Manuel Valls, cuestionado tras la derrota socialista en las provinciales francesas

El primer ministro galo corre el peligro de ser sacrificado si el Partido Socialista no supera su crisis

Manuel Valls, cuestionado tras la derrota socialista en las provinciales francesas afp

juan pedro quiñonero

Manuel Valls puede tener los días contados como primer ministro de Francia tras la crisis de identidad y credibilidad nacional e internacional que sufren el presidente Hollande, el Gobierno y el Partido Socialista (PS) por los resultados en las elecciones departamentales del pasado domingo. Si se mantiene la actual tendencia, el PS podría convertirse en tercera fuerza política y ser superado por el Frente Nacional (FN) de Le Pen.

Un sondeo publicado por la web del semanario independiente «Journal du Dimanche» indica que el 70% de sus lectores cree que Valls debe dimitir tras el grave fracaso de su partido y su Gobierno, en unas elecciones departamentales que han consumado un giro a la derecha y hacia la extrema derecha a nivel nacional.

Marine Le Pen, presidenta del FN, pidió la dimisión de Valls la misma noche del domingo. Veinte horas después, el Elíseo anunció que el primer ministro no participará junto al presidente de la República y al resto del Gobierno en el Consejo de Ministros franco–alemán previsto para este martes en Berlín.

Aubry: «Los franceses han votado por razones nacionales, no locales»

Hollande ha pedido personalmente a Valls que se quede en París para mantener una «reunión de urgencia» con el grupo parlamentario socialista, donde la campaña electoral del primer ministro se ha vivido como una catástrofe colectiva. El presidente ha solicitado a su primer ministro que oficie de «bombero de emergencia» para intentar apagar las peligrosas llamas de una disidencia socialista que pide a gritos mal contenidos un «cambio de política» que suena a «cambio de primer ministro».

A juicio de numerosos diputados socialistas, la campaña electoral de Valls fue un desastre, pagado al más alto precio por los candidatos socialistas, el PS, el Gobierno y Hollande. Martine Aubry, hija de Jacques Delors y alcaldesa de Lille, comentó la derrota socialista del domingo con mucha crueldad: «Los franceses no han votado por razones locales. Han votado por razones nacionales». Es una manera de denunciar la política social liberal que causa estragos en la izquierda socialista.

Antigua enemiga

Aubry es una antigua enemiga de la pareja Hollande-Valls. Y siempre ha aspirado a liderar las familias socialistas que reclaman «otra política, menos liberal, más socialista». Hollande, por su parte, utiliza a Valls como «fusible» ante las presiones de los «elefantes» socialistas, los líderes históricos que contemplan con horror la crisis de identidad de un PS que ha perdido todas las elecciones europeas, municipales y departamentales que se han sucedido desde el triunfo de Hollande, hace tres años.

Valls defiende la política socialdemócrata de Hollande. Pero tiene la ingenuidad de creer en el «social liberalismo», un «socialismo reformado y moderno». Pero Hollande es muy capaz de negociar una nueva alianza con la izquierda del PS y dejar caer a Valls a su suerte cuando llegue el momento más oportuno, quizá dentro de unos meses. A la izquierda del PS, numerosos diputados, alcaldes y líderes locales o regionales piden un cambio de política. El ex ministro de educación Benoit Hamon se refiere a Valls cuando afirma: «No se puede acelerar y continuar corriendo en la misma dirección cuando acabas de estrellarte». El diputado de izquierda socialista Jérôme Guedj, advierte de que «hay que cambiar de política: si no cambiamos, “bye bye” a las próximas elecciones regionales y presidenciales. Las mismas causas producen los mismos defectos».

Negociar con la izquierda

Más prudente, el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Claude Bartolonne, pide una negociación «estratégica» entre todas las familias de la izquierda francesa. Es una manera de reintegrar a la izquierda socialista, los ecologistas y el Frente de Izquierdas en la definición de una política nacional que deja a Valls en una posición muy minoritaria.

Dentro del PS y en la izquierda socialista nadie ha olvidado que Valls declaró hace menos de un año que «la izquierda puede morir si no se reforma». Antes de ser primer ministro, Valls llegó a sugerir el abandono de la palabra socialismo.

Hombre de convicciones, Valls defiende la línea reformista definida por Hollande . Sin embargo, esa política pasa mal entre la izquierda socialista, que reclama un cambio que algo pudiera tener de linchamiento si Hollande decidiera inmolar a Valls y exigir su dimisión para reconciliarse con el resto de las familias socialistas.

Manuel Valls, cuestionado tras la derrota socialista en las provinciales francesas

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