Guerra de estatuas en Sudáfrica

Sindicatos de estudiantes y grupos juveniles se han propuesto derribar los símbolos de bronce y piedra de la herencia colonial sudafricana. Las estatuas de los viejos padres de la patria han desatado la polémica en un país donde la historia tiene aún más que ver con el presente que con el pasado

Guerra de estatuas en Sudáfrica afp

jaime velázquez

Las estatuas no hablan. Permanecen inertes, impertérritas al paso del tiempo. Muestran un pasado petrificado como el mismo material del que están hechas. Sin embargo, a veces se convierten en el muñeco de un ventrílocuo y comienzan a pronunciar las palabras que salen de la boca cerrada de quienes la manipulan.

Así estuvo desde 1934 en su pedestal de la Universidad de Ciudad del Cabo, callado, reflexivo, sentado con su cabeza apoyada en el brazo, Cecil John Rhodes , político y hombre de negocios británico que amplió las fronteras del imperio de Su Majestad desde la colonia de El Cabo hasta el centro de África.

Hasta que los estudiantes de esa misma universidad que él contribuyó a crear le cubrieron de excrementos, le amordazaron en bolsas de plástico y le cubrieron con sábanas haciéndole parecer un muñeco del «ku klux klan». Y le rejuvenecieron a golpe de hashtag: #rhodesmustfall, «Rhodes debe caer».

Los alumnos del centro iniciaron hace tres semanas una campaña para que el claustro retire de inmediato la estatua de un personaje que a su entender simboliza el colonialismo, el racismo y la dominación blanca sobre los pueblos africanos. La efigie de Cecil Rhodes será desmontada finalmente, pero su retirada ha encontrado las críticas de quienes consideran que es también parte de la historia de Sudáfrica.

Sin embargo, la estatua del fundador de Rodhesia –la actual Zimbabue- no habla del pasado, sino del presente: las tensiones de una sociedad que veinte años después de la caída del régimen racista del apartheid, continúa profundamente dividida.

Por un lado, una gran parte de la población negra se siente apartada de los avances económicos y sociales de la democracia y considera que la minoría blanca aún posee una posición privilegiada. Por otro lado, un sector de los descendientes de europeos siente que quieren despojarles de su historia y su cultura, y creen que no se les ha reservado un sitio en la nueva Sudáfrica.

La agenda política

Y el número de ‘bustos parlantes’ va en aumento a medida que surgen nuevos ventrílocuos, menos interesados en la historia que en los réditos políticos del presente. «El derribo de la estatua del último imperialista, Cecil Rhodes, será un gran paso para vencer la supremacía blanca en Sudáfrica», ha afirmado el líder juvenil Julius Malema, cuyo partido, el EFF, ha sabido recoger el malestar de una parte de la población negra. «Demolemos la estatua hoy, y luego empezaremos a educar a la minoría blanca que ellos no son superiores. Son iguales a los negros».

La formación del populista Julius Malema se ha lanzado ahora a una campaña para la destrucción de todos los símbolos del pasado, conscientes de la repercusión que acarrea este tipo de actos. Ya sea Stalin, Sadam, o los viejos dioses sirios que destruye el Estado Islámico. Cuando una estatua cae, tiemblan los cimientos de la historia.

Los Luchadores por la Libertad Económica (EFF) de Malema ya han puesto el blanco en otros monumentos de la herencia sudafricana, y el Gobierno ha extremado la vigilancia en distintos lugares patrimoniales.

La siguiente es la de Paul Kruger, en la capital Pretoria. El que fue presidente de la República ‘boer’ de Sudáfrica apareció cubierto este lunes de pintura, su cara desfigurada. La efigie del primer ministro Louis Botha, de la antigua Unión de Sudáfrica, también está en la lista negra de EFF.

Afriforum , una organización que representa los intereses de los afrikáner, descendientes de los primeros colonizadores holandeses, ha mostrado su preocupación por la destrucción de una parte de la herencia sudafricana que consideran propia. «La situación empeora cada día. La gente se está dejando llevar por los acontecimientos y las emociones, y se está produciendo una polarización de las comunidades que puede acabar en violencia», aseguró la portavoz de Afriforum, Alana Bailey.

Las tensiones del pasado están siempre a flor de piel en Sudáfrica. Sólo una cosa mantiene a esta sociedad tan diversa: la determinación, con o sin estatutas, de no volver a caer en los mismos errores de la Historia.

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