centenario del genocidio armenio

Los herederos de Musa Dagh

La aldea de Vakifli, cerca de la frontera siria, es el último pueblo armenio de Turquía

Los herederos de Musa Dagh d. i.

daniel iriarte

El apellido de Berç Kartun no delata su condición de armenio. Su abuelo se llamaba Hovannes Kartunyan, pero, al igual que muchos armenios de Turquía, prefirió eliminar el sufíjo final de tres letras (que significa «hijo de») para evitarse complicaciones. Hoy, Berç parece mantener una relación mucho más cómoda con sus orígenes, ocupando el cargo de «muhtar» –una especie de alcalde– de Vakifli, el único pueblo armenio que permanece en Turquía.

«Aquí quedan ciento treinta personas», explica Kartun, los últimos representantes de un pueblo desaparecido: los armenios de Anatolia. Si bien cientos de miles de personas lograron sobrevivir a las grandes expulsiones y matanzas de 1915, ya nunca regresarían a sus hogares, instalándose en la diáspora de forma permanente. Y aunque existen importantes comunidades armenias en Estambul e Izmir, es sobre todo porque a estas ciudades se las eximió de las deportaciones. Por eso, los que quedan en Vakifli se han convertido en un poderoso símbolo. «Son los más pobres, porque nuestros padres y abuelos enviaban a la gente a estudiar. Veían que aquí la tierra no daba suficiente. Y luego, los jóvenes no regresaron», comenta Kartun.

Leyenda de una resistencia

Otro elemento contribuye a la leyenda: a escasos kilómetros de aquí se encuentra Musa Dagh, «la Montaña de Moisés», donde más de cuatro mil armenios resistieron con las armas a las mismas tropas otomanas que, en otras latitudes, estaban enviado a los armenios a los desiertos de Siria, casi siempre a la muerte. Pero aquí, el caudillo guerrillero Movses Der Kalousdian logró organizar de forma efectiva a los habitantes de las aldeas armenias de la zona, que se atrincheraron en la cima y sobrevivieron al asedio durante casi dos meses.

Pasada esa fecha, un barco francés avistó una bandera que decía: «Cristianos en peligro», y las tropas aliadas pudieron evacuar por mar a los sitiados. El episodio inspiró la novela «Los cuarenta días de Musa Dagh», del escritor austriaco Franz Werfel. Tras la guerra, la región de Hatay, donde se encuentra Vakifli, fue convertida en un protectorado francés, tras lo que muchos de sus habitantes regresaron a las aldeas.

Referencia para la diáspora armenia

Pero cuando Hatay fue incorporada a Turquía en 1938, solo los vecinos de Vakifli se atrevieron a seguir allí. «La mitad del pueblo decidió quedarse, porque confiaron en lo que les dijeron las autoridades de la República de Turquía y los comandantes», asegura Kartun.

A pesar de ello, no iba a ser un camino de rosas. «Mi tío construyó esta estatua en homenaje a los supervivientes de Musa Dagh», explica el agricultor Hayrabet Babikyan, mostrando una ajada fotografía en blanco y negro en la que se le ve de joven junto a un barco de piedra. Tras el golpe de estado de 1980, las autoridades militares turcas, de marcado talante nacionalista, destruyeron la estatua. El tío de Hayrabet se fue a acabar sus días en Armenia.

Desde entonces, las cosas han mejorado mucho, y los habitantes de Vakifli aseguran no haber sufrido discriminación ni hostilidad. «Ni siquiera en el servicio militar», afirma Babikyan. La iglesia fue reconstruida en 1997, y de vez en cuando la localidad recibe a grupos de turistas, con frecuencia armenios de la diáspora atraídos por el pasado del lugar. «Lo del último pueblo armenio de Turquía es una buena publicidad», dice Kartun.

Los herederos de Musa Dagh

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