¿Por qué es tan difícil negociar con las FARC?
No ha sido fácil porque Santos, a diferencia de otras negociaciones de paz en el mundo, decidió que las haría pero en medio de la batalla, sin tregua bilateral
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Durante ocho años, desde el 2002 hasta el 2010, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), la guerrilla más antigua del continente en conflicto desde hace medio siglo, fueron diezmadas, replegadas, golpeadas. De 16.000 hombres, pasaron a 8.000. Históricos líderes murieron en bombardeos: alias el Mono Jojoy, el jefe militar de las FARC; alias Raúl Reyes, el canciller, alias Tirofijo, el jefe indiscutible de una guerrilla que, como todas, nació para exigir mayor justicia social.
En 2009 los colombianos vieron salir de las selvas a soldados, a políticos, a niños que estuvieron décadas secuestrados. Colombia sintió que al apretarle las tuercas a las FARC, la guerrilla cedía. Los plagios se redujeron en un 85%, los homicidios en un 65%, la seguridad en las carreteras subió un 70%. El país volvía a ser de los colombianos. Y el presidente de entonces, Álvaro Uribe, fue alzado en hombros, como todo un torero. Tras ocho años de gobierno obtuvo un 60% de popularidad.
Para Uribe fue fácil que su Ministro de Defensa estrella, Juan Manuel Santos, subiera al poder y lo reemplazara en la Presidencia. En 2008, cuando Santos triunfó, le pidió que le cuidara «los huevitos» de la seguridad democrática, como Uribe bautizó su política de mano dura con las FARC, una guerrilla que le mató a su padre.
Una vez en el trono del poder, Santos decidió que él no iba a ser un títere de Uribe, sino que iba a hacer su propio mandato. Y en un acto que sorprendió a todos los colombianos, en septiembre de 2012, anunció el inicio de unas nuevas conversaciones de paz –las cuartas en la historia del conflicto armado- en La Habana (Cuba). Sacó de las selvas a los líderes rebeldes y envió un equipo negociador de lujo que incluía al general retirado Jorge Enrique Mora Rangel, una de las personas que más combatió a las FARC en su carrera militar. Santos, también, permitió que por primera vez en la vida las víctimas hablaran con sus secuestradores y arrancó de lleno con el tema de reparación.
En dos años largos tres de los cinco puntos que las partes negocian en la Habana, han avanzado. Un 56% de los colombianos apoya el proceso de paz pese a los muertos y los desencuentros. Y Santos, pese a las críticas acérrimas de varios sectores, entre ellos el uribismo que lo acusa de haberle entregado el país a las FARC, fue incluso reelegido en 2014 tras prometerles a los colombianos que es más productiva la paz que la guerra y que la firmará.
No ha sido fácil porque Santos, a diferencia de otras negociaciones de paz en el mundo, decidió que las haría pero en medio de la batalla, sin tregua bilateral para no desgastarse en quién violó o no el cese al fuego.
Pérdida de confianza y de paciencia
Sin embargo se han producido dos trampas que han diezmado la confianza y la paciencia de los militares que llevan años combatiendo a las FARC. Y Santos ha titubeado en el manejo de negociar en medio del conflicto. La primera ocurrió a finales del año pasado cuando fue secuestrado un general al norte del país. Santos detuvo las negociaciones. Al general lo liberaron. Y esta semana fueron asesinados 11 soldados y 20 otros resultaron heridos en un ataque de las FARC en la provincia del Cauca. Santos, que había suspendido hace un mes los bombarderos contra las FARC, ordenó restablecerlos .
«Que les quede claro a las FARC que no me voy a dejar presionar por hechos infames como este para tomar una decisión de cese al fuego bilateral», subrayó Santos. «El incidente fue producto de un ataque deliberado y viola la promesa de la tregua unilateral», agregó.
«Esa es la tragedia de este país. Después de intentar solucionar el problema del conflicto armado de distintas formas, no hemos podido. Y sea cual sea la opinión política de los ciudadanos, la paradoja es que Uribe Vélez y Santos Calderón nacieron en la misma década en que surgieron las FARC y ninguno encuentra la fórmula para ponerles fin», escribió Armando Neira, editor de la revista Semana.
Entre la razón y el corazón
Para los analistas, es muy duro negociar con las FARC por una sencilla razón: una cosa son los hechos, que le dan la razón a Santos, y la otra el corazón de millones de colombianos que no quieren perdonar a las FARC y piden que los manden a la cárcel antes de reintegrarlos a la sociedad.
«Luego de la muerte de diez militares en Buenos Aires, Cauca, nuevamente se cuestiona no tanto a las FARC, sino el proceso de paz. Básicamente la ciudadanía no termina de entender ese principio de la negociación de La Habana de negociar en medio del conflicto y más aún cuando se habla de un desescalamiento del conflicto armado», anotaba Ariel Ávila, investigador de la ONG Fundación Paz y Reconciliación.
Ávila exponía unas cifras contundentes en cuanto a desescalamiento del conflicto. «Hasta antes del inicio de la negociación, las estructuras de las FARC -en promedio- se veían involucradas entre 180 a 200 acciones armadas por mes. En los tres primeros meses de la tregua unilateral se produjeron 81 acciones armadas, de las cuales siete podrían violar la tregua. Es decir, se pasó de 600 posibles acciones armadas a 81, y las siete posibles acciones armadas que la violaban, las cuales están por investigarse. Significaría que la guerrilla habría cumplido el cese unilateral en cerca del 95 %”.
«No perdono a las FARC»
Pese a que hay menos guerra, este conflicto es emocional y va regido por corazones también. A fin de cuentas en Colombia son más de 7 millones de víctimas pidiendo justicia.
Así, ayer los familiares de los soldados heridos en el Cauca esta semana, le decían a los medios de comunicación no entender por qué las Farc hablan de paz y realizan actos que llenan de dolor a las familias colombianas». Sandra López, esposa de uno de los soldados muertos, fue clara. «No perdono a las FARC. Ellos asesinaron a mi esposo que llevaba 17 años en el Ejército. La guerrilla no tiene compromiso con el proceso de Paz», dijo.
Para todos está claro que el ataque en el Cauca, donde murieron 11 soldados, no romperá el proceso. Pero si lo hirió y bastante.
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