terremoto en nepal

«La tierra parecía gelatina. No podía andar»

Miguel Ángel Higueras, ingeniero, cuenta a ABC desde Katmandú cómo vivió el terremoto en Nepal

«La tierra parecía gelatina. No podía andar» abc

p. garcía-baquero

«Me desperté porque la cama se deslizaba; el suelo era gelatina. No podía andar. Me metí sujetando mis rodillas contra el pecho y poniéndome las manos sobre la cabeza bajo la mesa del comedor; ahí esperé hasta que la tierra dejó de temblar, pero yo seguía temblando». Con este estremecedor relato, el ingeniero cordobés Miguel Ángel Higueras Pareja, de 33 años, relataba a ABC desde Katmandú el terremoto de 7,9 grados del que ha salido ileso junto con otros tres compañeros españoles, un arquitecto y tres ingenieros que trabajan en las obras de ampliación del aeropuerto internacional Tribhuvan de la capital nepalí.

Hasta quince réplicas han soportado estos españoles desde un parque cercano, en apenas dos horas y media. La tierra comenzó a crujir a las 11.52 de la mañana (hora local), y durante un interminable minuto sacudió la ciudad. Se sucedieron varios temblores de similar intensidad, hasta que el suelo, poco a poco, se fue apaciguando.

Este cordobés permaneció en el edificio hasta que todo dejó de caerse, armarios, puertas, ventanas, cristales... Luego, cogió el móvil, el pasaporte, sus gafas y salió del inmueble situado en el barrio de Naxal. El edificio se ha mantenido en pie. Según Higueras, el bloque de apartamentos está testado por EE.UU., al ser residencia de otros diplomáticos norteamericanos.

Higueras, natural de Palma del Río, se refugió en el parque cercano a su residencia junto con sus tres compañeros de trabajo, todos ilesos, aunque el susto lo llevaban en el cuerpo. «Al salir y ver que estábamos bien, después de escuchar gritos, cristales, y gente con cortes por las calles, nos mirábamos y teníamos la cara pálida. Yo, personalmente, creí que de esta no salía», reconoce Miguel Ángel, pese a ser un experimentado montañero y amante del deporte de riesgo.

Sin embargo, pese a conocer la dimensión de la tragedia, este ingeniero está convencido de que tiene que acabar la obra del aeropuerto de la capital nepalí con sus compañeros, y espera volver mañana a trazar las líneas de las pistas de ampliación.

Móvil, agua y fruta

De momento, asegura telefónicamente, «llevo unas cuantas baterías para poder recargar el móvil, y vemos que hay fruterías abiertas que no han sufrido daños. Compraremos agua y algunas reservas por si hubiera más problemas, aunque de momento parece que la situación en esta zona está controlada». Sin embargo, aún el Gobierno nepalí no ha evaluado los daños en las estructuras de los edificios porque se encuentran en tareas de rescate de las miles de personas que han quedado atrapadas bajo los escombros.

«La tierra parecía gelatina. No podía andar»

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