Las joyas de la corona francesa vendidas en el mercadillo
El presidente Hollande ha decidido que el legendario edificio del Hotel de la Marina, en la no menos histórica plaza de la Concorde, deberá convertirse en «faro museístico» nacional
El presidente Hollande ha decidido que el legendario edificio del Hotel de la Marina , en la no menos histórica plaza de la Concorde, deberá convertirse en «faro museístico» nacional. La primera planta estará consagrada a presentar lo más selecto del gran patrimonio histórico, artístico y cultural. La planta baja debiera convertirse en «vitrina» de gastronomía y el «arte de vivir» francés.
Se trata de una metamorfosis radical de uno de los monumentos más emblemáticos del patrimonio urbanístico nacional. El Hotel de la Marina, construido a finales del XVIII, ya sirvió de museo de las armaduras reales y el gran mobiliario del Antiguo Régimen.
Ese majestuoso inmueble se encuentra frente al lugar exacto donde se instaló la guillotina durante el Terror de la Revolución de 1789-93. Incontables grabados han inmortalizado la decapitación de Luis XVI y su esposa, entre otros millares de hombres y mujeres condenados a la guillotina. Siempre aparece al fondo, en ese grabado, el mismo e inmortal Hotel de la Marina, que ha sido, desde hace medio siglo corto, una dependencia de la marina francesa.
Tras la decisión (Sarkozy) de crear un «Pentágono a la francesa», integrando en un solo edificio todos los ministerios de la defensa y la seguridad nacional, Valery Giscard d'Estaing presidió una comisión que propuso la consagración del Hotel de la Marina en «faro” museístico nacional. Hollande ha confirmado tal propuesta, aportando un matiz conflictivo: siguiendo los consejos de varios grupos influyentes (cocineros ilustres, distribuidores), Hollande ha prometido que los bajos de ese inmueble neoclásico estará consagrados a la «promoción» del «arte de vivir», la gastronomía y la viticultura francesa. Es una manera grandilocuente de anunciar la conversión de los bajos del Hotel de la Marina en híper de gran lujo publicitario.
Giscard ha puesto el grito en el cielo, dejando caer: «Un proyecto de ese tipo es ofensivo para la dignidad nacional. Sería poner de manifiesto, de manera espectacular, la decadencia de Francia. Algo sencillamente aterrador: convertir un edificio histórico en un mercadillo de productos agrícolas y regionales, algo espantoso. La gente no viene a París a comer “perritos calientes” ni bocatas con fritanga».
Casi todo está dicho. Giscard teme que una de las plazas más emblemáticas de la historia de Francia termine convirtiéndose en un mercadillo «cosmopolita». En verdad, esa metamorfosis ya está en marcha. En la Concorde han comenzado a proliferar los «velo taxis» y los puestos de bebidas refrescantes, alejados del majestuoso Hotel de la Marina. Por ahora.
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