Una huelga general contra Cristina Kirchner por un impuesto paraliza Argentina
Los gremios del transporte protagonizan un paro nacional para que el Gobierno derogue una retención a sueldos medios
El jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, ha analizado la situación en el tono habitual que le caracteriza: «El Estado, en nombre de todos los argentinos, termina siendo cornudo y apaleado… El empresario –añadió– es el empresario, el trabajador es el trabajador y el Estado pone la plata (por los subsidios) y le hacen el paro». La respuesta de los gremios de transporte, que convocaron la cuarta y mayor huelga de la gestión de Cristina Fernández de Kirchner, fue inmediata: «La inflación se come los aumentos de salario. No alcanza». Dicho esto, Luis Barrionuevo, peso pesado del sindicalismo y titular de la Confederación General del Trabajo Azul y Blanca, anticipó: «Habrá huelga de 36 horas con marchas y movilizaciones» si el Gobierno, como sospecha, no reacciona.
El motivo oficial del paro que dejó a Argentina prácticamente paralizada sin aviones, trenes, metro ni autobuses, fue la exigencia de la reforma del llamado «impuesto a las ganancias» que grava los sueldos superiores a los 15.000 pesos mensuales (menos de 1.600 euros al cambio oficial y unos 1.200 en el mercado paralelo). Las razones reales incluyen las mencionadas pero también apuntan a otro flanco. Los sindicatos enviaron un aviso a un Gobierno que apenas le quedan nueve meses de gestión pero actúa como si estrenara legislatura.
En ese escenario, la victoria «kirchnerista» de mantener dividida a la CGT (Confederación General de Trabajadores) va camino de convertirse en tardío fracaso. Roberto Fernández, secretario general de la UTA que aglutina a los autobuses y principal gremio de pasajeros de Argentina, anticipó: «Unificar la CGT es la única forma de que nos escuchen». La declaración parece algo más que una expresión de deseo ya que el sector de la CGT que se «encolumnó» durante la gestión de ocho años de Cristina Fernández de Kirchner dejó libertad de acción a sus afiliados (sectores la apoyaron) para sumarse, como mayoritariamente sucedió, a la huelga de ayer que también secundó la CGT opositora que lidera el camionero Hugo Moyano y otros gremios. Con la CGT unida, el bloque que le hizo más de una decena de paros al ex presidente Raúl Alfonsín, puede hacer del fin de ciclo del periodo K una pesadilla.
No obstante, el Ejecutivo, al menos de palabra, parece no acusar recibo. Florencio Randazzo, ministro de Transporte y aspirante a candidato en las elecciones presidenciales de octubre, consideró «absolutamente fuera de lugar» la convocatoria. En la misma línea se había manifestado Axel Kicillof, el titular de Economía y favorito de la Presidenta que no logra despegar en las encuestas, quien rechazó bajar el «mínimo no imponible» al considerar que únicamente afecta al 10 por ciento de los trabajadores que más ganan.
«No vamos a permitir que este Gobierno se haga la víctima», retrucó Roberto Fernández después de advertir que en su gremio el impuesto «afecta a más del 80 por ciento». Dicho esto, observó, «no quieren reconocer que cada día hay más pobreza» en alusión a la ausencia de datos oficiales porque Kicillof considera esa información «estigmatizante». «Estos díez meses que quedan van a ser muy difíciles», advirtió el sindicalista.
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