó gastos sociales que desbordaron algunas promesas laboristas. Ha llegado a asegurar que el Partido Conservador «es el partido de los trabajadores» y en la fábrica de Birmingham continuó por ahí: «Los trabajadores ya han pagado bastante. Hay que buscar otras formas de controlar el déficit, como reducir la factura del Estado del bienestar y la evasión fiscal».

Mientras tanto, a lo suyo, el SNP, el independentismo escocés, parece continuar una escalada imparable. Una encuesta de Ipsos Mori asegura que se llevará los 59 escaños que aporta Escocia. Asombroso, dado que obtuvo seis hace cinco años, y un drama para los laboristas, que tenían 41 y ven volar su granero histórico de votos.